Entre la amplia nómina de expertos – y sobre todo expertas – que han elaborado el libro La violencia contra las mujeres en el siglo XXI aparece el nombre de Manuel Rodríguez Gago (Zamora, 1991). Este psicólogo, con Máster en Éticas Aplicadas y posgrado en Género, Masculinidades y Acción Social, se encargó de redactar, junto a Isabel Tajahuerce, el capítulo que aborda «la construcción de una masculinidad bélica en los ritos y tradiciones como una forma de violencia política». En esta charla, habla sobre el contenido de la publicación, y también acerca de la temática del doctorado en el que se encuentra enredado ahora, vinculado a los estudios feministas y de género.
– ¿Dónde se han trasladado ahora los ritos de paso para los hombres que antes resultaban tan evidentes y que consistían, entre otras cosas, en ir a la mili o en las quintadas?
– En el libro, lo que hacemos es tratar de explicar cómo la masculinidad ligada a la guerra se hallaba durante el siglo XX en la mili. Era un rito de paso para hacerte hombre. De ahí salen unas construcciones etnográficas masculinas del cambio de niño a hombre. Eso, en lo que tiene que ver con ser ciudadano del Estado, pero también sucedía en la comunidad más próxima con los quintos. En ambos casos, la violencia aparecía como parte simbólica. ¿Dónde están esos ritos de paso en el siglo XXI? Porque la historia nos dice que la feminidad parece que llega de la nada, que no hay que ganársela, pero la masculinidad hay que demostrarla. ¿Y cómo se demuestra ahora? Creemos que esto se ha trasladado al espacio digital y también a los entornos más urbanos. Lo vemos por ejemplo en las novatadas, y ahí está el famoso caso del Elías Ahuja, que fue un nosotros contra vosotras. O un nosotros contra vosotros, sea quien sea; sean las mujeres, otro pueblo, otro país u otro continente.
– Un hombre que ahora, en 2025, llega a los 18, 20 o 21 años, ¿no deja de tener esa necesidad de demostrar su masculinidad como en otros tiempos?
– No tanto como nos creemos. Al final, el feminismo sí que ha puesto un espejo frente a los hombres para que vean que la masculinidad es realmente la base del sistema patriarcal y lo que lo refrenda. El asunto es que la cosa ha cambiado en estética, pero no en el fondo. La masculinidad siempre ha estado en crisis, siempre. Es algo que está todo el rato cambiando. Yo suelo poner un ejemplo bastante esclarecedor: a principios del siglo XXI, los hombres ya estaban empezando a cambiar, ya se hablaba de nuevas masculinidades y todo esto, y creo que nace una figura que es la del metrosexual, con David Beckham. De hecho, triunfa. Pero, con el tiempo, pasados 10 o 15 años, hemos visto que cambió en estética, pero en nada más. Simplemente fue una masculinidad más consumista o más ligada al capitalismo y a la globalización, pero que realmente en el fondo seguía siendo exactamente lo mismo. Es más, después de eso nace la figura del hipster, que trae barbas enormes o camisas de cuadros de leñador. O sea, como un refuerzo de una masculinidad más tradicional, por así decirlo. Ahora nos encontramos en un momento en el que se nos dice que la masculinidad tiene que cambiar, pero nadie sabe cómo y nadie sabe hacia dónde, porque no hay referentes, que es lo que necesitamos. Entonces, los hombres estamos dando vueltas.
– ¿Aún existe una masculinidad de esa llamada «tóxica» que invade demasiado la escena?
– Totalmente. Y, de hecho, se suele decir que la masculinidad es un peligro para las mujeres, es un peligro para otros hombres considerados menos hombres y es un peligro para ti mismo. Es decir, se habla de la triada de la masculinidad. Yo, de hecho, apunto dos aspectos más, que es contra los animales y contra el planeta. Y en el libro también hablamos de eso. En las fiestas de los quintos, en prácticamente toda España, hay ciertos animales asociados a la virilidad, como el gallo o el toro, que los hombres tienen que dominar como rito de paso. También en la caza, que es algo muy masculinizado, la primera vez que se mataba se hacía otra ceremonia a la que llamaban echarse novio o novio de montería, que era otro rito de paso. La masculinidad tóxica sigue existiendo, lo que pasa que es verdad que ahora tenemos mucho más conocimiento. Ya se empieza a ver cuánto daño nos hacemos los hombres a nosotros mismos y que nos ponemos muchísimo más en peligro. La mítica frase es «no hay huevos» es un chaval diciéndole a otro que se ponga en riesgo para demostrar que es hombre. Eso todavía sigue pasando. Se ha demostrado que la masculinidad es un factor perjudicial para nosotros mismos en el momento en el que pedimos ayuda mucho menos o vamos mucho menos al médico. En el suicidio, por ejemplo, es algo que se ve muy claro: el 75% de las personas que se suicidan son hombres y esto es por una cuestión de que el patriarcado también nos obliga a que no mostremos nuestra vulnerabilidad, nuestra fragilidad, nuestra inherencia humana de emociones. Y eso es perjudicial para nosotros.
