El 24 de julio del año 2022, Losacio quedó cercado por el fuego. Aquel día, al mirar hacia el pueblo desde la carretera de Muga, solo se veían columnas de humo y apenas se podía intuir si la localidad estaba en riesgo o si directamente se había calcinado por completo. Solo el arrojo de los vecinos y la intervención posterior de los efectivos de extinción impidieron que este pequeño lugar de la Tierra de Alba acabara aquel día reducido a cenizas. Todavía hoy se puede ver lo cerca que estuvo la desgracia. En aquellos días, en los que se calcinaron más de 35.000 hectáreas, murieron cuatro personas en la provincia. Pudieron ser muchas más.
Entre los vecinos que defendieron el pueblo en aquellos momentos de zozobra estaba Fermín López, un hombre que sintió peligrar su vida, su casa y su futuro mientras veía marchar del pueblo a la carrera a su mujer y a su hermana, las dos en una etapa avanzada de sus embarazos: «Esto parecía el infierno y ahí crees que se te viene todo encima, porque ves que tienes la vida enfocada hacia donde quieres, que vas a tener familia, y de repente todo empieza arder. Parecía que todo se iba a ir a la mierda y que había que largarse», narra ahora este trabajador de la cantera de pizarra de Riofrío.
En ese momento, en lo único que Fermín pensaba era en salir de allí. Justo lo que hizo su hermana, que escapó embarazada de siete meses y con sus dos hijos mayores: «No era una situación para que los niños estuvieran allí. Se pusieron muy nerviosos», narra Elsa López, quien vivió ese viaje en primera persona. Las caras de ambos se tensan al regresar a ese instante. «Fueron momentos duros, pero a partir de ahí, cuando el incendio se apaga, ves que cuentas con tu familia, vas echando esos recuerdos a un lado y empiezas a disfrutar de lo que tienes», añade él.
Lo que tienen Fermín y Elsa, junto a sus respectivas parejas, Sandra Silva y Ricardo López, son dos niñas pequeñas que empiezan a dar sus primeros pasos. La del hermano, Jimena, nació el 14 de agosto de 2022, tres semanas después del fuego; la de la hermana, Triana, vino al mundo el 25 de septiembre. Las dos familias viven de continuo en Losacio, un municipio de 86 habitantes, que tenía 175 hace un cuarto de siglo y que, precisamente en el año del incendio que pasará a la historia con su nombre, fue uno de los siete ayuntamientos que tuvo más nacimientos que muertes en la provincia, según los datos del INE. Solo llegaron ellas dos, pero apenas hubo una muerte.
Gracias a ellas, una estadística con un nombre tan feo como saldo vegetativo viene esta vez con poesía: «Para mí es un orgullo que se puedan criar en la misma casa que yo», explica Fermín, que tiene muy claro el modo de vida que ha elegido junto a su familia, aunque implique dificultades: «Para cualquier cosa tienes que coger el coche. Si la niña se pone enferma, te puedes mover al centro de salud de Carbajales, que es lo más cercano, pero ya hablamos de una atención primaria. Si es algo más, hay que ir a Zamora», sostiene el vecino de Losacio.
«Para mí es un orgullo que se puedan criar en la misma casa que yo»
Fermín López
Y no es solo el médico: «Siempre es vete, trae, lleva, compra pañales, leche… En Zamora bajas a la farmacia y compras, pero aquí tienes que organizarte», insiste Fermín. La capital de la provincia está a 45 minutos en coche. «Aún así, estamos acostumbrados y lo vamos a seguir haciendo», recalca el vecino. Su hermana Elsa va en la misma línea, aunque las carreteras que hay que recorrer también escondan los peligros de la fauna.
Fermín defiende que basta con que «mantengan el centro de atención primaria». «No puedes pedir mucho más, porque estamos cada vez menos, llegan muchas menos ayudas para esta zona y es lo que hay», argumenta el vecino, que celebra la llegada de un recurso como el de la ambulancia 24 horas en Carbajales. «Nosotros vamos a aguantar porque es lo que nos gusta y donde queremos que se queden nuestros hijos», manifiesta.
De momento, Losacio tiene cuatro niños escolarizados más Triana y Jimena, que todavía no van al colegio. «Mis sobrinos están deseando que llegue el sábado para jugar con los que vienen el fin de semana, porque aquí somos los que somos», expone Fermín. Aun así, hay otro rayo de esperanza asomando por el horizonte. Una familia ha llegado para quedarse con el bar y trae consigo a un bebé de unos meses. Cuando crezca, tendrá que ir a clase a Carbajales, como los demás. Son 14 kilómetros de distancia.
Si no llega nadie más de fuera, hay pocas familias que puedan aportar niños a la causa de Losacio. De hecho, en las semanas previas al fuego, cuando Fermín y Sandra salían a pasear en las cálidas noches estivales por el pueblo, se sentían «como la atracción del día de la fiesta». «Todo el mundo nos decía lo raro que era ver a una mujer embarazada por esta zona», afirma él. La media de edad en la localidad es de 58,5 años.
Cada uno en su casa, pero todos juntos
En las mismas se veía su hermana Elsa, que trabaja como auxiliar de ayuda a domicilio mientras su marido ejerce como albañil. «Las guarderías más cercanas están en Palacios del Pan o en Tábara y no renta», conceden los hermanos, que se ayudan entre sí y que suman a su madre a la causa: «Aquí vivimos todos juntos, aunque cada uno en su casa», apostilla Fermín.
Mientras los adultos hablan, Jimena lanza algunas palabras, llama por su nombre al muñeco de Peppa Pig y se deja guiar por su madre para ir a hacerse la foto que ilustra este reportaje. De fondo, aparece el entorno ennegrecido por el incendio que estuvo a punto de acabar con Losacio hace 16 meses. La cicatriz tardará en borrarse, pero los pasos adelante de la hija de Fermín y de su prima Triana son la viva imagen de la resistencia del pueblo contra el fuego, la despoblación, el abandono y lo que se ponga por delante. Aquí todavía queda historia por escribir.