«Bastante poco ha sido». El tópico es lo único que viene a la boca cuando uno contempla la estampa que ha dejado el fuego en Cubo de Benavente, el pueblo más golpeado por el incendio de nivel 2 declarado el domingo en Molezuelas de la Carballeda. Ya de camino a la localidad, por la infame carretera llena de baches y de peligros que une Rionegro del Puente con la provincia de León, el panorama asusta. Las cunetas y las parcelas ubicadas al pie de la calzada están completamente calcinadas, los árboles son historia y algunas zonas todavía humean. No ha quedado nada.

Pero lo más inquietante está en la parte habitada. A eso de las once y media de la mañana, una densa columna de humo sale todavía de las entrañas de una nave ubicada en la travesía de Cubo. La instalación donde se almacenaban material y herramientas aparece con la estructura deformada, completamente destruida por las llamas. Con la mirada en la puerta, aún se aprecia cómo el fuego termina de devorar lo que queda. Los vecinos, que acaban de ser realojados tras pasar la noche entre el pabellón de Camarzana y otras localidades de la contorna, pasan a pie o en bicicleta para verlo y constatar lo evidente: el incendio entró de lleno.

De hecho, si uno se da la vuelta en ese mismo punto hacia la carretera que conecta Cubo con Villalverde, la estampa muestra un campo de fútbol arrasado, el entorno de la pista polideportiva quemado por completo, la parcela donde se ubica el parque infantil aún humeante y, lo que es peor, la señal del fuego a la puerta de las casas. Un pajar cercano no pudo librar; tampoco algún muro que delimitaba una propiedad. Solo la acción puntual de los bomberos evitó un desastre mayor.
Pero aún así hubo daños en las viviendas. Al menos, en un par de ellas. Una es propiedad de un hombre llamado Ángel Paramio, que charla con un grupo de gente al pie del inmueble, cerca del bar. Allí cuenta que el daño se produjo en la parte trasera. «Es mi casa, pero no vivo en ella», aclara el vecino, que sí acudía a diario para atender a las gallinas y para trabajar un huerto que ahora es historia: «También creemos que el tejado está afectado, porque el que había al lado se ha venido abajo. Podéis dar la vuelta e ir a verlo», recomienda.

Efectivamente, la parcela que corresponde a la casa de Ángel se encuentra totalmente arrasada por detrás y, a su vera, la casa contigua ha perdido el tejado. En ese rato, los bomberos trabajan aún en la zona y advierten: «No os acerquéis más, porque está peligroso». En estas horas, el trabajo de los profesionales se basa en controlar que las llamas no se reaviven y que nadie corra más riesgos de la cuenta. Por eso, Cubo de Benavente es este lunes un lugar plagado de guardias civiles, bomberos y miembros de la UME.
Junto a ellos están los vecinos, que comentan la jugada. Alguno prefiere no hablar para no liarla: «¿Que qué ha pasado? Pregúntale al presidente de la Junta, que te lo diga él», sugiere uno de los hombres que busca la sombra en la zona centro. Al final, es de nuevo Ángel Paramio el que cuenta que las últimas horas han sido tensas, que la actualidad se ha ido siguiendo vía Whatsapp y que algunos como él decidieron pasar la noche en Nogarejas, el pueblo leonés cercano, en lugar de quedarse en Camarzana.

«Al llegar hemos visto que nos ha cogido del todo», constata el vecino, que subraya que, aparte de la nave del centro, hay otra rumbo a Congosta que también ha sido víctima del fuego. Casi en cada rincón hay una faena. Y en Cubo de Benavente hay susto, cabreo y pena. Unas chicas jóvenes, que responden al nombre de Joane y María y que pasan aquí el verano, van hasta el cementerio para comprobar que, por dentro, no ha habido desastre, a pesar de lo que se ve por fuera. De milagro.
«También hay zonas donde había mucha maleza alrededor», lamenta otro hombre llamado Francisco Andrés, que pronto va también para el centro a ver lo que ha pasado. Antes de llegar se para frente a unos carteles. Uno de ellos es el del programa de las fiestas de Cubo de Benavente, que comienzan este jueves. Todavía olerá a quemado.