– ¿Los niños que nacen ahora todavía tienen una asignación de roles muy definida cuando entran a formar parte de la sociedad?
– Sí, y de hecho cuando hablamos de que estamos en un sistema patriarcal en el que se nos socializa por el género, esto ya pasa antes de que la propia persona nazca. Cuando una mujer está embarazada, estamos todo el rato preguntando si va a ser niño o niña, porque somos nosotros los que ya le estamos poniendo un género antes de que nazca. Y se pinta la habitación de una determinada manera, se pone una decoración concreta, se le habla a ella en la barriga de una forma… Acaba de ser Reyes y yo sigo viendo que es necesario decir que los juguetes no tienen género, y de hecho yo creo que en eso sí que estamos yendo a peor. Muchas veces, cuando hablo con mi madre, me dice que antes todos tenían una peonza, juguetes mucho más neutros, y sin embargo me parece que ahora se están dividiendo mucho más. Aquí siempre pongo el ejemplo de los colores. El rosa era el color asociado a la masculinidad en el siglo XIX, así que no es que algo esté asignado a un género, sino la utilidad que le damos. Luego tenemos a los referentes. ¿Quiénes son los hombres más seguidos en Instagram? Futbolistas. El fútbol sigue siendo el gran socializador de los niños y no de las niñas. Gracias a la vida, las mujeres han ganado un campeonato mundial y parece que eso va a dar un respiro, pero sigue siendo uno de los grandes espacios de socialización. En el patio del colegio, el espacio central sigue siendo un partido de fútbol. Y esto no es solo que jugar al fútbol sea bueno o sea malo, sino que el problema es que sigue ocupando el espacio central mientras tú ves a las niñas en los márgenes. Y esto, extrapolándolo a la sociedad, es un poco lo mismo. Los hombres, en la posición central y las mujeres, en los márgenes. De alguna u otra manera.
– ¿De qué manera abordan en el libro el tema de la guerra?
– Evidentemente, la guerra tiene cara masculina. Esto es así a nivel mundial. En Ucrania, por ejemplo, se obligó a que los hombres en edad de combatir se quedasen allí, no saliesen. Se les obligó a quedarse a luchar. Aquí, la mili desapareció en el 2001, pero se sigue socializando a los hombres en valores ligados a la guerra. Quiero decir, ¿cuáles son los juguetes que utilizan los niños? Son superhéroes, y los superhéroes tienen un carisma militar todavía. ¿A qué videojuegos juegan? El GTA es una cosa militarizadísima.
– En muchas ocasiones, se utiliza ese argumento de la guerra para hablar del sufrimiento y el sacrificio histórico del hombre.
– Las mujeres también han estado en las guerras, lo que pasa es que han sido invisibilizadas. Cuando piensas en una mujer como víctima de guerra, te viene a la mente la típica foto de mujer pobre con una criatura en brazos huyendo de un sitio, pero también han sido otra parte de la guerra. De hecho, han sido históricamente botín, y ahora está creciendo la violencia sexual contra las mujeres en espacios de guerra. De alguna manera, conquistar a las mujeres de cierto territorio es conquistar el honor de los hombres. También hablamos en este libro de cómo la masculinidad le ha hecho creer a los hombres que morir por honor es una excusa buena para morir.
– Con la ola reaccionaria que se está percibiendo a través de la aceptación del discurso de determinados partidos en España y en el resto del mundo, ¿hasta qué punto se están encontrando dificultades para hacer calar su mensaje?
– Ahora mismo, influye mucho. Tú haces un taller o cualquier cosa que se centra en masculinidades, o hablas de violencia de género o cualquier tema que tenga que ver con igualdad, y a lo mejor, en dos horas, la primera hora u hora y media van a ser chicos levantando la mano en forma de reacción. Entonces, se trata de desmontar bulos, desmontar bulos y desmontar bulos. Pero es evidente que, si el feminismo ha conseguido tanto en nuestro país en los últimos años, va a haber una reacción antifeminista. La particularidad en este caso es que se ha trasladado más al espacio digital y que tiene una connotación que no nos encontrábamos antes, que es la posibilidad del anonimato. O sea, el acoso del anonimato, la posibilidad de hacerlo 24-7 y la posibilidad de poder acosar a cualquier persona del mundo. Son tres particularidades que tiene la violencia digital. Por cierto, yo suelo decir que la violencia digital no es una nueva violencia, es la misma violencia trasladada a otro contexto. Punto. Porque la reciben las mismas personas de siempre. Ahora ha surgido todo un movimiento reaccionario contra las políticas de igualdad, contra cualquier tema que tenga que ver con igualdad, porque yo creo que el feminismo ha enseñado a las mujeres muchas cosas y las mujeres han cambiado mucho. En cambio, los chicos no han cambiado nada. Porque no ha habido referentes y porque sigue sin haberlos. Y aquí creo que estamos echándole demasiadas culpas a la juventud, como si la juventud hubiera crecido en una jungla y viniera aquí de repente. La juventud antifeminista reaccionaria la ha creado la anterior generación. Es una cuestión de educación y socialización. Lo que pasa es que es mucho más fácil echarles las culpas a las personas que han nacido hace 20 años.
