«Los hay que me dicen que lo mío es más sofisticado, pero en realidad hago lo mismo que el panadero, el carnicero o el pescadero que va por los pueblos vendiendo» para dar un servicio a los vecinos de las localidades más pequeñas, en las que los servicios escasean. Habla Daniel Paniagua, un optometrista que, después de pasar cinco años en Perú y de una experiencia laboral a media jornada en una óptica de Madrid, decidió volver a su pueblo, Mayorga, en la provincia de Valladolid. Desde allí llegó a la conclusión de que las personas que viven en los pueblos también necesitan ópticas cerca. Para que ellos no tuvieran que desplazarse a las ciudades, Paniagua apostó por llevar la óptica a los pueblos.
El resultado es Gafasvan, un negocio de óptica itinerante que se mueve entre las provincias de Zamora, Valladolid, León y Palencia (en toda Tierra de Campos) y que beneficia aquí fundamentalmente a los vecinos de Villalpando y su entorno más inmediato. La idea surgió de la propia experiencia, cuando el emprendedor se dio cuenta de que sus familiares de mayor edad pasaban bastantes penurias para desplazarse en transporte público hasta la ciudad, graduarse la vista, regreso a casa y después, mismo trayecto para recoger las gafas. «Lo primero fue el plan de facilitar la vida a la gente, la forma al negocio se la tuve que dar después», recuerda el optometrista, que inició su andadura empresarial en noviembre de 2020, en plena pandemia.

Si los permisos para abrir cualquier negocio son siempre complicados, «cuando se mete por medio la Consejería de Sanidad es peor», apunta Paniagua. Cuando fue a las oficinas de la Junta a exponer su idea la primera respuesta fue tajante: «Imposible». Las ópticas debían tener un lugar fijo en el que prestar los servicios. «Hay gente que vende gafas graduadas por Internet sin ningún control pero esto era imposible», lamenta, así que hubo que dar un giro a la idea. Gracias a la colaboración de los ayuntamientos, se habilitaron en los pueblos locales municipales (como se está haciendo en Villalpando) donde Daniel puede atender a los vecinos. Pero la filosofía permanecía porque la maquinaria para graduar la vista o el oído viaja por toda la comarca a bordo de una furgoneta. «No lo puedo hacer directamente en la furgoneta, que era el plan inicial, pero al final voy viajando por los pueblos graduando la vista a los vecinos» y vendiéndoles las gafas que usan. En los sitios con más actividad, Daniel ha alquilado locales para prestar sus servicios. En otros, como en el caso de Villalpando, el formato original aún se mantiene.
La empresa ha funcionado bien desde el principio confirmando lo que Daniel Paniagua pensó cuando decidió cambiar Madrid por el pueblo: que había un nicho de negocio aquí y que el proyecto iba a ser rentable en breve. «Esto no es un negocio como una cafetería, que tiene que estar abierto todos los días. La gente que necesita unas gafas nuevas no tiene que ir necesariamente hoy a la óptica. Si hay que esperar dos días, todo el mundo puede esperar sin problemas para graduarse la vista y una semana para recoger las gafas», razona el emprendedor. El tiempo le ha dado la razón.

Paniagua ha establecido un calendario para que la gente de los pueblos, generalmente gente mayor, no tenga que pedir cita ni estar pendiente de redes sociales u otros anuncios. A Villalpando, por ejemplo, va los jueves en semanas alternas. También acude a Sahagún y Valderas en León, Villalón y Mayorga en Valladolid, Villada en Palencia y ha abierto un local «de barrio» en León capital. El negocio, que empezó solo con él, tiene ahora a siete personas contratadas para dar servicio a todos los pueblos. Gafasvan sufrió en un principio la oposición de ciertos negocios «tradicionales» del sector. «Todo lo que se hace es legal y se resume en querer prestar unos servicios a unos pueblos a los que nadie atendía», resume Daniel, que poco a poco va fijando clientela. «Antes me venía gente que compraba las gafas en las ciudades a que yo se las ajustara. Ahora no, me las compran a mí», concluye.
