La XVIII edición de Las Edades del Hombre ha abierto ya sus puertas en Zamora. Una exposición en la que se trabaja intensamente desde hace meses, compuesta finalmente por 85 obras de arte procedentes de Castilla y León y de otros puntos de España y Portugal y que cuenta con aportaciones muy relevantes llegadas desde distintos puntos del país. Hay obras, dos concretamente, del Greco. Cuatro lienzos de Goya, una pintura atribuida a Velázquez y una pequeña tablilla obra de un joven Picasso, que salpican una exposición en la que Castilla y León, y sobre todo Zamora, tienen papel protagonista, como no podía ser menos. También hay obras de Juan de Juni, Zurbarán, Pedro Berruguete o Francisco Salzillo. Mención especial merecen, con todo, Velázquez y Picasso, dos artistas universales cuya obra nunca había formado parte de Las Edades del Hombre. La aportación del primero es una Inmaculada que llega de la iglesia de La Magdalena de Sevilla. La del segundo, una Anunciación del Museu Picasso de Barcelona.
La muestra se divide en un preludio que está ubicado en la iglesia de San Cipriano y por tres «momentos» que se encuentran en la Catedral de Zamora y que llevan por nombre «Pasión», «Resurrección» y «Misión», momentos que a su vez se articulan en «movimientos» que llevan al visitante de la mano en un viaje a través de la historia del arte religioso.

La exposición incluye, con un papel destacado, varias obras de la Catedral de Zamora, pero sobre todas destaca una, el Cristo de las Injurias, que ha sido sacado de su capilla para tener un papel especial en el recorrido, lo que permite presenciarlo de cerca y desde muy abajo, pues la cruz está prácticamente incrustada en el suelo. No forma parte finalmente de la muestra la imagen de la Virgen de la Esperanza aunque sí su advocación. «La esperanza, virtud teologal por excelencia, germina especialmente donde la vida toca fondo, donde la cruz nos traspasa para recordarnos que ni el sufrimiento ni el dolor tienen valor definitivo», dicen los comisarios de la muestra, Juan Carlos López y Sergio Pérez.
Esta edición de Las Edades quiere ser «portadora de esperanza» desde Zamora. «La cruz se erige como camino a la salvación. La redención solo puede venir de nuestro Señor muerto y resucitado que pone en nuestras manos las fuerzas para cambiar el mundo». Visitando las sedes de la exposición, dos iglesias comunicadas por la rúa, se ha diseñado un discurso que invita a «peregrinar» por la ciudad en búsqueda, precisamente, de esperanza, explica Sergio Pérez.

Obras relevantes
Piezas destacadas hay muchas. En San Cipriano, el visitante podrá encontrar una Anunciación de piedra llegada desde la Colegiata de Toro, que se expone por primera vez. También la obra «Salvador», de El Greco, que llega del Monasterio de las Descalzas Reales de Valladolid, que se ha quedado recientemente sin monjas. Ya en la Catedral, la bienvenida corre a cargo de un tríptico de Antonio Pedrero. Poco después, un San Sebastián de Zurbarán, procedente de la sacristía del convento de Nuestra Señora de Gracia de Lisboa, vuelve a poner en primera línea a uno de los grandes pintores de la historia del arte y da también muestra de la colaboración que la Fundación Las Edades ha querido establecer en esta edición con Portugal (cabe recordar que la exposición se planteaba, en primera instancia, de forma conjunta con Oporto, algo que al final no cuajó).

Tres esculturas de Felipe Bigarny y Diego de Siloé dialogan con el Cristo de las Injurias, ubicado justo enfrente antes de dar paso a un imponente Yacente de Gregorio Fernández. Más adelante una pintura de Juan de Flandes llegada desde Palencia es otra de las grandes aportaciones de la exposición. En la capilla del Cristo de las Injurias se encuentran La Anunciación, de El Greco, y otra Anunciación de Picasso y unos pasos más allá, Los Cuatro Padres de la Iglesia Latina, de Francisco de Goya, gozan también de un lugar privilegiado. Velázquez da la bienvenida al último tramo y la exposición se completa con una tabla de Gil de Encinas, Cristo en su Majestad rodeado de santos, que se ha sacado del trascoro de la Catedral de Zamora para despedir a los visitantes.
