Las infancias en el medio rural de «Los ingratos», la siempre compleja adolescencia en «Los incomprendidos». Y, ahora, la vejez en «Los siguientes». Pedro Simón cierra su trilogía de la familia con una obra en la que pone a una generación frente al espejo, ante el momento de empezar a cuidar a un padre que llega al final de sus días. Presenta hoy su libro en la librería Semuret, donde charlará con los lectores desde las siete de la tarde.
– ¿Empezamos por el principio?
– Venga.
– Pues el principio es la portada. ¿A quién vemos?
– Son tres personas, una soy yo y las otras dos tienen que ver con mi núcleo más íntimo. El de abajo es mi padre, que estaría en esa foto alrededor de la treintena. Sobre sus hombros está mi hermano, que en esa foto tendría ocho años. Y el de arriba del todo soy yo, que cuando se hizo esa fotografía tenía cuatro años. Está hecha en el embalse de Almendra, en el año 1975.
– ¿Por qué esa foto?
– Me propusieron muchas portadas desde Espasa, la editorial. Pero ninguna terminaba de gustarme. Así que me puse a buscar en mi colección de fotos y di con esta.
– ¿Qué cuenta?
– Habla del paso del tiempo, de esa tribu imbatible en la que muchas veces convertimos a nuestra familia.
– ¿Y cuando la mira ahora, qué piensa?
– Me da nostalgia, alegría. También me da pena. Creo que un álbum de fotos es el único lugar donde te da tristeza ver a alguien sonriendo. Nos muestra que el tiempo pasa rápido, muy muy rápido.
– ¿Qué es vivir?
– Es resistir. Es tratar cada mañana de ser mejor persona, de ser tu mejor versión. Es tratar de ser feliz. Es lo más bonito que hay.
– ¿Y qué es envejecer?
– Es dejar de hacer cosas que no quieres dejar de hacer.
– Duro.
– Es desaprender ciertas cosas, es un proceso en el que nos vaciamos. Es asumir el paso del tiempo. La vida es como un dentista que va arrancando piezas dentales. Un día te lleva el físico, otro día quizás te lleva la memoria… Hasta que un día se lleva la propia vida.
– No envejecemos solos.
– No, claro. Cuando envejecemos, envejecen con nosotros los que vienen detrás. De ahí el título de la novela, nosotros somos los siguientes. Ver a tu padre o a tu madre es un spoiler de lo que vas a ser tú mismo. Cómo vemos a nuestros padres es cómo nos vamos a ver a nosotros en el futuro.
– Y cómo ellos nos ven a nosotros veremos a nuestros hijos, un ciclo.
– El ciclo sin fin, como decían en El Rey León.
– ¿Estamos preparados para ver envejecer a nuestros padres, para cuidar de ellos?
– No lo sé. Habrá gente que sí, que esté preparada para estas cosas. A mí todo lo que tiene que ver con el paso del tiempo me cuesta mucho, siento que me acerca al vacío, a la muerte.
– ¿Hay lado bueno?
– Claro, tiene que haberlo. Los cuidados a los padres pueden ser un maravilloso momento para recuperar el contacto, ese piel con piel que perdemos con el paso de los años. La vida conlleva desafección, en el sentido físico del término. Dejas de tocarte, en algunos casos dejas de verte. También es bonito volver a recuperar esa mano que un día cogió la tuya y que ahora casi te está suplicando que la tomes.
– ¿Es mejor cuidar o ser cuidado?
– Creo que todo el mundo prefiere cuidar. Cuando uno tiene que recibir ciertos cuidados conlleva que tiene que renunciar a unos espacios de intimidad a los que no es fácil renunciar.
– Habla de muerte en la novela, pero también de amor. Del de un padre a un hijo, que es incondicional.
– No hay otro como ese. También trata la redención, y las segundas oportunidades. Habla de la familia, que a veces parece una mentira, como esa gran verdad de la sociedad. El refugio al que quieres volver. Aunque tengamos cincuenta años, a veces necesitamos, todos, que nos traten como a un niño. Por lo que sea, porque hemos tenido un mal día, porque estamos pasando por un mal momento anímico, porque nos han pegado un revolcón en el trabajo. Hay veces que lo único que uno necesita es que le abracen y le den la mano.
«Como sociedad, tratamos bien a los mayores. Creo que tratamos mucho peor a los jovenes»
– Cuando llega el momento de cuidar a un padre, ¿nos sometemos a la prueba del algodón para saber si somos buenas personas?
– Sí, y es algo que queda para nosotros. En la soledad de una habitación es cuando uno sabe si ha puesto toda la carne en el asador o si se ha dejado algo. Borges decía que en cualquier biografía, por larga que sea, siempre hay un solo instante en el que el hombre sabe para siempre quién es. Cuando llega ese momento solo uno mismo sabe si va a estar dispuesto o no a dar el cien por cien.
– ¿Tratamos bien a nuestros mayores?
– Creo que sí, que como sociedad los tratamos bien. Creo que tratamos peor a nuestros jóvenes. Con los mayores hay cosas que, por asumidas, no reparamos en ellas. Hay un buen sistema de pensiones, con sus deficiencias, pero bueno. Hay medicinas gratuitas o muy baratas. Cuando vino la pandemia, nadie cuestionó que los mayores eran los primeros. Tienen entradas a museos gratis, abonos municipales… Pero los jóvenes tienen muy poco. Les decimos que son ninis, que son maleducados, les precarizamos los sueldos, no pueden pagar los alquileres…
– ¿Pero no les damos la espalda cuando llega el final?
– No quiero atreverme a juzgar a nadie, cualquier solución que adopten las familias puede ser buena. Desde estar en casa de los hijos, a cambiar de cada cada equis tiempo o ir a una residencia. Habrá circunstancias, pero yo veo en general respeto cuando llega la decadencia.