«Bienvenidos a esta movida». La organizadora, Beatriz Barrio, toma asiento, mira a su alrededor y empieza a contar. A su lado, aparecen Isabel Mellén, Lidia G. Merenciano y Miguel Ángel Cajigal, más conocido por el sobrenombre de El Barroquista. Y delante de ellos cuatro, sus libros: parte del trabajo que vienen llevando a cabo desde hace años en el camino de la divulgación cultural. Cada uno desde su parcela, con su método, pero todos con la misma idea: lo de siempre se puede contar «de una manera diferente».
Lo que viene a continuación es una charla, tiene sus intervenciones. Incluso, lleva hasta un nombre que sirve como paraguas de todo: «Diferentes miradas al patrimonio». Pero no es una presentación sin más. La cita con el público se enmarca en el «Encuentro por Zamora» que organiza Barrio y que ha traído a la ciudad a algunos de los divulgadores con más tirón del país para «dar a conocer el patrimonio cultural, arquitectónico y paisajístico» de la capital y de la provincia. Esa es la «movida» de la que habla, desde las instalaciones de La fábrica de la luz, la arquitecta que ha diseñado el evento.

Barrio arranca con una pequeña reflexión en la que insiste sobre la importancia de contar las cosas desde una óptica que se salga de la narración wikipédica, pero pronto empieza con las preguntas. La primera, para El Barroquista. Su interlocutor es investigador, ha escrito libros, sale en la tele y en la radio, está metido en redes y trata de explicar para todos los públicos la historia y la arquitectura del arte. ¿Por qué?
El aludido arranca con una frase provocadora: «No pasa nada si no te gustan Las Meninas». Eso es lo que le sucede al mejor amigo de El Barroquista, también historiador del arte. Y si le ocurre a una persona con conocimiento, ¿qué no va a suceder con la gente de a pie? «Si dejamos la cultura relegada a un registro único, no llega a la gente», señala el divulgador gallego, que insiste en que el acceso a ese tipo de conocimiento no puede reducirse a abrir un museo sin más: «Si no sé chino, de nada sirve que me dejen leer 400 novelas en ese idioma», ejemplifica.
El Barroquista cuenta la historia de otra manera; Isabel Mellén lo hace desde otro lugar. Su pregunta previa fue esta: «¿Dónde están las mujeres en el Románico?». La historiadora vasca con raíces en Rionegro del Puente decidió buscar la respuesta en los templos de Euskadi y se topó con ella sin rebuscar demasiado: «Nos contaban una historia fantasiosa, pero en realidad todo tenía que ver con ellas. Eso me cambió la vida, la perspectiva», subraya la divulgadora. De ahí en adelante, los libros, los pódcast, las clases… la nueva mirada.

La más joven de los tres divulgadores que acompañan a Barrio es Lidia Merenciano. La arqueóloga segoviana acumula seguidores en Instagram y en TikTok. «Empecé a subir vídeos y a la gente le gustó», señala la profesional, que tuvo que aguantar comentarios negativos en general y paternalistas en particular, pero que se empeñó en hablar de su disciplina «sin sonar lejano».
Barrio profundiza en esa idea: «Tienes que conectar con esas emociones, tienes que llegar. Están bien los folletos informativos, pero también puede servir un hilo de Twitter», apunta la arquitecta y divulgadora zamorana, que enseguida se vuelve hacia Merenciano para plantear otra cuestión: «¿Funciona el mensaje sin perder el rigor?». La segoviana cree que sí y reivindica la metodología de quien usa las redes desde una óptica profesional.
Las redes y todo lo demás, como hace El Barroquista, que se ajusta a los formatos: «Lo bueno es que la divulgación está un poco de moda. Un poco, tampoco nos vengamos arriba. Lo que hay que decir es que somos profesionales. Podemos equivocarnos o no, pero sabemos de lo que hablamos», defiende el experto, que incide en la relevancia de llegar: «Contar una y otra vez lo mismo no sirve. Hay miles de documentales de la II Guerra Mundial y la gente todavía no ha entendido lo que pasó», pone como ejemplo el gallego.
Mellén recalca que, para ella, bastaría con que la gente que la leyera o la escuchara se quedara con la sospecha de que, con la historia oficial, le están mintiendo: «Piensa cuánto tienes que engañar para ocultar a más de la mitad de la población mundial. En realidad, a todo el que no es un hombre blanco, rico y europeo», desliza la divulgadora vasca, que repite la idea de abrir ese «cofre» del conocimiento a todo el público: «¿Para qué queremos un tesoro que nadie está disfrutando?».
La vocación de la adolescente
A partir de ahí, la charla gira hacia los libros y se abre a las preguntas. Una adolescente de la tierra interviene. Quiere estudiar Historia, pero tiene miedo de que le cuenten la verdad a medias y le plantea la inquietud a Mellén: «Los estudios de género llevan cincuenta años. No estás sola y necesitamos investigadoras. Lo que tienes que hacer es mantener un espíritu crítico», le recomienda la divulgadora vasca, que elogia precisamente esa capacidad de la juventud que ella percibe en su papel como docente universitaria.
«Los jóvenes están exigiendo que actualicemos los contenidos. La gente de la academia se está empezando a poner las pilas», estima Mellén. Al cierre, Merenciano regresa al origen de la charla: contar para que se entienda; narrar de otro modo: «No podemos esperar que todo el mundo sepa de todo. No nos podemos ir a conceptos muy específicos». Sí explicarlo bien, sin caer en el reduccionismo y con otra mirada. No es fácil, pero para eso están ellos.