Que a Fernando y Javi el tema les inquieta se ve desde la primera frase. Los dos taxistas esperan en la parada de la plaza de Alemania a que se acerque alguien o a que suene el teléfono mientras conversan entre ellos cuando la pregunta les obliga a cambiar el paso de la conversación:
– ¿Preferís Cardenal Cisneros como está ahora o como estaba antes?
– Antes, antes. Con mucha diferencia.
Las obras en la principal travesía, pronto avenida, de la ciudad están ya finalizadas al cien por cien y, salvo por algunos retoques que el Ayuntamiento de Zamora se está encargando de transmitir al Ministerio (pasos de cebra que no están bien ejecutados, algunas deficiencias en el carril bici o puntos concretos en los que el pavimento no ha quedado en buen estado o cuyo nivel está por encima de las aceras para los peatones) cualquiera puede ya comprobar cuál es el resultado de la intervención, millonaria y que ha condicionado el tráfico en la zona durante más de un año. Y la queja de los taxistas, uno de los gremios que más utilizan la travesía en su día a día, está bastante bien localizada: las rotondas.

«Te tiras a las rotondas a ver qué pasa», apunta Javier Fuertes, uno de los profesionales del sector que participa en la conversación. Fernando Calles, su compañero, reafirma. «Se abren todos los semáforos a la vez o se cierran todos juntos, y hay rotondas que no están preparadas para tener dos carriles», apuntan los taxistas. Es una queja habitual entre los conductores. Hay algunas rotondas que los usuarios consideran «lógicas», como la de la carretera de La Aldehuela, la de la intersección con la avenida de Requejo (Comisaría de Policía) o la de Las Tres Cruces. Se trata de cruces con una «alta intensidad de tráfico», dicen los taxistas, en los que las rotondas han hecho bien. No pasa así a lo largo de todo el recorrido. Las rotondas del cruce con la avenida del Príncipe de Asturias y la de la calle de Arapiles no reciben la buena nota, pero hay una que se lleva la palma, la del cruce con la calle de Magallanes, frente al parque de León Felipe, donde está el socavón que se resiste a desaparecer. «Esa rotonda es mala a rabiar, no hay cómo trazarla. Es un peligro», asegura la pareja de profesionales antes de que la llamada de un cliente y la llegada de una pareja de jubilados obligue a retomar la jera y abandonar la charla.
Luis Alberto López conduce un bus de línea Zamora-Salamanca. Alrededor del mediodía espera en la dársena de la estación de Zamora a que vayan subiendo las decenas de personas que usan este servicio. Si antes la afluencia era escasa, desde que los viajes son gratis hay gente que se queda en tierra, cosa que se solucionará en breve pero que obedece a otro asunto de actualidad. Volvamos a Cardenal Cisneros. «Antes era más ágil. Salías de la estación aquí», en la intersección con Tres Cruces, «y si no había mucho tráfico e ibas a tu velocidad ya te encontrabas todos los semáforos abiertos hasta que salías de Zamora». Ahora no. «Las rotondas grandes las trazamos más o menos, pero las pequeñas son imposibles. Y cuando sales te encuentras el semáforo de los peatones en verde y te toca parar, con el autobús ocupando los dos carriles y parando el tráfico», resume el conductor.

De nuevo, la de la calle de Magallanes se considera la peor. En sentido Salamanca, ni tan mal. Pero los buses que vienen desde la ciudad vecina realizan a veces parada en Cristo Rey. Al entrar a Zamora hay que dar toda la vuelta a la rotonda para ir a Cristo Rey por Magallanes, una maniobra «muy complicada», que «hay que hacer ocupando toda la rotonda» y parte del carril contrario cuando se hace el último giro a la derecha. «Esa rotonda no está bien, como pasó con la de la calle Argentina», en la avenida de Requejo, que hubo que rehacer porque los autobuses «no podían girar, se tenían que subir directamente por encima».
Los negocios, intentando acostumbrarse
José Ignacio Calleja, que tiene una frutería en la calle, tampoco está conforme. Asegura que el Ministerio no ha pensado en los negocios cuando ideó el plan para Cardenal Cisneros y que ahora cargar y descargar el género se convierte en una gymkana de furgonetas atravesadas en las aceras, trabajo de madrugada «cuando no hay tráfico» y avisos de la Policía Local a los dueños de los negocios. «Antes podías, mal que bien, acercar la furgoneta a la tienda. Ahora nada. Tenemos que descargar a las tres de la mañana, poner los triángulos y cortar un carril cuando no hay tráfico. Si nos retrasamos un poco más ya hay que subir la furgoneta a la acera, de mala manera, molestando a los peatones y con amenazas de multa de la policía», lamenta el frutero.

No es esta una queja aislada en esta avenida, pero aquí también piden más plazas de aparcamiento para que la gente se pueda acercar con el coche a las tiendas. «Al final nos vamos a quedar solo con lo que compran los vecinos», apostilla el tendero. Unos metros más abajo, la gasolinera, harta de ver el descontrol de la nueva rotonda con las entradas y salidas, ha cambiado la manera de acceder al surtidor, pero todavía hay problemas cuando los que entran por la nueva entrada se encuentran de frente con los que acceden por donde se ha hecho siempre. Cosas de la memoria muscular. «No suele haber problemas», asegura Álvaro Moreno, el encargado del surtidor durante la mañana del lunes. Instantes después, un coche entra por donde no es. «Al menos, golpes no ha habido», apunta el dependiente, pragmático.

