Noche del 22 al 23 de agosto. La cita de esa madrugada tiene lugar en Palacios del Pan. Como días atrás en Arcenillas, Badilla de Sayago, Bermillo de Alba, Villalba de la Lampreana, Llamas de la Ribera, Litos o Villanueva de las Peras. La Orquesta Expresión ha protagonizado las verbenas de todos esos pueblos entre el 13 de este mes y el instante en el que arranca esta crónica. En total, la empresa tiene agendados más de veinte bolos en agosto. Se diría que lo habitual para estas fechas.
Acostumbrados a ese ritmo, los trabajadores siguen una rutina casi militar. Se acuestan cuando asoma el día, al terminar de recoger y tras regresar a casa. Luego se levantan a primera hora de la tarde, comen, vuelven a la furgoneta para viajar rumbo al pueblo que corresponda y montan nuevamente el espectáculo. En el caso de los cantantes y los músicos, el asunto se resume en probar, parar para cenar, vestirse, calentar, subirse varias horas al escenario y acabar con la adrenalina arriba antes de ponerse un día más en carretera.

Lo cuenta una de las mujeres que, en esa noche de Palacios del Pan, canta, baila, anima al público y se planta en el escenario dispuesta a convertir en especial una madrugada que, para ella, repite el patrón de todas las anteriores. Pero en este trabajo una no puede dejarse llevar: «Esto requiere estar activa y presente», advierte Lucía Canas, una de las artistas de la Orquesta Expresión. Ella misma reconoce el cansancio, pero evita las quejas: «Hago lo que me gusta y puedo ganarme la vida», recalca.
Desde luego, la pasión por el escenario parece una condición indispensable para hacer bien este trabajo. Si uno se para a pensar en los kilómetros que llevan las piernas y la voz de Lucía en las últimas semanas, resulta imposible no darle mérito a su capacidad vocal, su sonrisa y su entrega en Palacios del Pan: «En este pueblo, la gente se anima un montón, pero hay otros en los que cuesta. En algunos, hasta que no llegamos a la parte de rock, es más difícil. También depende de la zona», asume la cantante, que acumula siete años en Expresión y que va ubicando las plazas donde le toca actuar.
«Me acuerdo un montón cuando llego y veo el sitio», comenta Lucía, que agradece que, en esta campaña, casi todo esté siendo más cerca. Otros veranos, la orquesta se movió más por provincias como Burgos o Soria. Más kilómetros, más horas y menos descanso. «Este año, siempre vamos y volvemos. Eso se agradece», explica la cantante, que insiste en que, aunque esté agotada, «cada pueblo se merece lo mejor».

Ida y vuelta
Además, su cansancio este año está más justificado. Desde septiembre de 2024, Lucía Canas vive en Madrid. Allí se forma en Interpretación Audiovisual y Escénica. «He tenido que venir todos o casi todos los fines de semana a cantar o a ensayar», señala la trabajadora, que recuerda bien su rutina ferroviaria: «Cogía el tren de las ocho y veintitrés de los viernes». Con ese panorama, la temporada ha sido «bastante durilla». Ahora, en verano, se queda en Zamora. Si no, sería inviable. En septiembre, tocará de nuevo el ida y vuelta.
Al menos, hasta el final de la temporada. Luego se verá cómo se afronta todo ese «trajín». Lo que tiene claro Lucía es que su cambio de aires a Madrid ha sido «una de las mejores decisiones que ha tomado». En su formación, además, la experiencia en la orquesta está soplando a favor: «Siento que me ha dado muchas tablas y los profesores me dicen que se nota la presencia y la madurez», sostiene la artista.
Cuando regrese a las aulas, Lucía Canas podrá contar que, en medio de los incendios que castigan a Zamora y a León, cantó para un pueblo mientras le caía ceniza. También, que a primeros de agosto, en Madridanos, cuando se tomaron las fotos para este reportaje, apenas tenía voz antes de subir al escenario. Pero siempre hay trucos para salir y darle a la gente la noche «especial» que espera.
