Cuando llega la despedida, bien pasadas ya las once de la noche, Sara Incera y Jonathan Arribas se funden en un abrazo. Es el fin de la temporada. Juntos, acaban de hacerse la última foto con el público y los actores. En unos minutos, bajarán las escaleras, con las luces del Teatro Principal ya apagadas, y saldrán al frío helador de Zamora con la esperanza de que lo que acaba de suceder en el bar del liceo haya sido un punto y aparte. No un punto final. La historia de Stop Drama y de los terceros tiempos debe continuar, eso creen, porque algo ha nacido en ese piso de arriba.
Antes de la despedida y del abrazo, Sara y Jonathan acaban de conducir la última conversación del año entre el público y el elenco de actores de una obra en el Teatro Principal. La idea de este tercer tiempo, que básicamente consiste en eso, se asentó en septiembre, se estrenó en octubre y ha ido dando pasos hasta diciembre. En el cierre del curso, con la expectativa del regreso para 2025, la conversación y el debate unieron a los espectadores que llenaron la estancia con Andrea Jiménez y Juan Paños, los actores (y varias cosas más) de Casting Lear. También con Candido de Castro, intérprete de la obra por una noche.
Aquí conviene hacer un aparte. La creación dirigida por la citada Andrea Jiménez une la shakespeariana historia del Rey Lear con la narración de partes de su vida personal basadas en la relación con su padre. Y, como guinda a ese cóctel, el monarca, que también es el progenitor, es un actor distinto cada noche y en cada teatro. Y con Cándido van 47. El intérprete zamorano no se aprendió antes ningún texto, no se leyó el guion, no vio previamente el espectáculo en otro teatro. Llegó carente de información. Y se fue con una ovación de la gente en pie.
Ese concepto tan particular de obra marcó la conversación en torno a un vino, una cerveza, una tosta o lo que cada cual quiso elegir para echar el rato en el coloquio. Todo distendido, nada de formalidad. Los propios actores entendieron el asunto y se lanzaron a responder, a reflexionar y a explicarlo todo sin salirse del contexto. Al fin y al cabo, como diría aquel, esto es un bar.
El primero en abrir la boca fue Cándido de Castro, que admitió haberse sentido «tremendamente nervioso» por salir a la escena sin tenerlo todo controlado. Nada, en realidad: «Yo solamente recibía órdenes y era como una súper marioneta», apuntó el Rey Lear y el padre de la noche del 14 de diciembre: «Una marioneta muy humana», replicó Andrea Jiménez, que, ante las peticiones de la gente para que se llevara al actor de gira, recordó que este papel solo se puede asumir una vez: «A veces, quiero lobotomizar a los actores», concedió.
Jiménez subrayó que Cándido había dicho «un sí muy grande al juego», en lo que su compañero Juan Paños, el apuntador – y varias cosas más – en la obra, definió como «una noche preciosa». «Nos ha dado un amor por encima de la media», insistió la directora. El hilo de toda esta conversación empezaron a tejerlo Sara y Jonathan, pero la labor pronto pasó a ser conjunta. Los argumentos y las preguntas de la gente se fueron hilando con las réplicas de los protagonistas, y con detalles incluso de la vida personal que conviene guardar aquí.
Lo que sí se puede decir es que Andrea Jiménez y Juan Paños defendieron ante la gente de Zamora un teatro «que se haga en horizontal»; que hablaron de las obsesiones, de los traumas, de los problemas, de las noches que no salen bien, de la verdad en el texto, de la figura de Shakespeare, de los clásicos en general, del humor en medio del drama, del consentimiento y de los planes de futuro. En el horizonte de la directora, ya está Vulcano. «En marzo en el CDN», anunció ella misma. «CDN quiere decir Centro Dramático Nacional», matizó su compañero. Estallaron las risas y se cerró por segunda vez el telón.
¿Qué ha sido esto?
La encargada de decir «hasta aquí» es Sara Incera, que nada más cerrar el coloquio se une a Jonathan Arribas ante la ventana y habla de lo que acaba de suceder, de lo que viene ocurriendo en el último trimestre y de lo que es Stop Drama, la herramienta del Teatro Principal que ambos han utilizado para dar forma a estos terceros tiempos y para pergeñar otros proyectos. «Con esto, arrancamos en septiembre bajo la idea de trascender lo dramático, de acercarnos a lo que pasa después, de tratar esa parte menos solemne cuando llega la hora de conversar», explica la también actriz.
Incera percibe esos terceros tiempos como «funciones» en el bar del Teatro Principal en las que la gente conversa, cuenta: «Yo creo que hubo un punto ahí, en el coloquio de Altsasu, donde se abrió la confianza entre todas las partes», indica la responsable de la iniciativa, que apunta igualmente que la idea es que «la compañía tenga una experiencia más allá de hacer la obra». De hecho, Sara Incera recuerda que, tras La Gramática, María Adánez se implicó hasta el punto de lanzar ella las preguntas a la gente.
«Personalmente, a mí esto me está dando muchas más cosas de las que yo pensaba», admite Jonathan, que cree que «se está consolidando algo más allá de las propias obras de teatro». La idea de fondo de todo esto es acercar al público joven al Principal, una tarea compleja en la que este escritor de 27 años, que tiene su primera novela a la vuelta de la esquina, considera que hace falta convencer a sus coetáneos de que este lugar, lo que aquí se trata, «puede transformarles».
Durante la última sesión, Sara y Jonathan también repartieron unas papeletas con varios códigos QR que dan acceso a una encuesta. Las respuestas a esas preguntas servirán para dar forma a unos talleres que se lanzarán cuando se inaugure la nueva temporada. Todo, bajo el paraguas de Stop Drama. Pero eso será en 2025. Ahora llega la hora de las luces apagadas, del frío en la calle y de la mirada hacia la fachada del Principal. Más con ganas que con nostalgia. Los dos confían en que este tercer tiempo con Casting Lear haya sido el último solo de 2024. Hasta la próxima.