Para los médicos. Para las enfermeras. Para los banqueros. Para los maestros. Para los estudiantes. Para los veterinarios. Para los obreros. Para los camareros. Para los secretarios de Ayuntamiento. Para los demás empleados públicos. Hasta para los políticos. Para todos, el anuncio de Renfe sobre la supresión de los servicios matinales que llegan y salen de Sanabria Alta Velocidad ha sido un palo. Uno gordo, además. Si no hay marcha atrás, decenas de personas tendrán que cambiar sus rutinas o alterar sus vidas después de un movimiento que, si responde al interés de algún territorio, no es al de la comarca.
Lo que viene a continuación son cuatro historias representativas de lo que supone la supresión de los trenes que partían de Sanabria en dirección a Zamora y a Madrid a las 8.46 y a las 9.35 horas, y del que alcanzaba la estación de Otero en sentido contrario a las 8.15. Un empleado de banca y una trabajadora del centro de salud de Puebla que viven en la capital de la provincia, y una estudiante universitaria y una maestra que residen en la comarca explican lo que sucederá con su día a día cuando los horarios cambien.
Sus historias reflejan lo que está por venir a partir del 9 de junio para los afectados, por mucho que Renfe se lave las manos con un comunicado en el que asegura que se incrementan las plazas o que la oferta se distribuye de forma «homogénea» con un servicio «de mañana». Sí, el que parte de Sanabria Alta Velocidad a las 12.26. Contra los argumentos del operador ferroviario, las realidades de Cristina, María del Carmen, Rubén y Silvia:
La estudiante de Magisterio que vive en Rabanillo
Cristina García tiene 19 años y estudia el primer curso de Magisterio de Educación Infantil en Zamora. Hasta ahora, la cercanía de su casa con la estación de Otero le permitía ir y venir al Campus Viriato en el tren de Alta Velocidad desde Sanabria: «Voy cuatro días a la semana y cojo uno de los dos de la mañana: a veces el de las nueve menos cuarto y otras el de las nueve y media. Luego, me vuelvo a mediodía o por la tarde», aclara la joven.
El pueblo al que va y viene cada día Cristina es Rabanillo, una localidad del municipio de Galende que tiene 38 habitantes. Aquí, cada persona cuenta. Y, si Renfe no cambia de idea, quizá a partir del próximo curso haya una menos en el día a día. «Si quitan esos trenes, me va a tocar vivir en Zamora. Van a conseguir que los jóvenes nos vayamos de aquí porque no se puede estudiar ni trabajar», lamenta la afectada, que no ve muy clara la opción de desplazarse a diario en coche.
Ahora, la supresión de los trenes matinales le afectará en lo que queda de curso para los exámenes. A las pruebas sí tendrá que ir en su vehículo particular. La salida de las 12.26 no le permitiría llegar ni a recoger a sus compañeros a la salida. Cristina ha tratado de informarse para saber si las frecuencias que entrarán en vigor en menos de un mes seguirán así en otoño, pero no ha obtenido respuesta.
La maestra que se mudó a Galende
Después de la pandemia, María del Carmen Zurrón y su marido decidieron mudarse a Galende junto a sus dos hijos. Pero ella mantuvo su puesto de trabajo como maestra en Zamora capital. Esta mujer decidió solicitar una reducción de jornada para amoldarse a su situación familiar y la ajustó a los horarios de los trenes. Desde entonces, puede utilizar el servicio de las 8.46 para ir desde Otero hasta la ciudad y entrar a segunda hora. A partir del 9 de junio, con los nuevos horarios, no tendrá la opción de salir en alta velocidad hasta las 12.26.
«Hemos ganado mucho en temas de conciliación, pero con esto… Nos prometieron que nos iban a poner un tren que pasa antes y, no solo no es así, sino que nos quitan otro», explica María del Carmen, que ya vislumbra la posibilidad de tener que viajar en coche: «Yo ahora no puedo irme de Sanabria por mis circunstancias personales», aclara.
Ir y venir en coche le supondría unas tres horas diarias aproximadamente. Más o menos el doble que lo que tarda ahora entre el desplazamiento a Otero y el trayecto de media hora en tren: «Nos están tratando como ciudadanos de tercera. Pagamos impuestos igual que todos los ciudadanos españoles. ¿Para qué está la estación? ¿Para qué ajusté esa reducción de jornada?», se pregunta María del Carmen.
El trabajador de banca que se plantea su futuro
Rubén Largo lleva 16 años yendo y viniendo a Sanabria para trabajar. Los catorce primeros los pasó metido en el coche; los dos últimos viajó con la comodidad del tren, lo que favoreció su situación personal. Como muchas otros compañeros de rutina ferroviaria, este hombre vive en Zamora capital, pero tiene su puesto en Puebla. En su caso, en una entidad bancaria.
Cada mañana, más de veinte personas hacen el mismo recorrido entre las dos estaciones de AVE de la provincia. Algunos días llegan a ser cuarenta. Como todo está ya organizado, hace tiempo que se ha impuesto el sistema de los coches compartidos para recorrer luego la escasa distancia por carretera que separa la terminal de Otero de la cabecera comarcal sanabresa. A partir del 9 de junio, todo eso será historia. El primer tren desde Zamora, que ahora para a las ocho y cuarto, llegará a las diez y diez.
«Somos enfermeros, médicos, maestros, profesores… Hasta la notaria que viene de Madrid», explica Rubén que, como María del Carmen en sentido contrario, decidió pedirse una pequeña reducción de jornada para poder llegar a Puebla a las 8.30 y tomar el tren de vuelta a las 14.03. «Así lo íbamos solventando más o menos, porque yo tengo a mi mujer y a mis hijos en Zamora», señala el afectado, que ve cómo el panorama le va a cambiar a peor.
«Las alternativas son pasar al coche, solicitar una excedencia temporal o pedir un traslado», remarca Rubén, que recuerda que hay gente que viaja a diario que ha pedido el destino de Sanabria «por comodidad». Si no hay tren para los trabajadores, el incentivo de solicitar esta comarca desaparecerá para muchos de aquellos con los que todavía comparte tren.

La veterinaria que ve con recelo la alternativa del coche
Silvia Martín trabaja en Sanabria desde 2015. Primero lo hizo en el Centro del Lobo; ahora, en el centro de salud de Puebla, donde ejerce como veterinaria en el área de salud pública. Como la de Rubén, su vida cambió para mejor cuando el tren sustituyó al coche como medio de transporte. Atrás quedaron el temor a la «alta siniestralidad» o el viaje de «más de una hora» para ir y lo mismo para volver. «Era difícil de compaginar con la vida personal», concede.
Con el AVE, el día a día de Silvia previo a la entrada en el trabajo era similar al de Rubén y al del resto de sus compañeros. A eso de las ocho y media estaba en Puebla y, para volver, en función del horario que le tocara, podía hacerlo en el servicio de mediodía o en uno vespertino: «El que llega a las diez y diez ya no nos serviría, nos tocaría coger el coche desde Zamora», constata la veterinaria, que tiene claro que, sin tren, para muchos «Sanabria sería la última zona» a la que querrían optar para un puesto: público o privado.
Ella misma lo tiene claro: «Si nos quitan el tren, y si puedo elegir, esta sería la última zona que yo pediría», advierte Silvia, que ahora está haciendo una sustitución en Puebla. De eso no tiene queja, pero la ausencia de servicios ferroviarios «repercutiría en todo».