Centro de Piragüismo de Zamora, cuatro y media de la tarde del jueves. Del gimnasio de crossfit de enfrente sale la música a todo volumen mientras las mujeres del barco dragón van llegando a la cita. Todas acuden con chaqueta verde y pantalón negro, uniformadas para la foto y para entrenar. En sus cabezas, la competición del fin de semana, la Copa de España. Pero eso ocupa el primer plano solo porque es lo inmediato. Al fondo aparece lo principal, la razón por la que se formó este equipo.
Para contarlo, hay que remontarse al año 2022, a los meses posteriores a que un hombre llamado Juan José Román Mangas abandonara la presidencia de la Federación Española de Piragüismo tras más de diez años al frente. El dirigente dejó sus funciones en la gestión para embarcarse en una serie de proyectos sociales vinculados al mismo mundo del que venía. Y ahí irrumpen el barco dragón y Azayca, uno de los colectivos contra el cáncer en la provincia.

«Vimos que este tipo de embarcación era una oportunidad para que las personas que habían pasado un tratamiento o que estuvieran en la asociación pudieran hacer la actividad», apunta Román Mangas. Estos barcos, de origen chino y nueve metros y medio de largo, ya se habían introducido diez años atrás y se habían testado en otros lugares como herramienta adecuada para que las pacientes de cáncer de mama pudiesen realizar un ejercicio para el fortalecimiento de la zona afectada. El grupo de Zamora se creó como algo terapéutico, y así continúa. Pero un grupo de mujeres pidió competir.
Y por eso están este jueves con chaqueta verde, pantalón negro y el pensamiento inmediato en el fin de semana. Eso sí, ninguna pierde el foco. Todas tienen claro de qué va esto. El barco que competirá en Galicia irá con diez deportistas más el timonel, que es Román Mangas, y Fernando, el hombre que marca el ritmo con el tambor, pero en el equipo se encuentran unas cuantas más. Siete de ellas son pacientes de cáncer; las demás no. Pero en el agua se juntan. Y reman. Como en la vida.
«La frase esa de que estamos todas en el mismo barco y remando en la misma dirección, aquí se cumple literalmente», cuenta María Ángeles Prada, que se disculpa porque se emociona. A la mujer le cuesta controlar la voz, pero saca la entereza para explicarse: «Aquí estamos pacientes y no pacientes. No distingo entre unas y otras», insiste esta componente del grupo, que es de las que sí sufren cáncer de mama: «Esto me viene bien, físicamente me encuentro mucho mejor», constata.
Prada apunta también al lado psicológico y subraya que, en el barco dragón, ha encontrado «amigas», gente que la escucha, que le habla: «Me cuentan y yo les cuento. Aquí compartes, lloras y te ríes. Lo que es un equipo, ¿no?», reflexiona la mujer.

Frente a ella, Rosi Zazo cuenta la historia desde la óptica del voluntariado. Por ahí entró ella al barco, a través de su implicación en Azayca: «No todas las pacientes tienen cáncer de mama – el de una es de otro tipo – pero a ellas en particular les viene muy bien para el lindefema, para el brazo», comenta esta mujer, que menciona una de las secuelas habituales que sufren las mujeres con esta clase de tumores.
Marta Fernández, que lo padece en primera persona, trata de aclararlo: «Cuando te tocan los ganglios, el brazo queda dolorido, a veces se te inflama y no puedes estar con la movilidad que tenías antes. El ejercicio del barco te ayuda muchísimo a recuperar», asegura esta mujer que ya hacía deporte antes, aunque nunca piragüismo, y que decidió bajar a probar con el dragón a ver qué tal. Ya no se ha bajado de la embarcación.
«Es muy distendido y te viene fenomenal físicamente para mover el brazo. También aprendes a escuchar al resto y a comprender y a valorar mejor», remarca Fernández. Su compañera María Ángeles Prada añade la importancia de las sensaciones: «Cuando no te duele, vas a entrenar y te das cuenta de lo que puedes hacer. Empiezas con 200 metros, te hablan de 500 y te lo piensas y ahora remamos 1.000. Todas juntas, a la vez», apostilla.
En su caso, Mercedes Pérez empezó después de terminar la quimioterapia y la radioterapia: «Para mí es como un arcoíris en plena tormenta, me dio mucha vida, me dio mucho ánimo. Yo no sé nada de remo, pero supe que podía. Para mí fue y es la mejor experiencia que he tenido», afirma contundente esta mujer que, como las demás, no distingue dentro del equipo entre las pacientes y las que no lo son, como Conchi García, que pone voz a una de las sensaciones que transmiten sus compañeras: «Sientes que no te va a parar nadie».
Nadie ni nada. Así que, aunque amenaza tormenta, las mujeres se hacen la foto de grupo y diez de ellas se suben a dos furgonetas. En Zamora, el caudal no permite meter el barco. Hay que irse a Monte la Reina. Cuando llegan al destino, las componentes del barco dragón hacen una mueca. Llueve. Como el martes. Como muchos de los días que han venido a entrenar en este mes de mayo. No importa. Al río.
«Lo mismo nos cae un chaparrón que nos deja tiesas», apunta una, pero todas se montan en la embarcación junto al timonel, Román Mangas, que va de pie, y Fernando, el encargado de marcar el ritmo con el tambor, que va ubicado frente a ellas. Una vez montadas, suena la bocina y empieza la rutina: golpe de tambor – palada, golpe de tambor – palada. Hay que apretar para cubrir las distancias de 200 y 500 metros en el menor tiempo posible.

El grupo terapéutico
Un poco antes de subirse para entrenar, Román Mangas, que antes de dirigente federativo fue olímpico cuatro veces y cuarto en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, recuerda que, aparte del equipo de competición, con mujeres pacientes de cáncer y otras que no lo son, el grupo terapéutico montado con Azayca se mantiene y «hace actividades de forma organizada todas las semanas». Aunque el barco dragón sirva para participar en pruebas como la del fin de semana, no hay que perder el foco de lo importante.
«Todas empezamos ahí, en el barco terapéutico. Es como la cantera», ríen las mujeres que participan en el reportaje. Algunas de ellas no viajan esta vez a Monte la Reina. Las demás se montan en el barco y reman al ritmo que marca Fernando:
– Cheche cule
– (…)
– Langa que langa
– (…)
– Opa lele
– Vamos a remar otra vez.