Apostados en la barra del bar de San Cebrián de Castro, varios trabajadores con monos reflectantes apuran el café antes de volver a la jera. Cuesta salir de nuevo a la calle para trabajar en un día ventoso, con lluvias racheadas y en esta semana de vuelta a la normalidad que en principio es más corta, pero que se va haciendo eterna. Al lado de este grupo, dos agricultores de la zona charlan en el descanso de media mañana cuando ven caer ante sí la pregunta sobre el biogás, las macrogranjas y los movimientos que se están produciendo en el pueblo. Ambos saben lo que está pasando, pero aquí conviene dar un contexto.
En San Cebrián de Castro, hogar ya de varias granjas de porcino de gran tamaño, se va a ampliar una de esas instalaciones para acoger a 5.925 animales en lugar de los 4.368 actuales. Esas dependencias se ubican a más de seis kilómetros del pueblo, más cerca de Riego del Camino, que las tiene a dos, y de Fontanillas de Castro, a 2,4. Además, ya está en proyecto la apertura de otra granja de 3.100 cerdos que generará 15.657 toneladas de purines al año y que no se entiende sin el anuncio de una empresa que plantea ejecutar una planta de biogás en el municipio.
Con ese panorama, San Cebrián de Castro se ha convertido en el ejemplo paradigmático de lo que está sucediendo en algunos lugares de la provincia durante los últimos meses: los proyectos de biogás proliferan, las macrogranjas van surgiendo o desarrollándose alrededor y la división social aparece de forma inevitable. Unos ven progreso; otros, el desastre. Unos dicen que el pueblo necesita empleo y dinero; otros, que las empresas no dejan beneficio alguno y sí purines y daños. Y en medio están los que no lo ven claro y los ayuntamientos. Hay fractura.
De vuelta a la barra del bar, los dos agricultores no ven con malos ojos la instalación de estas industrias. Tampoco es que las defiendan a capa y espada, pero consideran que el perjuicio al que aluden los detractores no es tal, que los terrenos y el agua no van a sufrir los problemas de los que advierten las plataformas y que todo lo que sea generación de riqueza y de puestos de trabajo viene bien. De hecho, para ellos, las macrogranjas ya han traído ese empleo a un lugar con carencias: «Y si no lo ponen aquí, va a ser en el pueblo de al lado».
Entre la gente de a pie consultada en San Cebrián, también está quien apunta que las plataformas están compuestas o lideradas por personas que no viven en el pueblo o que desconocen determinadas realidades. Tampoco falta quien menciona el interés personal como argumento para justificar la participación en ciertas reuniones o algunas intervenciones mediáticas. Lo que queda patente en la charla con los vecinos es que todo lo que está ocurriendo está abriendo una brecha.
El propio alcalde, Javier Aguado, lo admite con una frase cristalina: «San Cebrián era una balsa de aceite y se está montando un cisco». El regidor municipal repite en varias ocasiones que él también tiene su opinión personal, pero la deja al margen aquí para mantener su neutralidad como alcalde: «Todo esto tiene que pasar unos procesos que a nosotros nos vienen hechos. Las granjas tienen unas distancias y unas circunstancias determinadas y, cuando el informe es positivo, damos la autorización. Nos ceñimos a la ley», asevera el mandatario local.
En cuanto al biogás, Aguado señala que una empresa fue a hablar con él, pero insiste en su mensaje anterior: «Si yo les digo que quiero o que no quiero, eso no influye». Los representantes de la industria citaron unas parcelas propiedad de particulares, contactaron con ellos y llegaron a un acuerdo que es ajeno al Ayuntamiento: «Ni siquiera tenemos base para estar a favor o en contra. Si son legales, las tengo que aprobar, porque si no eso se llama prevaricación», remarca el alcalde.
Lo que ya no puede evitar Aguado es que la información vaya corriendo por el pueblo y que se genere «un runrún» con todo esto: «Yo lo que hice fue convocar una reunión para hablarles a los vecinos de los proyectos municipales», desliza el responsable local, que no supo dar más información acerca de la planta de biogás. Eso correrá a cargo de la empresa: «Probablemente, será en breve», anuncia el alcalde, que anima a los industriales a resolver las dudas y que critica que algunos de los detractores del proyecto estén mintiendo. Por ejemplo, en cuanto a las competencias del Ayuntamiento en esto: «Lo que necesitan es un uso excepcional de suelo rústico. Y eso te lo da la Junta», afirma.
