Andrea Cabrero titubea antes de situarse ante las cámaras. Faltan unos minutos para que la ministra de Igualdad, Ana Redondo, entre en la sala y esta joven de veinte años está a punto de explicar qué hace ella en la decimotercera planta de uno de los edificios que forman parte del complejo de Cobadu. En realidad, la cosa es sencilla: la representante del Gobierno viene a reunirse con las mujeres del campo. Y ella es una. En concreto, viene de Gema, donde quiere quedarse para seguir con el legado del negocio familiar.
Todo esto lo cuenta Andrea, que ahora mismo cursa un grado superior vinculado a la sanidad animal y que el año que viene aspira a entrar en la carrera de Veterinaria para continuar con su formación. En el pueblo, sus padres tienen una explotación con unas 140 vacas de leche, y ahí ve ella su vida: «Es verdad que está complicado pero, si todos apoyamos al sector, puede tener un futuro», asegura la joven zamorana antes de cederle la palabra a su madre.
La mujer que habla ahora ya acumula más años de experiencia en la tarea. Se llama Arancha Abascal y vino de Madrid, pero sus padres también se dedicaban a la agricultura y a la ganadería. «Por cuestiones de la vida», ella terminó en Gema, en la explotación ganadera de la que ahora es copropietaria junto a su marido. Quizá, nunca lo esperaba, como tampoco imaginaba hasta hace bien poco que Andrea pudiese tener el ánimo de heredar el proyecto.
«Yo siempre he dicho que no quería que mis hijos se quedasen en el negocio, pero para mí sería un orgullo si lo hace queriendo, por voluntad propia», apunta Arancha, que recuerda que la decisión de su hija se fraguó en la pandemia: «Ella tenía la idea de hacer una carrera de economía, pero el tema del COVID nos cambió la mentalidad a todos y Andrea me dijo: mamá, no me veo encerrada en una oficina, me veo más en este ámbito», recuerda la ganadera.
Ahora, el grado le ha permitido tener una experiencia, hacer prácticas y comprobar que sí, que lo que ve en casa le gusta: «El tema es que tenemos que empezar a buscar soluciones reales para el sector», advierte Arancha, que reclama que la gente valore el trabajo que se hace en el campo y que reivindica su labor diaria con la ilusión de saber que está tratando de llevar el mejor producto al consumidor: «Hay mucha gente detrás y tenemos que competir en las mismas condiciones», señala la ganadera.
La igualdad
En lo que tiene que ver con la igualdad, al hilo del encuentro con la ministra, la ganadera de Gema dice haberse sentido siempre muy apoyada, pero admite que sigue costando dar el paso adelante para ser la cara de la empresa: «Una vez nos hacemos propietarias, todo es igual que con los hombres», insiste Arancha, cuya explotación está dentro de la cooperativa de Leche Gaza y se encuentra inmersa en el tránsito para dejar la recría y centrarse exclusivamente en el tema del ordeño.
Ahora, el problema más grande que percibe esta mujer en la explotación, más allá de la falta de apoyo en determinados aspectos, tiene que ver con las dificultades para conseguir personal. Si la cosa no cambia, ese problema lo heredará también Andrea, que escucha a su madre y toma nota. En su caso, el «estudia y vete» está tomando forma de «fórmate y continúa el camino».