El origen del proyecto personal de Elisa Sánchez hay que buscarlo en dos golpes y una pasión. El primero de los impactos llegó un día cualquiera de noviembre, cuando esta veterinaria acudió a su puesto de trabajo en la clínica Kinditin y se encontró, como el resto de sus compañeras, con que la tarjeta para fichar no funcionaba. Parecía un error, pero era una decisión. La cadena que gestionaba el negocio había decidido poner fin a la actividad de forma abrupta. Ellas, a la calle; los animales pendientes de tratamientos, tirados. No hubo ni posibilidad de réplica.
El único rayo de luz que apareció entonces entre aquellos nubarrones para la protagonista de esta historia fue su pasión por desarrollar una disciplina profesional generalmente desconocida, que había aprendido recientemente y que ya venía aplicando en Kinditin: la fisioterapia para animales. Esa expectativa de abrirse camino en solitario por esa vía la empujó al autoempleo. Y de ahí nació un plan que ahora se ha transformado en la clínica veterinaria Azar, abierta desde hace algunas semanas en la Carretera de Salamanca, en el corazón del barrio de Pinilla.
¿Y cuál es el segundo golpe?, se preguntará el lector. Para conocerlo hay que acudir al nombre y a una de las aficiones de Elisa: los galgos: «Es como se llamaba una perra que me robaron hace un tiempo. Lo hago como homenaje», señala esta joven de Peleas de Abajo, que habla de todo esto en la propia clinica, donde todo está nuevo y donde la profesional zamorana funciona sola después de lidiar con la deshumanización que trae aparejado, en ocasiones, el vínculo con las grandes empresas.
«Cuando cerró Kinditin, yo le decía al jefe que, sin desprestigiar a nadie, eso no era una tienda de ropa que pudiera cerrar así como así. Nosotros teníamos pacientes con tratamientos por cumplir, resultados por dar y hasta una gata esperando una transfusión para el día siguiente. Nos tocó gestionarlo todo súper rápido y fue muy traumático», narra Elisa Sánchez, que se aferró a esa expectativa de funcionar por su cuenta, la idea que ha conseguido plasmar poco más de medio año después.
«Yo ya tenía la idea de montar algo, pero es difícil atreverse a dar el paso. Con el cierre, me dieron el empujón que necesitaba y dije: es el momento», señala Elisa, que en su nueva clínica cuenta con una zona particular para los servicios de fisioterapia: «Trabajo con animales con tratamientos posquirúrgicos, que han tenido cirugías de trauma, y también con animales mayores a los que les cuesta levantarse o se cansan mucho y el dueño quiere darles calidad de vida», aclara la veterinaria.
En este capítulo entran sobre todo animales domésticos, aunque la profesional también hace alguna salida para atender caballos. Ahora bien, la especialidad de la casa son los perros de deporte, los galgos: «Hago mucho tema de preparación y recuperación que, con el tema de la fisioterapia, se me ha potenciado mucho más», admite Elisa, que a la hora de asentarse en solitario también tuvo que responder antes a una pregunta clave: ¿Dónde?
Y la respuesta llegó tras el análisis de varios factores: «Lo primero que miré es que se aparcara bien, porque yo decía: jobar, si la mayoría de los perros con los que trabajo vienen con cojeras, están paralíticos o así, no quiero que nadie los tenga que traer a cuestas», justifica la veterinaria. A ese pensamiento se unió que otra clínica del barrio había cerrado hace algún tiempo. Por eso surgió Pinilla, como centro de fisioterapia y también como consultorio básico.
Los nuevos y los de siempre
En las semanas que lleva abierto, la profesional ha comprobado cómo la gente del barrio se va acercando y también que unos cuantos fieles de Kinditin están confiando de nuevo en ella: «Me dan la vida cuando los veo», concede la veterinaria, que de momento ha empezado con esto sola, pero que tiene la intención de contar pronto con un profesional de apoyo. De momento, Diego, de Sylvestralia, le echa una mano con algunas pruebas. Es una mano amiga para empezar a andar.
En medio de la conversación, Elisa atiende a un cliente que entra en la clínica. Luego, muestra todas las dependencias, aún casi sin tocar. Lo hace orgullosa de lo que ha montado, de lo que ha salido de su ambición y del empujón que le dio el cierre de Kinditin. De los golpes, una se levanta.