– Pero esta vez el mensaje ha calado en el discurso político.
– Y la derecha y la ultraderecha lo utilizan como arma arrojadiza. Creo que el Partido Popular en esto ha cambiado muchísimo. Hace 20 años estaba muy a favor de la igualdad, y ahora Vox ha tirado de él. Por otro lado, pienso que estamos viendo cómo nacen, por fin, esas dos vertientes de la ultraderecha: los valores ligados a un nacionalismo español que los chavales de 20 años ni creen, ni saben, que es la gente que vota a Vox, y luego Se Acabó la Fiesta, que realmente se queda en todo este ámbito digital en el que están los chavales a día de hoy. Son chicos que no tienen referentes, no saben, se les ha socializado todavía en valores de una masculinidad patriarcal y luego de repente se les ha dicho que eso está mal.
– ¿Cómo convive con la necesidad de desmontar bulos constantemente, como decía antes?
– Al final, yo luego me voy a casa diciendo: he podido convencer a un chaval o le he podido desmontar dos bulos, pero mientras tanto Llados está teniendo millones de visualizaciones. Tenemos que crear un sistema en el que el discurso de igualdad pueda llegar a todo el mundo. Creo que se tiene que alinear con la idea de que sin igualdad no hay democracia. Eso lo tenemos que dejar clarísimo, que el momento en el que la reacción antifeminista está en auge, no solo está en juego la igualdad de género, es que está en juego la democracia. Las personas que nos dedicamos a esto, quizá lo que tenemos que hacer es crear herramientas para llegar a los chavales de otras formas, porque en contra está la manosfera.
– Explíqueme este concepto.
– La manosfera es donde se está aglutinando toda la reacción antifeminista en espacios digitales. Son blogs, canales de YouTube, ciertos perfiles… Un conglomerado de espacios que ha llegado a ser tan grande que directamente ha hecho un bloque antifeminista en espacios digitales. Ellos sí que han llegado a los chavales jóvenes, pero no solo a los jóvenes, incluso ya se habla de subculturas dentro de la propia manosfera. Están los gurús de la seducción, que literalmente dan consejos sobre cómo manipular a chicas para follártelas; están otras subculturas que tienen a hombres que siguen su propio camino, que directamente lo que hacen es no tener relaciones con mujeres porque consideran que el feminismo ha llegado tan lejos que no quieren participar de eso; Y luego están los incels, que han llegado muy lejos. Además, hay cosas que han ido cambiando. Hace un siglo, la masculinidad estaba más reforzada por la fuerza y ahora, en un contexto más neoliberal, el valor que está reforzando la masculinidad es exclusivamente el éxito, que se está trasladando al dinero.
– Yendo al tema de la violencia contra las mujeres, la sensación es que hay un trabajo inabarcable por delante. ¿Por dónde se puede empezar?
– Ya tenemos muy claro el tema del iceberg de la violencia de género, y que la parte visible es la violencia física y cierta parte de la violencia psicológica. Lo que toda la vida hemos conocido como maltrato. Cuando empiezas a bajar en el iceberg, te encuentras cuestiones que están más invisibilizadas, que las tenemos muy naturalizadas. Al hablar de ellas, la gente ya se empieza a reír, y aquí es cuando te dicen que la igualdad está llegando demasiado lejos. Pero tenemos que llegar hasta abajo del todo viendo que eso es lo que lo sustenta todo. Para mí, una de las cuestiones básicas es el lenguaje. Pero tú estás hablando con gente y desdoblas, o utilizas la e, o tiras de ciertos recursos lingüísticos que tenemos para que el lenguaje no sea patriarcal, y la gente se ríe, te dice que eso no es necesario y que estamos llegando demasiado lejos. De todas formas, creo que en todas estas estadísticas que salen, de no sé cuánto por ciento de los hombres no cree en la violencia de género… Bueno, si le das la vuelta, hay un tanto por ciento enorme que sí cree, y yo intento ser positivo a pesar de todo. ¿Qué es lo que pasa? Que esto significa revisar todo un sistema entero. Vivimos en ese sistema.
– En temas de igualdad, ¿estamos mejor o peor que hace veinte años?
– Este año, he hecho una investigación sobre políticas públicas dirigidas a masculinidades. Prácticamente no hay ningún país en el mundo que tenga una política estatal con una línea dirigida a hombres, como es el Plan Corresponsables. Se han hecho cosas mal y cosas bien dentro de ese plan, pero al menos existe, existen muchas cosas. Lo que pasa es que creo que la igualdad está siendo un arma arrojadiza política y esto hace que tendamos a ideologizarla, pero la igualdad no es ideología política. Creo que estamos en un momento en el que no podríamos llegar a un pacto de Estado por la violencia de género, pero a nivel de políticas públicas de igualdad sí que somos un país pionero y estamos mejor. Lo que pasa es que hay que seguir con ello. Hay que darle contenido a las políticas públicas de igualdad y hay que meter dinero.