Hace unos años, Ismael Moreno, que vive enfrente del colegio de Sanzoles, tenía un pájaro. Él trabaja en Zamora por la mañana y por la tarde oía al pájaro cantar con un sonido que, bien oído, pareciera el trajín de niños jugando. No tuvo la cosa más importancia hasta que un día, seguramente festivo en Zamora, él no fue a trabajar y escuchó un sonido idéntico al que hacía su pájaro. Efectivamente, eran críos jugando, el ruido que se escapaba del patio de la escuela del pueblo cuando tenía más vida. El pájaro había aprendido a imitar el sonido que recibía cada mañana de los niños. Hasta que los chavales escasearon y en la zona se hizo el silencio por la mañana. El año pasado, con el colegio cerrado, el silencio ya era total.
Este lunes, al pasar cerca del bar, se escucha algo similar. Muy tenue. Son pocas las risas las que se oyen, tres voces que, unidas, elevan el sonido que solo emite un grupo de niños cuando está jugando. En Sanzoles, después de un trabajo ingente llevado a cabo durante los últimos meses, el colegio ha vuelto a abrir. Para el pueblo, una alegría como pocas, asegura su alcaldesa, Celia García, visiblemente satisfecha tras el logro alcanzado. «Esto es lo mejor que le ha pasado al pueblo en mucho tiempo», celebra.
En la localidad de Tierra del Vino la escuela ha vuelto a la vida con tres niños. Dos son de Infantil y una, de Primaria. Pero las perspectivas son buenas. Si todo va bien, el enero se matriculará un crío más y el año que viene podrían ser otros dos. Seis en total. Parecen pocos habida cuenta de que en Sanzoles hay 22 en edad escolar, pero lo sucedido en el pueblo en los últimos tiempos cerca ha estado de llevarse por delante la escuela. Los padres decidieron en masa sacar a sus hijos del colegio por problemas con la profesora. Ahora, con nuevo equipo docente, la esperanza es que más familias se animen y lleven a los niños al colegio del pueblo. La mejor escuela, ya se sabe, es la que está cerca de casa.

«Estuvimos todo el año pasado intentando que volviera a abrir la escuela y al final lo hemos conseguido, y con todos los servicios», celebra la regidora municipal en referencia a las opciones para quienes tienen que dejar a los niños antes de la hora de entrada o después de la hora de salida. Las buenas noticias son dobles aquí, puesto que la intermediación del equipo de Gobierno, que se ha implicado en bloque en la tarea de reabrir las instalaciones, ha conseguido además que una nueva familia se instale en la localidad. Se les ha facilitado una casa y alguna oferta laboral para intentar, dice Ismael Moreno, concejal en el pueblo, fijar población.
El tercero, un chaval del pueblo
La familia llegó con dos críos, pero hacía falta un tercero para llegar a los tres que, como mínimo, exige la Consejería de Educación para poder abrir un colegio. Y aquí entró en escena una madre del pueblo, Felisa Gallego, que ha decidido matricular a su pequeño Kilian en las instalaciones que tiene, también, a una calle de distancia de su vivienda habitual. «La alternativa era ir a Moraleja al CRA, van en autobús, pero mi hijo es muy inquieto y el viaje no iba a ser bueno. Mejor este colegio, cerca de casa», celebra mientras su pequeño corretea por el hall de la escuela. «Yo apunté al niño de primeras, pero me dijeron que era el único y que con un niño no se podía abrir la escuela, así que lo inscribí en Moraleja. Pero hace unos días me llamó Celia», la alcaldesa, «para decirme que habían conseguido dos niños más y que si matriculaba a Kilian, se abría la escuela. Así que adelante», declara la madre.
Tanto el equipo de Gobierno como Felisa esperan que haya más familias del pueblo que decidan matricular aquí a sus hijos y den vida a las instalaciones. Para el año que viene hay dos críos que inician la etapa escolar y cuyos padres, indica la regidora municipal, han manifestado que están interesados en matricular a sus hijos aquí. «Y hay más que estaban esperando para ver que efectivamente había cambiado la profesora y que pueden pedir ahora un traslado» desde el CRA de Moraleja o desde otro centro. «Ahora tenemos el trabajo de intentar convencer a las familias, que no es algo fácil porque, lógicamente, son remisos a cambiar a sus hijos de colegio tantas veces».
«Con tres niños se pueden hacer muchas cosas»
De los niños, y del centro en general, se va a encargar Juani Rodero, la maestra responsable. En el primer día del curso la profesora intentaba familiarizarse con unas instalaciones que, para tres niños, son enormes. El patio da para un equipo de fútbol, hay biblioteca, gimnasio y las aulas están muy bien equipadas. No es la primera experiencia de la maestra con grupos pequeños, el año pasado dio clase a siete alumnos, pero sí la más «radical», con solo tres niños.

Está confiada y defiende los valores de una educación «tan personalizada», donde los niños más pequeños «suelen ir más adelantados», porque van cogiendo cosas de los que van delante, y los mayores se hacen «muy responsables» al estar siempre pendientes de los más pequeños. A nivel curricular, dicen los docentes, los resultados son óptimos. «Con pocos niños se pueden hacer muchas cosas, son muy agradecidos, el trabajo es gratificante», apunta Rodero en lo que dura la pausa del recreo, antes de volver a clase con los dos mayores porque el pequeño Kilian, que anda de periodo de adaptación, ya se marcha para casa. «Mañana un ratito más», le dice la profesora, que parece haberse ganado la confianza del chaval en solo unas horas. «A mí me da buena impresión esta maestra», celebra la madre. «A ver si se anima más gente y esto es lo que fue en su día», concluye. Poco a poco.