Los entierros cuadruplicaron a los bautizos en la provincia de Zamora durante el año 2022. La estadística publicada este miércoles por el INE reveló ese dato que ya no sorprende a nadie. Por los 711 nacimientos que hubo a lo largo del año, ni dos por día, se produjeron 2.819 óbitos. El saldo vegetativo de -2.108 personas ofrece un panorama difícil de compensar y, sobre todo, muy complejo de revertir, habida cuenta de otras cifras complementarias que hablan de envejecimiento, masculinización y comarcas instaladas en la ausencia de desarrollo industrial.
Con este panorama, resulta cómodo instalarse en la negatividad, pero siempre hay un clavo al que agarrarse, incluso con los peores datos. En el caso de los indicadores demográficos de Zamora correspondientes al curso 2022, ese asidero se encuentra en los siete ayuntamientos donde nacieron más que murieron. Son apenas un puñado dentro de los 248 municipios que hay repartidos por el territorio, pero nadie les puede quitar que, al menos coyunturalmente, crecieron en el movimiento natural de su población.
El municipio que más impulso tomó por esta vía fue Torres del Carrizal, que vivió un auténtico «baby boom» en 2022, dentro de lo que es su contexto. Ocho nacimientos en una localidad de 415 vecinos de la España Vaciada dieron forma a un fenómeno llamativo que se vio reforzado además por un número de decesos relativamente bajo: apenas cinco. De ahí salió el +3 para uno de esos lugares que aún se agarran a la cercanía de Zamora para resistir con más entereza.
Más próximos aún a la capital se encuentran otros dos pueblos de esta lista: Monfarracinos y Roales. Estos municipios de tamaño similar, sin anejos y con una función de localidad dormitorio registraron cifras idénticas en el 22: ocho nacimientos y seis muertes. Todo va bien mientras haya una ganancia a la que muchas veces hay que sumar la que procede del saldo ventajoso entre los que llegan y los que se van. Una anomalía en el contexto provincial.
Lejos de la ciudad
A partir de ahí, aparecen otros cuatro municipios más alejados de la ciudad y que lograron ganar un vecino por la vía del saldo vegetativo a lo largo del curso pasado. Ahí aparecen Peñausende, con seis nacimientos y cinco muertes; Santa Clara de Avedillo, tres y dos; o Losacio, dos y uno. En este último caso, emerge un lado poético. No en vano, 2022 fue el año del devastador incendio originado en su término y que la vida venciera a la muerte no deja de ser un bonito guiño del destino.
Como detalle, también cabe destacar que el otro ayuntamiento que zanjó el curso con un saldo positivo lo hizo esquivando a la parca. En Villardondiego, hubo un nacimiento y ninguna muerte. Lo mejor siempre es que, al hacer balance, no falte nadie
La otra cara de la moneda
En lo que se refiere a los municipios donde el saldo negativo ha sido especialmente malo, destaca lo ocurrido en la capital, con 479 muertes más que nacimientos; en Benavente (-100) o en Toro (-85). También llama la atención que Morales del Vino (-4) aparezca en negativo o que haya pérdidas gruesas en ayuntamientos pequeños, los casos de Ferreras de Abajo (-18), Moreruela de Tábara (-15) o Coomonte (-14).