El pastoreo tradicional está en peligro por numerosos factores. En cada oportunidad que tienen, los ganaderos, sus asociaciones y las organizaciones que representan al sector ponen sobre la mesa la falta de ayudas, los problemas de rentabilidad o los peligros que acechan a causa de la presencia de la fauna salvaje, particularmente del lobo. En ese último punto, conviene apuntar que muchos ganaderos optan por los perros para la protección de sus rebaños, una alternativa que no sale precisamente gratis.
Un estudio elaborado por investigadores del Instituto Mixto de Biodiversidad del CSIC y del Itacyl, publicado recientemente en la revista Sustainability, pone de manifiesto que los perros, y particularmente los mastines, «pieza clave para proteger al pastoreo tradicional», generan costes económicos, ambientales y sociales «que no se reconocen suficientemente».
El análisis se centra particularmente en la protección frente al lobo, y está basado en encuestas realizadas a pastores de Castilla y León, entre ellos varios de Zamora. Ese estudio revela que «una explotación media con 750 ovejas necesita alrededor de cinco mastines y tres perros carea para proporcionar seguridad al rebaño». Según los investigadores, el número de mastines crece en proporción al tamaño de la ganadería (0,6 mastines por cada 100 ovejas), mientras que el de careas se mantiene estable.
Esas cifras suponen que, para una explotación de ese tamaño, el gasto por tener perros guardianes podría alcanzar los 3.500 euros al año, pues los investigadores estiman que el coste anual para los carea es de 364 euros por ejercicio, mientras que el de los mastines subiría a los 500. «Esto supone una carga considerable para explotaciones de baja rentabilidad. Además, la huella de carbono de mantener estos animales equivale a cerca del 7% de las emisiones de toda la granja», alertan los responsables de la investigación.
El trabajo también advierte de la existencia de conflictos sociales crecientes: un 61% de los pastores reconoce incidentes con los perros guardianes, principalmente persecuciones a ciclistas o caminantes. «Los mastines son imprescindibles para la convivencia entre el lobo y la ganadería extensiva, pero suponen costes ocultos que recaen casi en exclusiva sobre los pastores», subraya el equipo investigador.
En ese sentido, los autores alertan de que, «sin estrategias de apoyo y compensación adecuadas, la expansión de la población de lobos en España podría agravar la crisis del pastoreo tradicional, un sector ya en retroceso por falta de relevo generacional, baja rentabilidad y largas jornadas de trabajo». También aseguran que la creciente conflictividad puede fomentar un mayor rechazo social a la conservación del lobo.
El estudio recalca que es «urgente» diseñar políticas de coexistencia que reconozcan el papel de los pastores como gestores de la biodiversidad y compensen los costes económicos, sociales y ambientales que asumen para garantizar la protección de sus rebaños.
El investigador de los GPS
Uno de los investigadores responsables del estudio es el biólogo Javier Pérez Barbería, conocido en Zamora por sus estudios vinculados a la trashumancia. Este científico colocó en su día los GPS que están utilizando algunas de las ovejas que viajan en verano a la sierra desde Aliste, como parte de una prueba piloto para «monitorear el movimiento de los animales».
Pérez Barbería señala, ya en relación al nuevo estudio, que los ganaderos precisan de perros que protejan al ganado. Por eso, en casos de explotaciones grandes, hay pastores que disponen de trece mastines. Según las cuentas del estudio, esto supondría 6.500 al año para mantener al guardián: «Este es un método eficaz. Lo dicen los propios pastores que están todo el día con los rebaños», advierte el investigador.
El biólogo del CSIC añade, además, que los pastores están haciendo ese esfuerzo que, de manera indirecta, permite favorecer la convivencia entre las ganaderías y el lobo. Eso sí, cargan con el coste a sus espaldas: «Lo están pagando de su bolsillo y hay que reconocerles ese papel», resalta Pérez Barbería, que apunta que, dentro del estudio, se señala que existen ayudas menores en provincias como León o Palencia para compensar de algún modo a los pastores.
En cuanto a la parte social, Pérez Barbería apunta que, para evitar conflictos, «lo ideal es estar siempre encima de los perros, no dejarlos desatendidos», aunque reconoce que no siempre es posible. Para evitar problemas en zonas donde suelen estar los rebaños, el investigador reclama soluciones formativas, «enseñar un poco a la gente» para que sepa cuando no ha de acercarse.