Las tablas del Teatro Principal recibieron la semana pasada la visita de algunas figuras de mucha relevancia dentro del mundillo a nivel nacional. Y no para actuar. Al menos, no todas vinieron a eso. Por las charlas del ciclo Barrocadas pasaron Álvaro Tato o Javier Huerta, pero también la directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Laila Ripoll, y una de sus predecesoras en el cargo, Helena Pimenta.
Estas dos últimas mujeres forman parte de una generación que abrió las puertas a las compañeras que vinieron más tarde para ocupar puestos de dirección, un aterrizaje en las posiciones de mando dentro de las artes escénicas que, decenios después, aún sigue costando: «Aparecen las buenas intenciones y la conciencia por parte de quienes tienen que definir los puestos, pero también una falta de continuidad. Se ve como más rivalidad», analiza Pimenta, que fue Premio Nacional de Teatro en 1993.
La directora salmantina, que fundó su primera compañía hace casi medio siglo, analiza ese tortuoso camino hacia la igualdad en los puestos de dirección con la autoridad que le confiere ser una de las voces más destacadas a nivel nacional: «Creo que aparecen coartadas que vuelven a llevar a las mujeres a otro sitio. Yo he tenido la fortuna de ser apoyada y acompañada por personas muy queridas, pero nunca he olvidado que era una mujer y que había obstáculos especiales que eran tres o cuatro veces más duros que los que observaba a mi alrededor», sostiene Pimenta.
Para la dramaturga y directora, esta circunstancia se da «en todos los espacios del saber, del conocimiento». «Te hacen un doble examen», asume la salmantina, que admite que las dudas se dan menos cuando se trata de roles de actuación. Al menos, en España. «En Inglaterra, durante muchos años, las mujeres no actuaban. No podían. Eran hombres. Aquí sí hemos tenido una cierta aceptación del papel en los escenarios», subraya la exdirectora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Consejos a las que vienen
En cuanto a los consejos que se pueden dar a quienes vienen por atrás, Pimenta admite que es difícil. Apenas desliza lo que tiene que ver con su experiencia personal: «Yo he tratado de olvidar que era un obstáculo imposible y me he comportado como un ser humano capaz de seguir adelante. He sido consciente de cómo mi género estaba marcando una diferencia y he tenido la suerte de poderlo demostrar», recuerda la dramaturga.
«Fuera te van a ayudar hasta un punto y te van a dar determinadas opciones. El resto lo vas a tener que reivindicar. Lo importante es seguir siempre adelante», zanja Pimenta.