Andrea Vega y Patricia Fernández llegan a la cita risueñas, pero lejos de la euforia. Pronto contarán por qué. De momento, conviene aclarar que son amigas, que comparten vecindad en Los Bloques, que son alumnas salientes del María de Molina y que tienen dos de las mejores notas de Zamora en la fase extraordinaria de la Prueba de Acceso a la Universidad, celebrada en julio. De hecho, el 9,329 de Andrea es el techo de la provincia en estos exámenes. Y Patricia se ha quedado en un 9,325.
¿Entonces qué pasa? Que aún así no entran a las carreras que tenían en mente. O no está claro. Para el acceso a la Universidad, se prioriza la nota que el alumno ha obtenido en la convocatoria ordinaria, la de junio. Ellas también se presentaron a esas pruebas, y consiguieron una puntuación alta, pero no les alcanzó. Andrea iba para Medicina; Patricia, para Biomedicina.
La primera asume ahora que, al menos el primer curso, tendrá que comenzar por Enfermería; la segunda sueña con entrar en el grado al que aspira. Pero «en segunda o tercera lista» y en Cantabria. Su historia es la de unas adolescentes con ambición, peleadas con la nota de corte y con un sistema que valora su nota de julio… para el curso 2026-2027.
Así lo cuentan las dos alumnas, que explican que la puntuación obtenida merced al esfuerzo de presentarse a la convocatoria extraordinaria de la PAU, después de un largo ciclo bianual de Bachillerato, será tenida en cuenta para la nota de corte del siguiente curso académico. «En junio fallé yo en una de las asignaturas, fue un error mío. Luego, en otras, me esperaba mejores correcciones», señala Andrea, que se quedó a pocas décimas del listón para Medicina en la Universidad de Valladolid.
En el caso de Patricia, más de lo mismo. En algunas de las valoraciones de junio no vio reflejado el esfuerzo del año. Su nota global sobre catorce, la que ha de calcularse junto a Bachillerato para saber a qué grados se puede aspirar, se quedó en un 12,535. En julio, roza el 13. Le valdría con eso, pero la segunda puntuación no tendrá influencia de cara a este curso. Y para el siguiente ambas tendrán que ver si los listones se mantienen.
Patricia explica su situación: «En Biomedicina aquí, en Castilla y León, no he entrado, estoy en la lista de espera. Y en Sevilla lo mismo. Sigo pendiente de Cantabria, que tiene la nota un poco más baja», apunta la alumna del María de Molina, que también ve Enfermería como plan B. Andrea tiene más asumido que lo de Medicina tendrá que esperar: «Igual empiezo Enfermería, estoy contenta y ya no quiero cambiarme», desliza.

Nueves largos en Bachillerato
Conviene apuntar aquí que Andrea obtuvo un 9,94 de media en Bachillerato; Patricia, un 9,75. Luego, en la PAU, «en algunas asignaturas depende más de si al corrector le ha gustado lo que has hecho», comenta la segunda de ellas, que consiguió ajustar alguna de las notas, tras charlarlo con sus profesores, en asignaturas como Inglés. En realidad, casi lo raro es que las dos hayan podido tirar adelante con lo de julio, dadas las circunstancias.
«En la extraordinaria, al ver a los compañeros por ahí, claro que queríamos salir más. En junio, al ser mal de muchos…», admite Andrea. A su lado, Patricia asiente y lamenta, sobre todo, las diferencias entre comunidades y la aleatoriedad que percibe en algunas partes del proceso. Al final, entre unas cosas y otras, les queda un verano a la espera, un curso de transición o un cambio de rumbo. Por eso no hay euforia. Aunque ninguna de las dos pierda la sonrisa.