En el año 2020, Juan Gutiérrez recibió la llamada de una empresa interesada en instalar un parque fotovoltaico en el término municipal de Pozuelo de Tábara. La conversación discurrió en buen tono mientras los representantes del negocio le explicaban al dueño de la parcela las posibles condiciones del trato: “Me dijeron que querían arrendarla; en ningún momento hablaron de compra”, explica este agricultor y ganadero, que pronto empezó a entender que su “no” inicial no iba a servir para frenar las intenciones de su interlocutor.
Según su versión, en esa misma llamada, ya hubo malas formas: “Cuando les expliqué que necesitaba las tierras para mi trabajo, me amenazaron con expropiármelas si no se las arrendaba”, apunta este vecino de Tábara, que se gana el pan con la agricultura y con las ovejas y que, desde aquel primer contacto, se encuentra inmerso en una batalla: “Para que una empresa gane dinero con las placas te quieren quitar lo tuyo”, lamenta. El movimiento es legal merced a la declaración de utilidad pública del proyecto.
El siguiente contacto
La siguiente llamada de los promotores llegó un año más tarde: “Entonces ya me dieron la opción de la compra y yo les dije que me lo tendría que pensar; en parte, porque la tierra no es solo mía, también pertenece a mi hermana”, señala Gutiérrez, que finalmente decidió, junto a su familia, mantener los terrenos sin las placas. En su caso, se trata de cuatro hectáreas, pero otro habitante de Tábara está en la misma tesitura con otras 18, en torno al 25% del total de esta fase, según él mismo. Ese segundo propietario prefiere no dar su nombre, aunque respalda a su vecino en el argumentario.
Pasado un tiempo de la segunda conversación, Gutiérrez recibió el aviso de que la empresa pretendía iniciar el expediente de expropiación: “Cuando llegó, me tiré cuatro o cinco días sin dormir. Sientes muchísima impotencia”, explica el afectado, que desde entonces ha recibido al menos otras cuatro llamadas de la empresa en busca de evitar el contencioso: “Querían comprárnoslas sí o sí, con mucha insistencia”, apunta el agricultor y ganadero, que ha pasado momentos de zozobra en medio de este revuelo que ha alterado también la paz de la comarca.
«No ha habido una negociación»
Gutiérrez insiste en que, en las llamadas, recibió presiones: “Me decían que yo en algún momento les había dicho que sí, pero eso no es cierto. Siempre he mantenido que sacaran mis tierras del proyecto. No ha habido una negociación, lo que pasa es que ellos andan por detrás”, asegura este afectado tabarés, que remarca que no está dispuesto a vender: “Yo les decía a ellos que es como si voy a su piso, me meto y les digo que es mío”.
En medio de ese cabreo, los vecinos afectados se han amparado en una plataforma de la zona que vela por sus intereses. “Vienen y te expropian para un AVE o para una carretera, y bueno, te jode, pero para esto…”, apuntan los miembros de esta resistencia contra las placas en sus parcelas, que no compran la idea del interés general para la instalación de renovables a cambio de la pérdida de terrenos cultivables.
El nuevo escenario
Por ello, personas como Gutiérrez presentaron los correspondientes recursos de alzada para tratar de protegerse de una expropiación que ahora ya no parece tan segura como hace unas semanas. La propia delegada territorial de la Junta de Castilla y León en Zamora, Leticia García Sánchez, confirmó hace unos días que, de las cinco parcelas afectadas por esta situación, en tres no se ha localizado a los propietarios y en otras dos, las de los citados vecinos de Tábara, se habría iniciado un trámite de desestimiento.
Eso quiere decir que la empresa podría seguir adelante finalmente con el parque fotovoltaico previsto, pero dejando fuera los terrenos de quienes no han querido firmar voluntariamente, si se concreta el desistimiento: “Somos un poco escépticos”, avisan los afectados, que consideran que “como puedan” los promotores van a seguir adelante. Su esperanza es que el retraso que podría suponer la batalla legal les disuada finalmente: “No nos fiamos nada. Esto no ha acabado”, asume Gutiérrez, mientras su compañero apostilla: “Con esto, yo llevo año y medio con mis cólicos”.