Creció en Pajares de la Lampreana y cuenta que con menos de diez años ya se buscaba la vida para ir a las Lagunas de Villafáfila a ver pájaros, con los medios que tuviera a su alcance. Pasaron los años, mejoraron los medios y ya dejó de ser necesario acudir a triquiñuelas, pero el amor por las lagunas continúa hasta hoy. Fruto de él, de innumerables amaneceres viendo salir el sol en el corazón de Tierra de Campos y de incontables horas cámara en mano y prismático al cuello, nace el libro A la sombra de gigantes, editado por Tundra como parte de la Colección Paseos, que en Zamora se encuentra a la venta en Semuret.
– Treinta años dan para mucho, ¿no?
– Para mucho, para apreciar muchos cambios. Lo que intento hacer de manera amena es contar cómo era una mañana de primavera de hace treinta años y cómo es en la actualidad, y cómo era un invierno de entonces y cómo es el de ahora. Son cuatro capítulos en los que se pueden sacar, o yo al menos las saco, muchas conclusiones sobre el cambio climático, las consecuencias de los cambios de los usos del suelo en la agricultura y, sobre todo, el papel de la administración, que creó una reserva con buenas intenciones pero que a día de hoy hace lo mínimo para intentar mantenerla, sin proponer absolutamente nada y limitándose a un presupuesto escaso.
– ¿Cómo eran las Lagunas de Villafáfila hace treinta años?
– Eran la foto de por qué se creó la reserva, uno de los lugares más importantes de invernada del ansar común y el lugar con la mayor población de avutardas del mundo. Y treinta años después el ansar común ha dejado de hibernar aquí y han llegado otras especies. Lo que me pregunto yo es por qué, si la avutarda mantiene poblaciones estables en Villafáfila, qué está pasando para que desaparezcan a pasos agigantados muchas especies, que deberían haberse beneficiado de las actuaciones para proteger a la avutarda cuando no ha sido así.
– ¿Por qué sucede esto?
– Seguramente sea por el uso indiscriminado de biocidas, tanto los herbicidas que se usan para las plantas como los venenos para las plagas en general. La avutarda tiene una alimentación más diversificada, pero hay especies que están viéndose muy perjudicadas por ciertos usos agrícolas como la siega en verde. Los agricultores quieren tener las tierras perfectamente preparadas y cuando se siega en verde o de noche en ciertas épocas del año, como primavera, cuando los pájaros están criando, se hace un daño inmenso. La siega en verde es hoy por hoy el principal problema de la reserva, porque arrasa con todo.

– Pero la administración dice que Villafáfila tiene una salud de hierro.
– Eso no es verdad. Nos fijamos en la población de avutardas, que es donde ponemos el foco, pero hay mucho detrás y en líneas generales podemos decir que se ha perdido biodiversidad. Ahora hay personas con cargos de responsabilidad dándose cuenta de que la siega en verde está machando el hábitat de las aves cuando algunos lo llevamos avisando diez años. Es algo que se tendría que haber parado hace ya muchos años pero no se hace porque el lobby agrícola, como el ganadero y el de los cazadores, tiene mucho poder. Hablan de los daños de ciertas especies, como los conejos, cuando la problemática real de estos sectores no es esa, son los bajos precios que se están pagando por su producto.
– ¿Afecta también la caza a la salud de la Reserva?
– Fíjate en esta incrongruencia. La Reserva paga miles de euros al año a los agricultores por los daños provocados por los conejos en sus cultivos y a la vez, para contentar a los cazadores, se conceden descastes de zorro en época de reproducción. ¿Qué sentido tiene eso? El mayor depredador del conejo es el zorro. Estamos gastando dinero público en pagar los daños de los conejos mientras nos cargamos a su principal depredador. Es un sinsentido.
– ¿Se está haciendo una gestión, por tanto, errónea del entorno protegido?
– No sé si errónea, pero sí vaga. Por ejemplo, la reserva necesita ya un drenaje para quitar esos 10 o 15 centímetros de tierra que hay en el fondo de las lagunas, que no son otra cosa que tierra arrastrada por los movimientos de agua. Si no se hace pronto nos podemos encontrar como a principios de los ochenta, con una laguna completamente colmatada de vegetación y sin agua. La Reserva se creó con una buena intención pero desde entonces se han ido poniendo parches y no se ha logrado que la gestión esté acorde a los nuevos tiempos. El cambio climático avanza más rápido, la sociedad ha cambiado, la agricultura no es la que era hace treinta años, pero la administración no se está sabiendo adaptar.
– Y ha afectado a la biodiversidad.
– Claro, aunque es cierto que hemos ganado otro tipo de especies. Por ejemplo ha llegado el águila imperial o el zampullín cuellinegro. La laguna ha perdido unas condiciones pero ha ganado otras y, por ejemplo, también ha llegado el tarro blanco, que apareció en los noventa y era una auténtica rareza y que ahora tiene aquí una de las mayores poblaciones hibernantes de España. Es un pato circunscrito al Mediterráneo que por alguna razón ha encontrado en Villafáfila un lugar que le gusta.
– ¿El águila imperial también es una especie «nueva»?
– Sí, la primera se vio en Villafáfila en 2011 y ahora ya tenemos 17 o 20 parejas criando en la provincia. Y se ha visto beneficiada por la llegada masiva de conejos, que a Zamora han llegado por las autovías, porque antes no había tantos. Proceden de la parte central de la península y el movimiento de tierras de las carreteras favoreció su llegada. A Zamora llegaron por la A-11, la A-66 y la A-6. Y su presencia ha favorecido que lleguen águilas, que comen conejos, y ha venido bien al tarro blanco, que no cría en árboles sino en madrigueras. Ahora parece que el conejo está mermando su población y habrá que estar atentos a cómo afecta a las Lagunas.
– ¿Hay margen para rectificar?
– Sí, siempre. Hay aves que han dejado de venir y que no van a volver porque aprenden los flujos de migración de sus padres y ya han aprendido a volar a otros sitios, pero creo que algunas de las que han dejado de venir podrían regresar si hacemos las cosas bien. Dicho esto, es importante entender que lo que pasa en Villafáfila no solo pasa aquí, yo hablo de Villafáfila porque es lo que más conozco, pero afecta a toda la Meseta Norte del país, donde los usos agrícolas y las presiones de los lobbys han afectado a la presencia de aves. Si solo actuamos en Villafáfila, será un oasis en el desierto. Lo que se necesitan son actuaciones con amplias miras para revertir la situación. En toda la Meseta, la industrialización y la sobreexplotación de los terrenos agrícolas están afectando a la biodiversidad, y Villafáfila no es una excepción.