Lucía Fuentes tiene 27 años; Celia Carnero, 30. La primera viene de San Juan del Rebollar; su compañera, de Nuez. Ambas son trabajadoras sociales y nacieron en los 90, un tiempo en el que su comarca, Aliste, ya iba viendo los nacimientos como excepciones. Quizá, cuando eran unas niñas o cuando marcharon a estudiar, la gente de la zona pensó que costaría que se asentaran en el entorno donde se criaron. Pero no solo lo hicieron, sino que además tienen un trabajo que aspira a mejorar la atención a las personas dependientes en el medio rural. En su medio.
Estas dos jóvenes mujeres alistanas viajaron este lunes a Zamora para contar su experiencia en el evento de lanzamiento de «Horizontes Compartidos», el proyecto de Fundación Intras y ADM Estrela contra la soledad no deseada. Lucía y Celia acudieron para abordar los retos y oportunidades que se presentan en la zona de La Raya, con la lupa puesta en su labor como gestoras de casos en el territorio que abarca el CEAS de su comarca. Es decir, Aliste y un poco más allá.
Ambas trabajan precisamente como personal de Intras y se encargan del primer contacto con las personas en situación de dependencia, de la valoración de sus circunstancias, del seguimiento posterior de los usuarios, del impulso del entorno comunitario o de la búsqueda de asistentes personales. Esto último cuesta a veces: «O hay muy pocas personas jóvenes o no ven este trabajo como algo que les guste, pero hay dificultad», admiten las profesionales.
Dentro de ese catálogo de problemas con el personal, también influyen las distancias que, en ocasiones, hay que recorrer para ir de un pueblo al otro, la carencia de recursos como el carné de conducir o un vehículo, o el hecho de que algunos de los potenciales asistentes combinan esta tarea con otras y demandan unos horarios que no siempre se adaptan a los que requieren los usuarios: «Puede existir esa discordancia», concede Celia.
Dificultades particulares
La propia trabajadora social de Nuez destaca que «una de las principales problemáticas que define al territorio es que se trata de la zona de Europa con menor índice de menores de veinte años en relación con los mayores de 80». «Empieza a ser un desierto demográfico», advierte Celia Carnero, que constata que «no va a haber una renovación con la gente que hay», por lo que conviene destinar esfuerzos a asentar población.
Ahora bien, la profesional de Intras rechaza la mirada compasiva, condescendiente o negativa hacia el territorio: «Caemos muchas veces en decir que en los pueblos no hay nada, o nos imaginamos que todas las localidades son iguales, y no es cierto. Hay que romper estereotipos», incide la trabajadora social, que sí remarca las dificultades de la dispersión, de determinadas carreteras con un trazado mejorable o de los conflictos con la falta de vivienda: «También sucede que se tiende a priorizar solo lo que es rentable y no a apostar por estas zonas», subraya.
Con todo, Celia Carnero estima que existen opciones de empleo en determinados sectores, habida cuenta de que hay que prestar los servicios y de que «la mayor parte de la gente es mayor de 80 años». También sitúa como uno de los grandes retos «la legislación» para favorecer a entornos como este: «Se tiende a hacer todo desde un pequeño despacho, pero hay que meter en la ecuación a las personas que habitan en el medio rural», defiende la trabajadora de Intras.
Los agentes locales y las reticencias
Entre esas personas que residen allí y que están en el día a día se construye la comunidad, y también se identifican y se perciben los casos en los que una persona puede necesitar ayuda: «El CEAS es un punto clave de referencia, pero los ayuntamientos también tienen una labor muy importante, como las asociaciones activas, nosotras como gestoras de casos o individuos que han adquirido roles de líder en sus pueblos», analiza Lucía Fuentes, que incluye igualmente a la vecindad en general: «Cada vez hay más individualismo, pero todavía se mantiene ese carácter social», recalca.
En ese trabajo comunitario, toca lidiar con el carácter «austero» tradicional de la zona: «Somos bastante de tirar para dentro», señala Celia, que regresa enseguida a lo que viene de fuera para apuntar que «en Aliste se han intentado desarrollar muchísimos proyectos, con personas nuevas que quieren cambiar las cosas de siempre». «Somos muy acogedores, pero de primeras nos puede generar reticencia por un sentimiento de conejillo de indias», indica la profesional de Nuez.
Las dos compañeras apuestan por un trabajo «día a día» en el entorno, con la participación social y la intervención de los profesionales cuando se precisa; «con el máximo número de agentes locales y una buena coordinación». Allí estarán ellas. En San Juan del Rebollar, en Nuez y en toda la comarca que las vio nacer, marchar a formarse y regresar para trasladar su conocimiento y su empuje al territorio.