Aguado explica que, a partir de ahí, el Ayuntamiento sí puede tomar algunas medidas, como evitar que los camiones con purines pasen por el centro del pueblo, pero eso llegará más tarde. «De momento, no me significo. Me voy a remitir a la legalidad», repite el mandatario de un pueblo que, en su día, tuvo problemas con nitratos en el agua. Ahora bien, no cree que fuese problema de las macrogranjas: «La primera vez que nos dio, solo había una pequeñita de porcino».
Las posiciones contrarias
Ya en lo que tiene que ver con las personas que se están movilizando para evitar problemas con la planta de biogás y con las macrogranjas, el rostro visible de la plataforma en San Cebrián es Didia Liedo, conocida en el plano mediático local por ser la última presidenta del Zamora CF antes del cambio a sociedad anónima deportiva y de la compra de la entidad por parte de Víctor de Aldama. Empadronada en el municipio, esta mujer entiende que debe haber una contestación social por el riesgo que entrañan los proyectos.
Para empezar, Liedo cree que los proyectos de ampliación y de nueva construcción de las macrogranjas «tienen fallos». «Faltan datos concretos que no se han presentado, relacionados con la vulnerabilidad del agua o la distancia de los embalses. No está toda la documentación que tiene que haber», asegura la vecina, que deja claro que habrá alegaciones y que sí entiende que la contaminación con nitratos que obligó a instalar una planta de osmosis inversa en el pueblo vino de la mano de la industria porcina.
En este punto, Liedo distingue entre «los chicos del pueblo, que tienen todo su derecho» a crecer con sus ganaderías, y las empresas que «tienen un beneficio y dejan aquí los purines y los daños». «Luego, el biogás va unido a las macrogranjas, pero no solo son los purines. Nos ponemos en el peor de los casos, como el de El Cubo y Coreses, y puede haber también lodos, restos de las empresas agroalimentarias y animales muertos. Estamos preocupados y en proceso de investigación. Lo que queremos son negocios sanos, no esto. Pero ni en San Cebrián ni en ningún sitio de Zamora».
Liedo, que se ha incorporado al colectivo de Stop Biogás Zamora, apunta que «todos los días salen nuevos proyectos de macrogranjas» en la provincia y lamenta que pueda haber un intento de engaño a los vecinos: «Hace años, se oyó que había inversores de fuera comprando fincas en lugares donde el terreno estaba perdiendo valor. Y ahora empiezas a pensar: ¿no sería para esto?», desliza la vecina de San Cebrián, que deja patente que los ayuntamientos van a cobrar poco por la instalación de esas industrias a cambio de permitir que su entorno «se convierta en un estercolero».
«Y me da igual que sea este pueblo u otro. La distancia, el aire y los acuíferos son comunes», argumenta Liedo, que considera que, si la gente está dividida, tanto en su localidad como en las demás que están afectadas, «es porque no ha querido informarse».
Los dardos y los que miran para otro lado
Algunos vecinos critican a Liedo por solicitar una cuota de veinte euros a los ciudadanos de San Cebrián para poner en marcha la plataforma: «No tenía noticia de que a nadie le pareciera caro, pero es para gestionar las alegaciones, los estudios que se necesitan y los peritajes», enumera la representante de la plataforma. Hasta en esto hay discrepancias. Y eso que nadie por aquí conoce todavía el proyecto concreto de la planta de biogás. Aún queda para rato en el pueblo antes de que la iniciativa se concrete o decaiga.
De regreso a la mañana lluviosa de enero en San Cebrián, y en medio de la cola del pan, otro paisano de la localidad, este algo más veterano, mira de soslayo cuando escucha de qué va el tema y lo corta rápido: «Yo de eso no sé nada». Ya hay quien piensa que lo mejor es no abrir la boca.