La misa ha durado una hora y cuarto. Demasiado para algunos. Lo justo para los devotos. El caso es que cuando los fieles y los hermanos de las cofradías que protagonizan la procesión de La Pasión en Fuentesaúco entraron al templo, a eso de las cinco, lucía el sol sobre la cabecera de La Guareña, y ahora, pasadas las seis y cuarto, las nubes amenazan. Aún así, el primer hermano cruza el umbral de la iglesia de San Juan Bautista. Todo está a punto. Pero, de repente, unas gotas. Vuelta atrás.
Cuando el cofrade se recoge, en la puerta comienza una deliberación. Por allí está el presidente de la Junta pro Semana Santa del pueblo, Rufino Aparicio; también el cura, Fernando Lorenzo; y varios representantes de las cofradías junto a unos cuantos espontáneos: «Yo creo que aguanta sin llover», dice uno. «El móvil no da agua», apunta otro. «No daba, pero algo cae», constata un tercero.

En la conversación se trata el tema de la suspensión del año pasado. Nadie quiere repetir la experiencia, y menos por las cuatro gotas que caen. Pero tampoco hay mucho atrevimiento entre los dueños de la decisión: «Salimos sin imágenes», sugiere una voz. «Rufo, ¿cómo lo ves?», le pregunta otra al presidente. «La gente pide toro», le presiona uno de los que porta la medalla cofrade. Al final, sin lluvia, pero con nubes, el desfile sale con la intención de acortar si el peligro continúa.
«Nos va a tocar correr seguro», señala un hermano. Aparicio le viene a decir que tire y la procesión va saliendo. Al final, con todos los pasos y con las cofradías implicadas en este desfile de la Pasión, uno de los más icónicos de la Pasión saucana, declarada el año pasado de interés turístico regional. Ahí van La Adoración del Huerto, Jesús Atado a la columna, La Zarza y las cofradías del Ecce Homo, de Jesús Nazareno, del Cristo de la Agonía y de la Virgen de los Dolores.

Doce de los miembros de esas hermandades habían sido los protagonistas del lavado de pies que había ejecutado antes, en medio de la misa, Fernando Lorenzo. A ese nombre responde el cura, que cumplió con la tradición tras despojarse del hábito y sin queja. De hecho, la única que rechistó fue una de las hermanas de la Virgen de los Dolores, una niña enlutada que advirtió: «Está muy fría». Por si alguien quiere revisarlo para la próxima.
La cruz encima
En todo caso, rito ejecutado, igual que luego la reverencia de los hermanos del Nazareno, de morado y con la corona de espinas sobre la cabeza, a la salida de su imagen titular. Todos se postraron sobre el suelo de Fuentesaúco, para después caminar unos metros, doblar una esquina y agarrar una cruz para cada uno. En la entrega, el cirineo que cada cual había elegido: un padre, un hermano, una pareja… Los de delante, con las más grandes, con las principales. Como manda el ritual.
Al final, la prudencia exigió vuelta corta. Los hermanos, los pasos y la banda se encerraron poco más de media hora después de la salida. Pero hubo procesión. El agua asustó, pero Fuentesaúco evitó el lamento del año anterior.