Fue la Cofradía del Santo Entierro la que tomó la iniciativa de sacar en procesión al Cristo de las Injurias hace ahora más de un siglo, y no fue fácil. De hecho, de primeras el Cabildo Catedralicio, propietario de la imagen, se negó. Aducía la cofradía motivos artísticos e históricos y el hecho, como pone de manifiesto Florián Ferrero, de que la hermandad carecía de la imagen de un Cristo muerto en la cruz desde que se suprimiera de la procesión en la primera mitad del siglo XIX. Para que el Cristo saliera de la Catedral tuvo que intermediar el entonces alcalde, Isidoro Rubio, que se dirigió por carta al obispo, Luis Felipe Ortiz, insistiendo también las razones devocionales. Y las conversaciones posteriores entre el obispo y el Cabildo dieron sus frutos: el Cristo podía salir a la calle.
La Cofradía del Silencio cumple hoy cien años, pero los hechos relatados son anteriores aunque formen parte indisoluble del origen de la cofradía tal como la relata José Luis Hernández Luis en su libro Silencio. Cien años de devoción y hermandad en torno al Cristo de las Injurias, editado por la cofradía para celebrar la efeméride. Una vez autorizada la procesión del Viernes Santo, lo siguiente vino rodado, pero faltaba organizar la logística: había que llevar al Cristo desde la Catedral, donde estaba, hasta el convento de Santa Clara, desde donde la procesión del Santo Entierro daba comienzo a principios del siglo XX. Salió por vez primera en 1902, lo hizo en 1903 pero no en 1904, según algunas crónicas, porque la devolución del Cristo a la primera iglesia zamorana (se hacía el Sábado Santo) no se hizo con el debido decoro.

Es innegable, así lo cree Hernández Luis en su libro, que la semilla de la procesión del Miércoles Santo está aquí. El traslado del Injuriado el Miércoles Santo, día en el que no había ninguna procesión, tras celebrar en la Catedral el oficio de tinieblas, «es el antecedente de la fundación de la Cofradía en 1925». Tanto el día como el oficio explican parte de la liturgia, quién sabe si el propio nombre, de la cofradía. El traslado se hizo el Miércoles Santo porque era el día más próximo al Viernes Santo sin procesiones organizadas. Por su parte, el oficio de tinieblas recorría la Pasión, agonía, muerte y sepultura de Jesús en las noches del Miércoles, Jueves y Viernes Santo. Mientras se rezaba en la Catedral se iban apagando las velas de un gran candelabro que daban la única iluminación al templo. Cuando se apagaba la última, inundaban la iglesia los ruidos de golpes y matracas de los asistentes «para simbolizar», asegura el autor, «los trastornos que sobrevinieron cuando murió Jesucristo. Después, se hacía el silencio…». La advocación del Silencio, explica Hernández Luis, «probablemente se deba a la concepción inicial de la procesión como continuación del oficio de tinieblas pues en los primeros años, tras el tronar de matracas, concluido el último salmo, se realizaba el juramento».
La imagen no procesiona el Miércoles Santo desde que lo hiciera en 1903 y no constan más peticiones formales de la Cofradía del Santo Entierro al Cabildo, así que hay que avanzar varios años más en el tiempo, ya hasta el origen de la Cofradía actual. Ahí, unos meses antes, el 24 de noviembre de 1924, volvía a la actividad la Junta de Fomento de la Semana Santa, decidida a relanzar el turismo y la promoción de la Pasión zamorana con ciertos recelos por parte de la autoridad eclesiástica, reacia a todo lo que no tuviera que ver estrictamente con la religión. Sea como fuere, es la Junta de Fomento la que manifiesta la pretensión de volver a sacar a la calle al Cristo de las Injurias.

Al principio, la junta propuso que la imagen fuera llevada a San Esteban, donde ya empezaba su recorrido el Santo Entierro, por una representación de directivos de las distintas cofradías, una opción que no convence. El Cabildo impone así la creación de una nueva hermandad para hacer este traslado, la procesión fue eso al principio, con la máxima solemnidad posible. En febrero de 1925 se aprueba la salida del Cristo y en abril se conforma la hermandad. Nace entonces la Cofradía del Silencio.
Pronto se convierte en un símbolo
Los valores estéticos de la cofradía, unidos a la figura del Cristo de las Injurias (junto con la Virgen de la Soledad, la imagen más venerada de la ciudad de Zamora), convierten pronto a la Hermandad en símbolo de la Pasión zamorana. Con orígenes ligados a la burguesía zamorana, el Silencio vive una evolución lineal, lógica, sin grandes altibajos más allá de los generados por la situación política.

La cofradía se ha adaptado al avance de los tiempos y cuenta con varios actos que son ya patrimonio de la Semana Santa de Zamora. Obvia hablar del juramento, conocido por propios y extraños, pero hay ciertos hitos que resultan también interesantes y reúnen a un número creciente de hermanos, devotos, zamoranos y turistas en general. La entronización del Cristo, cada mañana del Sábado de Pasión, está empezando a dejar pequeña la Catedral por la elevada asistencia que se registra.
También es seguido el momento en el que la directiva del Silencio «entrega» el Cristo a la del Santo Entierro, cuestión que se realizaba a las puertas del Museo, durante los últimos años en la Carpa y que este año se realizará en la misma Catedral. Un acto del que muchos hermanos, ya cansados del desfile, se descuelgan pero que esconde en sí mismo el origen de la centenaria cofradía.