Mercedes Ávila Francés, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Abellán, Universidad de Castilla-La Mancha
La diversidad en las aulas que promueven las leyes educativas (como la actual en vigor en España) supone un esfuerzo de integración de niños y niñas con diferentes aptitudes y necesidades. En lugar de separar a los escolares entre los que se adaptan a la “norma” y los que necesitan apoyos o currículos alternativos, las aulas son las mismas para todos, y recae en el profesorado y el equipo de orientación el diseño de situaciones de aprendizaje que estén al alcance de todos los escolares.
Lograrlo es un objetivo loable e ideal, pero no fácil cuando un solo maestro o maestra se ocupa de una clase de 20 o 25 niños de 6 años. Contar con maestros de apoyo o incluso con la posibilidad de implantar modelos de docencia compartida, aunque óptimo, no suele ser posible.
¿Y si los propios estudiantes del grado de Educación, futuros maestros y maestras, pudieran servir de apoyo educativo al tiempo que aprenden de primera mano cuál es la realidad del alumnado con el que más tarde desempeñarán su trabajo?
Proyectos de aprendizaje-servicio
Esto es precisamente lo que estamos haciendo en las Facultades de Educación de la Universidad de Castilla-La Mancha a través de proyectos de aprendizaje-servicio, en los que, mediante el acompañamiento educativo de niños y niñas de primaria con necesidades educativas especiales o socialmente vulnerables, apoyamos la atención a la diversidad y la inclusión en los colegios de nuestro entorno.
El desarrollo de estos proyectos está regulado por un convenio firmado entre nuestra universidad y la Consejería de Educación de nuestra comunidad autónoma, lo que nos provee de un marco de actuación y nos otorga reconocimiento.
Los proyectos de aprendizaje-servicio permiten a nuestro alumnado salir al mundo exterior y trabajar en contextos reales de aprendizaje prácticamente desde que empiezan el grado, en primero y segundo curso. Para muchos estudiantes, es la primera vez que se acercan a la realidad de los centros escolares, antes de que comiencen sus prácticas propiamente dichas en tercero y cuarto curso.
La universidad como vida, no preparación para la vida
Como afirmaba el filósofo y psicólogo estadounidense John Dewey, la escuela (y más aún la universidad) no es una preparación para la vida, es la vida misma.
Si se concibe la universidad como una institución que expide credenciales para el mercado de trabajo, es lógico que el interés de cada estudiante se focalice en terminar sus estudios lo antes posible, con los mejores resultados y el mínimo esfuerzo.
Pero si proponemos a los estudiantes desde el principio que contribuyan a la mejora de la sociedad, como propugnaba John Dewey, no solo les damos la oportunidad de demostrar su compromiso con la educación y su entorno, sino que contribuimos a desarrollar la muy necesaria capacidad crítica y reflexiva.
Más allá de exámenes y contenidos
El aprendizaje-servicio forma parte de una serie de metodologías activas que buscan aumentar el carácter práctico de la formación universitaria, y que los propios alumnos reclaman.
Más allá de aprender contenidos y hacer exámenes, como alternativa a la lección expositiva, desde hace años se desarrollan proyectos de acompañamiento educativo como los mencionados antes.
La antigua concepción del aula, con un diseño apropiado para un mundo en el que la información era un valor escaso, deja de ser útil en un mundo en el que valor escaso es la atención.
En las facultades de Educación, estos proyectos de aprendizaje-servicio podrían contribuir a recuperar el espíritu de las escuelas “anejas”, que permite aprender haciendo.
¿Y qué opina el alumnado?
La investigación nos dice que el alumnado universitario que participa en proyectos de aprendizaje-servicio durante su formación adquiere habilidades de comunicación, de trabajo en equipo, desarrollo del pensamiento crítico y sentido de la responsabilidad personal y social. Además, este tipo de proyectos conectan al alumnado con las necesidades de su propia comunidad.
Los futuros y futuras docentes se dan cuenta que el trabajo en equipo es fundamental. En nuestras experiencias hemos detectado que estas incursiones en contextos reales suponen “un golpe de realidad”, de acuerdo con los propios estudiantes, que afirman que “aprenden mucho más de lo que dejan”.
Como decía una chica de primer curso: “En este tipo de carreras es muy importante tener contacto con los niños y niñas desde el primer año, pues te va a ayudar a discernir si quieres seguir siendo profesora o no”. Suelen ser experiencias que marcan a nivel emocional, pero que también suponen una gran oportunidad de aprendizaje, como decía uno de los participantes en uno de nuestros proyectos de aprendizaje-servicio: “Me pareció una experiencia bonita, pero más que bonita, brutalmente didáctica”.
Mercedes Ávila Francés, Profesora Contrada Doctora de Sociología, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge Abellán, Profesor del Departamento de Didáctica de la Educación Física, Artística y Música, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.