El burro zamorano ha logrado superar, gracias a años de esfuerzos por parte de los ganaderos, el delicadísimo momento del relevo generacional de los ganaderos y agricultores que aún utilizaban estos animales en su día a día. «El agricultor tradicional, el hombre mayor con un par de burros que los utilizaba para su trabajo, eso desapareció». Y en ese trance, muchos animales se quedaron por el camino. Dejaron de tener utilidad, en suma, algo parecido a lo que ha pasado con las mulas. La especie se quedó bajo mínimos.
Surgieron ahí nuevos ganaderos que, buscando primero la parte más «romántica» del mantenimiento de la especie, apostaron por ella. Le dieron utilidades, como la del burro que guarda al ganado de los ataques del lobo o el animal que se usa para el pastoreo. Se empezaron a buscar nuevos usos. Y ahí apareció Buleza, la cooperativa zamorana dedicada a la producción y comercialización de leche de burra que ha dado un nuevo objetivo a los ganaderos.
El trabajo de la cooperativa es visible a pocos kilómetros de Zamora. En Torres del Carrizal decenas de burros zamoranos comen en los pastos comunales del pueblo. «Este es el único proyecto económico del burro zamorano-leonés. El único donde Buleza actúa como una empresa y en el que pretendemos que haya cierta rentabilidad. El fin es ayudar a los ganaderos a mantener sus rebaños». El que habla es Jesús de Gabriel, ganadero, secretario técnico de Aszal (Asociación Nacional de Criadores de Raza Asnal Zamorano-Leonesa) y uno de los ocho ganaderos que fundaron Buleza.

Las burras que pastan aquí no son de la cooperativa, son de los ganaderos. Ellos las ceden, el semental que hay en Torres del Carrizal las cubre y se les devuelven a los ganaderos preñadas y en «buen estado de carne». Ahí pasan un año, lo que dura la gestación, y regresan a Torres del Carrizal cuando están cerca de parir. Aquí tienen al buche y aquí viven los primeros siete u ocho meses de vida de la cría, mientras dan leche.
Buleza no ordeña a las burras por sistema, sino solo cuando hay demanda de leche. Las productoras requieren materia prima y la maquinaria se pone en marcha. «Las burras y sus crías viven de continuo en libertad, en las praderas. El grado de bienestar animal que se registra es altísimo porque los animales están en su medio natural, comiendo hierba, dedicando al menos diez horas diarias a pastar». Las burras y los buches viven sin que nadie les moleste, como poco, veinte días al mes. Las burras vuelven a encontrarse con el semental alrededor de un año después de parir. «Antes lo hacíamos con el primer celo, que es nueve días después de parir, pero vimos que no era recomendable y decidimos esperar más».
Los días que no están en el prado están en proceso de ordeño. Se ordeña a las siete de la mañana y a las tres de la tarde y después la burra y la cría, que ha sido alimentada de forma separada, vuelven a estar juntas el resto del día. Lo fundamental, «que haya poco estrés», el mínimo posible, en los dos animales. Las burras pierden la leche cuando pierden el reflejo de tener a la cría mamando. En concreto, asegura Jesús de Gabriel, las burras tardan solamente cinco días en «secarse» una vez la cría deja de alimentarse de la leche de su madre.

Buleza, cuando ordeña, que no son todos los días, produce entre 30 y 50 litros de leche. Una cantidad pequeña que encuentra cierta rentabilidad en el mercado de la mano de la leche y los cosméticos. El queso de leche de burra se comercializa de mano de Hacienda Zorita, hay una línea de cosméticos que se vende en grandes superficies y un queso brie, que tiene una producción más escasa, y que comercializa directamente Buleza. También hay yogures, muy pocos. Y planes, asegura De Gabriel, para comercializar leche de burra para el consumo directo, pero es complicado porque la producción es muy escasa y conlleva unos protocolos de envasado y tratamiento diferentes a los del resto de las leches. «Es difícil encontrar una empresa que pueda hacerlo con una producción tan pequeña», apuntan desde Buleza.
Una vuelta al origen
En su fisionomía, el burro zamorano ha vuelto a los estándares de tamaño que históricamente ha tenido, dejando ya aquellos animales quizás demasiado grandes para la raza. «Lo que nos pasó es que los tratados de zootecnia no hablan del burro doméstico, que es el más normal, el que había en las casas, pequeño pero muy útil. El único que se estudia es el garañón, un animal muy grande, que tiene mucho valor pero que es poco versátil. Hemos considerado que la talla de un burro zamorano es de 140 o 145 centímetros y que no pase de ahí. El garañón, con 170 centímetros, impresiona, pero no es muy útil ni para criar ni para funcionar».
El objetivo fundamental de Aszal, que no es otro que conservar el patrimonio genético que existe, «se va cumpliendo». «Estamos en un momento de estabilidad, pero es necesario mantener el estímulo de los criadores y buscar nuevos usos» para que las ganaderías sean rentables partiendo de la base de que, el que quiera burros solo para hacer dinero, va a llevarse más de un disgusto. «El ganadero que quiera criar estos animales tiene que tener la ilusión por hacerlo, querer hacerlo, no buscar solo el dinero», asegura De Gabriel. Actualmente hay unos doscientos ganaderos dados de alta, aunque son alrededor de sesenta los que están más activos e implicados con el mantenimiento de la especie.
Otros usos
Buleza está también implicada en el uso de burros, normalmente machos, para espantar a los lobos de los ganados de vacas y ovejas, un uso que se ha demostrado funcional aunque puede no ser suficiente en explotaciones que sufran ataques del lobo con demasiada frecuencia. «El burro puede ser la primera opción porque no supone ninguna carga al ganadero», apuntan desde Aszal. Y existe un proyecto muy importante de pastoreo en las zonas en las zonas cercanas a los pueblos, donde han quedado prados y rastrojeras sin utilizar y donde los burros pueden hacer una función de conservación del entorno. «La función del herbívoro», en definitiva, que han dejado de realizar los animales en los pueblos porque cada vez hay menos gente y menos ganaderos.

«El burro zamorano puede tener muchos usos, pero lo importante», resume Jesús de Gabriel, es «concienciar» a la población de la necesidad de mantener la especie. «Es complicado encontrarle rentabilidad y que los ganaderos apuesten por ella, por eso es necesaria la ayuda de las instituciones», como la que Buleza ha recibido esta semana de manos de la Diputación de Zamora, de 55.000 euros para continuar desarrollando su trabajo. «La ganadería es ya de por sí complicada y con algunas especies, lo es más». Por eso, razonan desde Buleza, es importante el cooperativismo. «Sacar rentabilidad a estos animales es una tarea complicadísima, casi imposible cuando un ganadero quiere ir por su cuenta. Pero si vamos todos juntos, tenemos más producción y podemos ofrecer más. Es el camino, no queda otra».