Violento, rudo, carente de miramiento y civilidad, esa es la definición de bruto que da la RAE. Genuina, cercana, carente de complejos y de impostura, esa es la definición de Los Brutos que puede dar el público que este jueves acudió al fin de temporada del Teatro Principal de Zamora para contemplar la última creación llegada del Centro Dramático Nacional. Una garantía. Y, además, con tercer tiempo. Es decir, con una charla posterior con la gente a la que, esta vez, acudió el director, Roberto Martín. Como siempre, con Jonathan Arribas y Sara Incera al mando de la conversación en el bar del liceo.
Los Brutos es la historia de una vida, de un tránsito, de varias pérdidas, de unos cuantos cambios, de bastantes sueños, de un barrio, de ciertas aspiraciones, de lo que se coge y lo que se suelta con el paso del tiempo. También es una obra narrativa, una historia que atrapa y unos actores que encarnan muchos personajes y que se mueven al son que marca el protagonista, Nito, representado por Francesco Carril, un intérprete encumbrado recientemente por su papel en Los Años Nuevos, la serie de Movistar, pero reconocido ya hace tiempo por su trayectoria sobre las tablas.
Y con los hilos en la mano, Roberto Martín, que llega al tercer tiempo con una percepción reforzada: «La obra está pensada para salas pequeñas. Cuando más la disfruto es con la gente un poco más cerquita, y creo que los actores también», apunta el director, que destaca que el público «tiene que imaginarse muchas cosas» y para eso hace falta que se quede atrapado desde el principio entre los personajes y ese decorado que representa un bloque de edificios del barrio madrileño de Aluche, pero que podría ser cualquier lugar desde el que soñar sin grandes expectativas, como una ciudad pequeña.
«No hemos visto tanto teatro de clase social en España, esas historias de barrio. Corremos el peligro de olvidarnos de las cosas de la gente y de caer en la endogamia», advierte Martín, que remarca que el protagonista acaba por querer estudiar cine, pero que la obra, en cambio, es muy teatral: «Francesco Carril no narra frío, narra desde la emoción», apunta este director, al mando por primera vez en las tablas, con un planteamiento «muy juguetón» y responsabilizado por «un reto y una oportunidad muy grandes».
Desde el público, la gente plantea si no cabría la posibilidad de transformar Los Brutos en una película. «Se perdería lo más bonito de la obra, sería hacer otra cosa», replica Martín. Sara Incera también lanza una pregunta de vuelta al espectador: ¿cómo empatizar desde Zamora con un chico que es de un barrio de Madrid y quiere estudiar cine? La respuesta viene de la capacidad de empatizar, de verte reflejado en escenas que, aunque no hablen de vidas paralelas a la de uno, sí reflejan retos y problemas semejantes. Por ejemplo, en la relación con los amigos de toda la vida cuando cada cual sigue su propio camino.
Roberto Martín asiente mientras apura su bebida en la barra del Teatro Principal de Zamora. Son más de las diez y media de un caluroso día de diario del mes de julio, pero la pequeña sala está poblada de gente encantada con la obra y deseosa de saber; de conocer si el director estaría dispuesto a coger las riendas de una obra que no escribiera él, pues en esta juega los dos papeles: «Mi casa es la escritura», contesta el aludido, que habla de «sacar partido a la vida» para contar historias, de la boda de un primo que se transforma en material, de lo que es su día a día.
Un consejo
Al cierre, Jonathan Arribas y Sara Incera piden un consejo: «¿Sobre el business o sobre la escritura?», quiere saber el director de la obra. Uno de cada, reclaman los dos miembros de Stop Drama: «No pienses en el business y piensa en la escritura», remacha Roberto Martín en un dos por uno. Luego llega la foto de rigor y la despedida. Hasta la próxima temporada en el Principal.