«¿Y por qué vas a poner un negocio en El Piñero, si en los pueblos no hay nada?»
A Lorena Alonso, esta pregunta de un niño de seis años se le quedó grabada. «Me hizo preguntarme que les estamos enseñando a los niños», asegura, y añade: «A los niños hay que decirles que pueden quedarse donde viven y que se pueden hacer cosas buenas en los pueblos, hay que atreverse». Lorena lo dice y, además, pregona con el ejemplo. Después de años de papeleo, de una inversión importante, de leer mucho y de no viajar menos, ha puesto en marcha «Ecoespora», una empresa dedicada al cultivo y comercialización de setas que está ubicada en El Piñero.
Durante estos días Lorena Alonso realiza la primera recogida de setas de su nueva empresa. De las cuatro salas de cultivo, tres están ya ocupadas por unas pequeñas alpacas de paja que el ojo no entrenado no sabría identificar. En ellas se realizan unos agujeros y, como ya tienen semillas, por ahí nacen las setas. Muchas setas por un agujero pequeño, tantas que impresiona. Es pleurotus ostreatus, la primera remesa de la nueva empresa. En los próximos días comenzará a producir shiitake.
En las salas hay un número de alpacas bastante inferior al que uno diría que se pueden almacenar. La causa, explica Alonso, es «la calidad». «Yo podría poner aquí muchos más paquetes de los que tengo, y abrir más agujeros en cada uno y recoger más veces, pero las setas ya no serían iguales y yo quiero hacer las cosas bien», apunta la emprendedora. «A mí me cabrían aquí doscientas alpacas, pero no quiero».
La seta, explica, es un producto delicado, que necesita de unas condiciones de humedad determinadas en cada una de sus fases de desarrollo. Es lo que se aporta en las estancias en las que se cultiva, únicamente humedad. La temperatura, explica Lorena, es la que marca el tiempo. «Cuando hay más calor nacerán antes y cuando haga más frío tardarán más, pero no vamos a modificar la temperatura porque eso también se nota en el producto final», añade. El riego se lleva a cabo por difusión, en un sistema similar al que tienen algunas terrazas de bar en verano. No hay automatización, y es la propia emprendedora la que se encarga de encender o apagar el sistema.
Residuo cero
Lorena Alonso ha puesto en marcha una empresa en la que se ha propuesto «no generar residuo». No se usa plástico, y cuando la paja en la que se cultivan las setas deje de ser productiva se utilizará para hacer compost ecológico que podrán usar los vecinos de El Piñero para sus tierras. «Cerramos el círculo. No se genera basura y los vecinos del pueblo pueden tener un abono bueno, sin coste», explica.
El negocio aún está echando a andar, pero de momento pinta bien. Ecoespora ha llegado ya a acuerdos con alguna frutería de la ciudad, con restaurantes de la zona y con algún catering. «Yo quiero eso, soy una gran defensora del comercio local y es lo que quiero para mi empresa. Pequeños comercios, consumo de kilómetro cero y venta directa», apunta. La emprendedora asegura que ha rechazo ya una oferta de una importante cadena de distribución alimentaria. «Pedían unas condiciones que no se podían asumir», apostilla.
Ecoespora, que en principio iba a ser una empresa de cultivo y venta al por mayor de setas, ha decidido cerrar el círculo de producción. «Me di cuenta de que, si no lo hacía, las grandes me iban a comer», asegura la impulsora de la empresa. Así que las setas se pueden comprar ya listas para consumir en la empresa, que contará además con un curioso paquete en el que se incluye garbanzo de Fuentesaúco y una receta para cocinar unas setas con garbanzos. En el futuro, quizás se compre una envasadora para vender la comida ya hecha, lista para calentar y comer. «En esta primera etapa, eso ya era mucho», reconoce Lorena.
Instalaciones abiertas a visitas
La emprendedora quiere también abrir sus instalaciones para visitas, ya sea de escolares o de público en general. «Mi idea es traer a los niños, que se lleven a casa una alpaquita pequeña, que lo hagan ellos y que vean como crecen las setas, para que conozcan el proceso», asegura. Lorena ha pensado en absolutamente todos los detalles hasta el punto de que ha proyectado unas instalaciones accesibles para personas en silla de ruedas. «Mucha gente con alguna minusvalía no puede conocer este tipo de empresas y es una pena, no quería que eso pasara aquí».
El de Lorena Alonso es uno de los negocios que durante los últimos tiempos han echado a andar en El Piñero. Los otros son ganaderos, uno centrado en los conejos y otro en los cerdos, pequeñas explotaciones en ambos casos impulsadas por unos jóvenes que quieren quedarse en el pueblo. «Los jóvenes queremos quedarnos, pero necesitamos también servicios. No puede ser que los pueblos estén como están, sin médicos, sin colegios… Si quieren que nos quedemos, deberían darnos algunas facilidades», concluye Alonso.