En el año 2014, María Jesús Prieto se convirtió en la primera mujer que encarnaba a un personaje en la mascarada de Vigo de Sanabria desde que hay memoria documentada. Aquel hito se produjo en paralelo a la recuperación de esa tradición que se había perdido medio siglo atrás y que algunos vecinos de la localidad decidieron rescatar para evitar que fuese presa del olvido. Algunos y algunas, claro. Ahora, desde hace un decenio, lo que había sido una fiesta masculinizada se convirtió en un festejo mixto; lo que había corrido el riesgo de morir se revitalizó.
La propia María Jesús Prieto, acompañada por su hija, Julia Vega, viajó este jueves hasta el Museo Etnográfico de Zamora para narrar esa experiencia en el marco de la jornada organizada por Criosanabria para hablar del papel de la mujer en las mascaradas. El testimonio de las dos sanabresas evidencia que se está produciendo un cambio estructural en el seno de estos rituales ancestrales. Es cierto que, en muchos casos, la integración femenina se produce por necesidad más que por convicción, pero la sensación colectiva apunta a que el cambio es imparable.
Prieto y Vega analizaron esta cuestión desde la perspectiva particular del pueblo de Vigo y de su Visparra, una fiesta que «se celebraba desde tiempos remotos» y que era protagonizada, cada 25 de diciembre, «por hombres jóvenes y solteros». Ellos lo copaban todo: desde el personaje adalid de la virilidad y la fecundidad que es la talanqueira a la figura «femenina» de la filandorra pasando por los ciegos o los visparros. También se quedaban, por supuesto, con el rol del fraile o el del alcalde. Este último, suprimido en la tradición actual, que se ha movido al 26 de diciembre.
«Las mayores nos han contado que las mujeres del pueblo se quedaban en casa el día de la Visparra, o incluso se marchaban al monte o se metían dentro de la iglesia. Si los visparros las cogían se metían con ellas. A veces, lo hacían incluso sus propios novios para asustarlas», indicó Julia Vega, que dejó claro que, con el regreso de la tradición, no hubo espacio para ningún estereotipo machista o patriarcal: «Se formó una asociación para organizar los talleres y hacer los trajes, y las mujeres tomamos más presencia», apuntó.
Ahora, desde que María Jesús Prieto se vistió de visparro, un buen puñado de mujeres ha ido tras ella. También ha habido rostros femeninos bajo el traje del ciego o de las talanqueiras, aunque quedan pendientes el fraile, los morenos y la filandorra, precisamente la que representa a la mujer adinerada: «Cuando vamos por la iglesia, el fraile se sube a la torre para hacer los casamientos. Estaría bien que la próxima vez lo encarnara una mujer e hiciera parejas entre personas del mismo sexo», deslizó Julia Vega.
La exposición de las mujeres de Vigo de Sanabria sirvió como cierre y como ejemplo de la provincia en una jornada en la que, por espacio de dos horas, se analizó el papel de la mujer en las mascaradas de Galicia y Portugal, e incluso de México y Ecuador. Para hablar de la parte vecina, Criosanabria contó con la presencia de la lucense Mercedes Vázquez Saavedra, una fotógrafa ya veterana que conoce bien la realidad de las tradiciones ancestrales en La Raya y que fue repasando, de la mano de decenas de imágenes, la presencia femenina en los rituales.
Un rito iniciático para ellos
Vázquez Saavedra apuntó que, en los tiempos antiguos, la participación de la mujer se veía frenada por la comprensión de las mascaradas como «un rito iniciático para los hombres». «En esas épocas, las mujeres eran personajes secundarios o estaban haciendo la comida, y eso está cambiando, aunque sea muy poco a poco», aseveró la experta gallega, que tiró del humor y de la ironía para ir analizando la cuestión: «En algunos casos, las mujeres dijeron: vamos a entrar, ya está bien. Y están dentro».
La fotógrafa remarcó que incluso los personajes femeninos han sido encarnados tradicionalmente por hombres, reivindicó a las pioneras que fueron abriendo el camino por senderos «muy restringidos» y admitió que, en ocasiones, la falta de relevo generacional ha sido decisiva para permitir que ellas accedieran a determinados roles. Es decir, en ausencia de los hombres suficientes, las mascaradas optaron por abrirse a la igualdad. O a algo parecido.
A partir de ahí, el propio responsable de Criosanabria, Daniel Boyano, hizo un repaso por las tradiciones ancestrales del mundo antes de dar paso a los testimonios desde México, Ecuador o incluso un híbrido entre Galicia y Portugal, pues Ahim Ferreros procede de la región española, pero compareció por vídeo para narrar su experiencia personal dentro de los Caretos de Lamego. En todos los testimonios, la pasión fue el denominador común. «Es una experiencia increíble: los nervios, la sensación de pertenencia al grupo, el compromiso…», repasó Ferreros.
También la representante de una de las tradiciones ecuatorianas incidió en la progresiva integración que han logrado las mujeres en una fiesta que, a pesar de celebrarse al otro lado del Atlántico, presenta rasgos comunes con los rituales de estas zonas: «Aquí, en el mundo rural tradicional, lo normal era que las mujeres participaran de manera residual o secundaria, sin llegar a ponerse ninguna máscara, pero eso está cambiando. Estamos caminando hacia la igualdad, aunque sea muy lentamente», opinó Boyano.
Las dificultades que persisten
Por ejemplo, en pueblos zamoranos como Sanzoles, la integración sigue siendo compleja, como manifestó en el turno de preguntas Celedonio Pérez, periodista de la localidad. La sensación común es que en las tradiciones donde la demanda de participación masculina continúa siendo elevada cuesta más abrir hueco a la presencia femenina: «Aquí no hemos tenido problema. El pueblo es bastante integrador y se ha superado el estereotipo», contestó Julia Vega, la mujer de Vigo.
En esa localidad sanabresa, cada 26 de diciembre desde hace ya unos cuantos, cuando los vecinos dan los donativos, las mujeres son las que llevan la voz cantante a la hora de entonar las estrofas que culminan con una voz final: ¡Xixa pal garabito!