En Zamora, hay un grupo de mujeres capaces de sostener a un equipo de fútbol y a otro de fútbol sala a un paso de la élite. Primero, defendieron los colores del Amigos del Duero entre la arena, la hierba y el barro; más tarde se enrolaron en el River para pelearse en la goma y la tarima. Les bastó un pequeño tiempo de aclimatación, algún refuerzo y su talento, pero en la pasada primavera acabaron alcanzando el peldaño de la Segunda División, el mismo en el que se asentaron cuando competían en el once contra once.
“Cada vez tenemos menos cosas de fútbol, pero al principio jugábamos igual solo que en espacio reducido”. Quien habla es Lara Morín, una de las veteranas de un grupo ya de por sí experimentado. “Ahora, vamos cogiendo ritmo a nivel grupal, aunque este año la experiencia que empezó dulce se está volviendo un poquito más amarga”, admite. El equipo va penúltimo, lleva cuatro puntos y parece condenado a pelear por eludir el descenso, en el mejor de los casos. Algo lógico, por otra parte, dadas las circunstancias.
El River juega básicamente con el mismo equipo que competía en Regional y apenas ha incorporado a un par de mujeres que, como el resto, juegan sin cobrar. En su liga, hay jugadoras internacionales, filiales de equipos de Primera que destacan en “físico y en velocidad” y estructuras semiprofesionales que se alejan de la de un equipo compuesto casi en exclusiva por gente de Zamora y que ni siquiera entrena siempre en el mismo sitio.
Solo un entrenamiento en el Ángel Nieto
De hecho, el equipo juega sus partidos en el Ángel Nieto, pero solo entrena una vez a la semana en esa pista. Las otras dos sesiones las realiza en el Manuel Camba con los condicionantes lógicos que impone su realidad amateur: “Yo vengo con ganas porque necesito ponerme al día físicamente, pero tengo que tirar de personas que me echen una mano para poder conciliar con la vida familiar”, señala Morín.
Tanto ella como Sara Fernández, más conocida como Zizu, llevan años asumiendo que es precisamente la familia la que más apoyo les brinda tanto en el apartado personal como en el seguimiento deportivo: “Siendo sincera, ojalá hubiera más repercusión”, señala Morín. Su compañera constata lo que hay: “A las chicas es lo que nos ha tocado siempre”. Lo cierto es que las dos dan por hecha esa circunstancia y se enfocan más en lo meramente competitivo: “Nos toca espabilar”.
Eso de competir se le da bien a Sara Peláez: “El objetivo es mantenernos en esta categoría tan difícil”, subraya la jugadora del River, que pone el acento sobre los cambios de pista: “Estar en Segunda División y no entrenar donde juegas… El balancesto y el balonmano sí lo hacen”, recalca la futbolista zamorana que lamenta la oscuridad mediática en la que viven instaladas: “Mucha gente ni siquiera sabe que estamos en esta categoría”.
Un gran salto
Su entrenador, Pablo Rivas, sí es consciente del reto al que se enfrenta con su equipo: “El salto de categoría es brutal, y más desde la Regional de Castilla y León. Somos conscientes de que hemos llegado por méritos propios y el objetivo es mantenernos con el bloque, pero nos falta adaptarnos”, analiza el técnico, que aún así ve al grupo listo para lograr la salvación: “Estamos capacitadas”.
Esa confianza no excluye la necesidad que tendría el River de contar con algún refuerzo: “No voy a negar que nos gustaría tener dos jugadoras que garantizaran 40 goles cada una por temporada”, reconoce Rivas, que argumenta que “la defensa se trabaja y el ataque se compra”. Eso de ir al mercado es irreal en las condiciones actuales, pero se convertirá en “imprescindible” a medio plazo.
El entrenador es consciente de que las jugadoras que han participado en este reportaje y varias más que forman parte de la plantilla han dado forma a una generación difícilmente repetible en la provincia. ¿Les falta un poquito de reconocimiento? “No solo un poquito, falta mucho. Han puesto al fútbol de Zamora en el panorama nacional y esto del fútbol sala lo han conseguido siendo ya veteranas. Eso tiene mucho mérito”, zanja el jefe del banquillo. El reto ahora para ellas es elevar el nivel para asentarse en la liga y seguir picando piedra para ver los pabellones llenos. Aunque sean otras quienes vayan a disfrutarlo dentro de unos años.