Pavimento, pretil e iluminación. Estos son los tres pilares fundamentales sobre los que se sustenta la presente intervención en el Puente de Piedra, una obra que mantiene cortado el viaducto al tráfico peatonal. Y así estará durante varios meses. Las obras consisten en el desmontaje de la barandilla metálica, muy deteriorada y cuya retirada supuso el derrumbe de parte del pretil; la reposición del pavimento, en mal estado después de años soportando el tráfico rodado; y en la dotación de una nueva iluminación para el puente.
La de ahora es una intervención que pretende “recuperar” el pasado esplendor del Puente de Piedra, afectado por repetidas intervenciones a lo largo de los últimos siglos, no siempre acertadas. Actuaciones, como indica el propio proyecto de la obra que ahora se está llevando a cabo, “desafortunadas” que “hacen que las características del puente disten mucho del original”, algunas causadas por las avenidas del río, documentadas en 1517, 1545 y, la más importante, en 1556, que provocó importantísimos daños en las bóvedas y en ambas torres. A principios del XVII, mientras se llevaban a cabo obras de reparación, “dos nuevas crecidas en los años 1606 y 1607 provocaron la paralización de las obras e incrementaron los daños. En 1611, una gran avenida derribó la bóveda de una de las torres, dejando otra muy debilitada.
Reformas sin criterio
Los siglos pasan y las intervenciones sobre el Puente de Piedra se superponen unas a otras. Una de más recientes es la del ingeniero Luis de Justo en los años 1905 y 1907. A pesar de que ahí se consiguió al fin consolidar y estabilizar las bóvedas, Francisco Somoza, arquitecto encargado del proyecto actual, define los trabajos como “los más dañinos realizados sobre el conjunto en toda su historia”. En esa época se demolieron las torres y “esto supuso no solo la desaparición de los elementos más característicos y simbólicos, si no que fue una actuación llevada a cabo sin comprender ni considerar la importancia histórica de las torres”. Las obras, de una envergadura “extraordinaria”, afectaron también a otros elementos “más antiguos y que probablemente pertenecían a la construcción original”. Se transforman los huecos de evacuación superiores y se elimina el pretil de piedra, sustituyéndolo por la barandilla que todos los zamoranos han visto en los últimos años. Cuando la presente intervención concluya, el Puente de Piedra recuperará parte de su aspecto con un nuevo pretil de piedra con la altura suficiente para garantizar el tránsito seguro de peatones.
“Sus características geométricas y el inevitable paso de vehículos, por constituir un nexo indispensable entre las dos áreas de la ciudad, ha dado lugar a una serie de intervenciones durante el siglo XX, que, supeditadas siempre a su principal función, han provocado graves alteraciones en el puente que ha incrementado los procesos de degradación”. Desde hace unos años, con el tráfico rodado ya derivado por el Puente de los Poetas, el Puente de Piedra ha recuperado su carácter peatonal.
El derribo de las torres
La razón por la que se paso a derruir las torres con las que contaba el puente en sus inicios tienen que ver con su obsolescencia y porque, indica el proyecto actual de remodelación, suponían una carga más que notable para la propia estructura del puente. Sin embargo, “las razones fueron únicamente tendentes a simplificar las necesarias obras de consolidación que precisaba el mal estado” de la infraestructura.
Esta intervención fue indudablemente la que más alteró la estética original del viaducto, que se había mantenido a lo largo del tiempo a pesar de las distintas intervenciones realizadas. Una vez demolidas las torres, “las obras de reconstrucción se plantearon con criterios utilitaristas, sin atender en ningún caso a la preservación de las características formales constructivas o estilísticas del conjunto”. Características que, ahora, al menos en parte, pretende recuperar el Ayuntamiento de Zamora.