En noviembre de 1936 Madrid es una ciudad sitiada por los rebeldes. El Gobierno de la República huye a Valencia y, esa misma noche un zamorano, Vicente Rueda, saca de la cárcel Modelo a otro zamorano, Luis Calamita, el que fuera director del Heraldo de Zamora. Calamita es fusilado en la tapia de la cárcel. Años después, Vicente Rueda es ejecutado en la tapia del cementerio de La Almudena. Estos hechos son los que ha investigado la escritora María Castro, madrileña, que ha dedicado cuatro años de su vida a este caso. El fruto de ese trabajo es el libro «Es tan fuerte la noticia», que se presentó hace unos días en la Librería Semuret de la capital.
– ¿Aún hay recelos a la hora de acercarse a la guerra civil?
– Es uno de los grandes problemas con la guerra, que aún hoy existe una perspectiva ideológica cuando nos acercamos a ella. Afortunadamente hay historiadores que ya dan estos temas por superados y que se enfrentan a esa época histórica de otra manera, con otros ojos.
– ¿Se encontró con esos recelos al realizar su investigación?
– Es algo que se observa cuando vas a los archivos. Cuando pides un sumario la gente se pregunta para qué lo quieres. Tiene su parte lógica, porque una guerra civil es evidentemente muy traumática. Esto empieza poco a poco cambiar. Personalmente yo pertenezco a la última generación que ha estado en contacto con gente que vivió aquello, tenemos el deber de recoger todos esos testimonios para que la visión de los testigos directos no se pierda.
– Habla en su libro de la delicada situación de los archivos.
– Son papeles que vienen de una postguerra, el papel no era de calidad, las condiciones en las que estaban no eran las mejores… Pero hay cosas incomprensibles, como que en el año 2019 no dejaran sacar fotos con el móvil, tenías que ir copiando a mano lo que querías. En 2021, ya después del COVID, sí dejaron sacar fotos con el móvil. Forma esto parte del lento camino por el que aún transita este país. Lo lógico sería hacer una única digitalización a manos de un profesional, para que esos documentos quedaran ahí en buenas condiciones.
– Usted, que es de Madrid, ¿Cómo se acerca a la historia de Vicente Rueda?
– Conozco la historia cuando trabajaba en un libro sobre la Batalla del Ebro. La sobrina de un hombre al que estaba entrevistando comparte conmigo esta historia. Era Marori León Rueda. Cuando estoy con ella me enseña la carta de Vicente a su tía María, la noche antes de que lo mataran, en la que decía “Es tan fuerte la noticia que no sé cómo decírselo a mi madre”. Eso te produce un impacto inmediato y me puse a investigar.
«En los juicios de la guerra no había abogados, ni pruebas… su objetivo no era esclarecer nada»
María Castro
– Y se encuentra con una familia que sufrió mucho.
– Ellos fueron los perdedores de la guerra. Pierden a Vicente, al que mataron, y al padre de la familia, Gonzalo, de una angina de pecho en el 38, que se había librado milagrosamente de la saca de Izquierda Republicana en Toro. Gonzalo, el hermano mayor, estuvo también en la cárcel por auxilio a la rebelión. Le acusaron incluso del mismo delito que a su hermano y empieza un camino legal complejo para demostrar que él ni siquiera estaba entonces en Madrid. Gonzalo consigue que Carlos Calamita, hermano de Luis, que había interpuesto la denuncia, admitiera ante notario que se equivocó y que acusó a Gonzalo sin pruebas. Gracias a eso esquiva la muerte.
– Eran unos juicios con escasas garantías…
– Los llamaban “juicios de viudas”, sin base ni fundamento. No se comprobaba nada, no había abogado defensor y el objetivo no era esclarecer nada, sino liquidar a personas no afines a los rebeldes.
– Pero, sea como sea, a Luis Calamita lo mató alguien.
– Esa es la gran cuestión. Artículos anteriores decían que la orden de saca era de Ángel Galarza, sin embargo un manuscrito de un mes antes deja claro que Galarza entrega al preso al Director General de Prisiones. Es ahí cuando pasa a la cárcel Modelo. La orden de saca la firma el Director General de Prisiones y lo que hay en el sumario es Galarza les dice a Vicente Rueda y a Sixto Fernández, también zamorano, que hay que ejecutar a Calamita. Vicente dice que él no puede hacer eso y la tarea pasa a su compañero. Este testimonio referido a Galarza corresponde a una declaración de Vicente en el sumario, y no sabemos en qué condiciones la habían podido obtener porque en estos juicios las torturas en los interrogatorios y los malos tratos a los presos eran habituales. Sí sabemos que a Luis Calamita lo sacan de la cárcel para trasladarle a la prisión de Chinchilla, un eufemismo. Vicente Rueda firma el recibí del preso. Y Calamita es fusilado en la tapia de la cárcel. Una de las causas por las que no sabemos la verdad es por la injusticia de estos juicios del franquismo.
«Los implicados se conocían, pero creo que los hechos no obedecen a una cuestión personal»
María Castro
– En esta historia hay tres zamoranos que, seguro, se conocían. ¿Descarta cualquier motivación peresonal en el fusilamiento de Calamita y en las denuncias posteriores?
– Un artículo firmado por Juan Manuel de Prada decía que la familia Calamita y la familia Rueda estaban enemistadas porque los segundos también tenían una imprenta. Eso es falso, la familia Rueda no tuvo imprenta alguna. También se hablaba de una cuestión de celos entre Galarza y Calamita, también descartable. Lo que sí es cierto es que el Heraldo de Zamora toma cada vez una postura más agresiva contra Ángel Galarza, al que se acusa con insultos graves y serios. Ellos se tenían que conocer, evidentemente, pero creo que la motivación fue política. Me niego a creer que por cuestiones personales uno actúe de esta manera.
– Una de las historias que más impacta de su libro es el clima tan encrespado que define en Zamora, una ciudad muy lejana al frente. ¿Esto fue habitual en otras ciudades o fue algo característico de aquí?
– En España hubo varias ciudades en las que la represión fue muy grande y una de ellas es Zamora. Y no era una ciudad con una gran militancia. De hecho, en los archivos del PCE se habla de 250 afiliados en Zamora, cifra que después de la victoria del Frente Popular sube a los 500. La represión fue rápida, con las primeras detenciones a Antonio Pertejo, Manuel Antón… Se producen fusilamientos sin ningún tipo de criterio, a gente a la que ni siquiera se le incautaron armas.
– ¿Le ha permitido el estudio de este caso particular extraer alguna conclusión general sobre la guerra civil?
– En primer lugar, que la realidad de la guerra nos pone ante dilemas morales cuya resolución es siempre horrorosa. No hay victoria buena, porque en el momento en que tienes que decidir te enfrentas a un dilema moral de tal calibre que hace que no haya una decisión positiva. Y también he aprendido que cuando uno se acerca a la memoria no puede ir con una excavadora, debemos llevar más bien un pincel de arqueólogo para atender a los hechos e ir con sumo cuidado.