Es un jueves cualquiera en la estación de autobuses de Zamora, cerca ya de las dos de la tarde. Casi hora punta. La gente va y viene, espera en los asientos o aprovecha para entrar en los negocios ubicados en los locales de la propia terminal y hacer alguna compra. Por repetitivo, prácticamente pasa desapercibido, pero el telón de fondo de todo ese movimiento cotidiano es el de unas instalaciones envejecidas, con humedades, una estructura antigua y unos servicios desgastados. Todo el mundo sabe que hace falta una reforma, y por fin se va a hacer. La Junta de Castilla y León ha empezado a concretarlo esa misma mañana, y los comerciantes y los usuarios habituales de la zona lo comentan.
Eso sí, se habla de oídas o de leídas. Nada de información directa. Los responsables y los trabajadores de los negocios aseguran que nadie ha ido a contarles nada. Ni la empresa encargada de la estación ni la propia Junta. Aún falta un tiempo para que empiece la ejecución como tal de los trabajos, pero de los primeros detalles de la intervención, por lo pronto, se han enterado por la prensa. Y hay una información clave de la que aún carecen: desconocen si tendrán que cerrar algún tiempo por las obras.

Algunos asumen que eso tendrá que suceder, y admiten que les gustaría tener información al respecto cuanto antes, pero la sensación generalizada es la misma: que se haga y ya se verá cómo se afronta. El hartazgo con el estado de la terminal resulta palpable, y más desde que, de un tiempo a esta parte, todo el mundo ve cómo el resto de las estaciones de Castilla y León va cogiendo un color moderno y funcional mientras aquí, en Zamora, falla hasta lo más básico.
«Si la van a mejorar como en otros sitios, yo me imagino que la dejen de lujo», apunta para empezar la dueña del estanco ubicado en los locales, Cristina Carrascal, que cuenta con tener información próximamente, pero que sobre todo aguarda a que alguien venga a ver la humedad que hizo que el agua corriera por sus paredes «en una Semana Santa»: «Estoy esperando a que alguien me indemnice», advierte. Esa queja es la suya, pero también tiene de los demás, de los clientes que le cuentan.

Por ejemplo, que «el suelo de la estación no puedes pisarlo con un zapato fino porque se te clavan las piedras» o que los baños «están fatal». «Todo está fatal», en realidad, según esta mujer, que muestra cierta inquietud por el posible cierre por la intervención. Por el cómo y el cuánto, básicamente. «Pero que hagan la obra cuando sea», reclama, cerca de allí, la responsable de la pollería ubicada en la estación. Su nombre es Alexia Fernández, y lo que sabe de primera mano es que hace poco vino gente a mirar «lo del cuadro eléctrico».
Eso es lo que más le interesa a ella, que funciona mucho con la freidora y que ve cómo la luz se le va cada dos por tres. Fernández, que tiene el local alquilado desde principio de año, apunta que, en los negocios de la estación, «gente hay, pero todo el mundo se queja mucho». «Por no haber, no hay ni información. Me vienen a preguntar a mí de dónde sale el autobús», lamenta la comerciante, que explica que no hace mucho se instaló una pantalla gigante, uno de los pocos rastros de modernidad, «pero no sirve para nada».
En otro de los establecimientos, María José García, trabajadora de una tienda con un poquito de todo al pie del estanco, recalca que por allí pasan clientes del barrio y de la estación. De eso viven estos negocios que claman por la reforma: «Cuando algo ya lleva mucho tiempo, necesita una intervención. Esto ya no hay por dónde cogerlo», subraya la empleada.

Los cambios en la propiedad y en la gestión
De cara a la ejecución de las obras, la Junta y el Ayuntamiento de Zamora han llegado a un acuerdo para que la administración autonómica asuma el control de las instalaciones que había cedido al municipio en 1990 por un periodo de 75 años y que finalmente será cuatro decenios más corto. La idea es que esa reversión del acuerdo se concrete en un Pleno de la ciudad próximamente, según sostiene el alcalde de la capital, Francisco Guarido.
En las conversaciones entre la administración autonómica y el municipio se acordó igualmente que la empresa que se encarga de la gestión siga desempeñando ese papel durante el periodo que le corresponde en virtud de la última adjudicación, que se realizó en octubre de 2023 por un periodo de cinco años más otros dos prorrogables.
Finalmente, también en esas charlas previas entre el Ayuntamiento y la Junta, se habló de la pertinencia de actuar con sensibilidad hacia los negocios y ejecutar una obra por fases que limitase el tiempo de cierre de los establecimientos. Los interesados esperan tener noticias directas pronto para saber a qué atenerse de cara a los próximos años.

