Domingo 10 de agosto, 14.25 horas. El termómetro marca aproximadamente 38 grados en la frontera entre las comarcas de La Carballeda y Benavente y Los Valles. Media provincia está de vacaciones, buena parte en los pueblos. También en los de esa zona. Justo en ese instante, y fruto de una acción humana aún por determinar, se prende la llama. Ocurre entre los términos de Uña de Quintana y de Molezuelas de la Carballeda, tan en medio de ambas localidades que la Junta ubica el incendio primero en una parte y luego en la otra. Acaba de comenzar la semana del fuego en la provincia.
A partir de ahí, los acontecimientos se desarrollan a toda velocidad. El fuego avanza y comienzan los desalojos. Primero, el de Molezuelas de la Carballeda, que da nombre al incendio y se convierte en el primer núcleo habitado en ver la amenaza cerca, aunque luego está lejos de ser el que se lleva la peor parte. Tampoco sufre los daños más graves Uña de Quintana, el segundo lugar en recibir la alerta para que sus vecinos abandonen las casas y lo dejen todo atrás para ponerse a salvo del fuego.

En los días siguientes, unas 25 localidades de la provincia acabarán recibiendo avisos de esas características. Hay que salir porque las llamas se acercan. Se acercan o llegan. El incendio de Molezuelas alcanza ese mismo domingo las casas de Cubo de Benavente. Solo las intervenciones «in extremis» evitan más daños sobre la zona habitada. Aún así, un par de naves y tres viviendas caen presa del fuego. Es la primera gran consecuencia.
Ya el lunes, el incendio se descontrola por la tarde. Primero, cerca la localidad de Congosta. Después, se mete hasta la cocina en Carracedo o Ayoó de Vidriales y empuja hacia León, donde será aún más virulento. Allí arderán más pueblos, se quemarán más hectáreas y morirán, al menos, dos personas en la batalla contra las llamas. Con sus fallecimientos viene lo irreversible, el auténtico drama; lo que no se puede reconstruir.

Mientras el fuego avanza en esa frontera provincial entre Zamora y León, al caer la tarde se declaran otro par de fuegos: uno en Entrepeñas, que se ataja pronto, y otro en Puercas, que enseguida alcanzará el nivel dos y el mismo protagonismo que el de Molezuelas. Las llamas en Aliste devuelven a la gente al drama de la Culebra, y la sociedad zamorana regresa por completo a aquellos días entre junio y julio de 2022. El fuego ataca inmisericorde.
La noche del 11 al 12 de agosto pasa tensa en Puercas. Los vecinos claman por más medios y se implican para defender sus casas. El fuego avanza, pero no golpea al corazón de las localidades. Eso ocurre unas horas más tarde, a media tarde del martes, cuando Abejera ve cómo las llamas entran como centellas a sus zonas habitadas. Se queman construcciones, estalla un depósito, arde un coche. Seis personas resultan heridas. Cinco días después, cuatro de ellas siguen hospitalizadas, tres en estado crítico y otra grave. Más tarde, la Guardia Civil informará de que la chispa se prendió por una imprudencia.

Esa misma noche, uno de los múltiples incendios declarados en Ourense avanza hacia Castromil. Unas horas después, ese se convertirá en el tercer incendio que alcanza el nivel dos en Zamora en apenas cuatro días. No será el último. Los esfuerzos de contención logran apaciguar las llamas en Aliste, en La Carballeda o en Los Valles tras jornadas eternas para los servicios de extinción y para la gente. Queda lo calcinado, un horizonte negro.
La atención viaja entonces a la Alta Sanabria, a la batalla de Castromil por que el incendio no pase a su término. El optimismo y el pesimismo se alternan, pero el pueblo se defiende. También miran con inquietud Pías y sus anejos. Como Porto. En esta última localidad, por si faltaba poco, un rayo provoca otro fuego. Parece cosa de poco, pero se mantiene activo. Hasta que estalla.

Las jornadas del jueves y del viernes transcurren con la vista puesta entre los límites de la Alta Sanabria y Ourense. Se cortan trenes y carreteras, se acometen desalojos preventivos, se limita el baño en el Lago, se miran el viento y el cielo con inquietud ansiosa. En la noche del día 15, la jornada festiva por antonomasia, parece que todo se calma, que se acerca el final. Pero quedan giros por venir en esta semana fatídica.
En la tarde del sábado, una tormenta agita el viento en Porto de Sanabria y da alas al fuego, que se expande por la sierra. Sigue la amenaza sobre el pueblo, también ahora en torno a la parte de Ourense. Por si le faltaba algo a la provincia vecina. La Junta declara el nivel dos. Ahí está la foto fija en el día en el que se cumple una semana de aquella tarde calurosa entre Molezuelas de la Carballeda y Uña de Quintana. Son cuatro grandes incendios, una superficie calcinada provisional de, al menos, 13.000 hectáreas. Cuando acabe el recuento, habrán sido más.
