En febrero del año 2023 Pereruela perdió otro negocio, uno más. Más que enfado, lo que se respiró entonces en el pueblo era resignación, porque no era el primero de los últimos tiempos y se esperaba que tampoco fuera el último. Era un negocio que, eso sí, daba especial pena. Si el sabor de muchos pueblos se identifica con el pan que en ellos se hace, en Pereruela se quedaban sin él: cerraba la panadería.
Con estas, es fácil entender la alegría que despierta en una pequeña localidad que haya pan artesano diario a la puerta de casa. Alegría que a Pereruela se ha encargado de traer Luis García, un emprendedor venelozano que ha alquilado el despacho y horno de pan del pueblo y que, dicen los clientes y puede comprobar cualquiera que se acerque, ha sido capaz de captar la esencia de un buen pan de pueblo.
García lleva cuatro años en Zamora, trabajando fundamentalmente en la hostelería, en la capital, donde vive con su mujer y con sus dos hijos. Sin embargo, le tira el pan porque, dice, es a lo que su familia se dedicaba en Venezuela. Sus abuelos, sus padres y luego él trabajaron en un negocio que se encargaba de cocinar entre dos mil y tres mil comidas diarias en su país de origen, y una de las funciones era fabricar pan. Después, realizó un curso en el Instituto Europeo del Pan.
Formación no falta, y ganas tampoco. Aunque Luis se ha dado cuenta de que Pereruela es un sitio de costumbres. Comenzó utilizando el horno para preparar también algunos postres y productos más típicos de su país, productos que le quitaban más tiempo que beneficios le daban. Así que ha afinado la oferta y ahora hace solo panes, barras y panes con masa madre. Unos 150 al día, alguno más en los días festivos.
El nuevo panadero de Pereruela no escatima en horas. Está al pie del cañón a las tres y media de la madrugada para comenzar a trabajar y, en los últimos días, ni siquiera ha podido ir a dormir a su casa, a Zamora, porque el despacho tiene un problema con el horno, que es de leña pero que «debe tener alguna fisura o algo» porque se enfría muy rápidamente. «Me tengo que quedar aquí a dormir para ir echando leña y que no pierda calor porque, de lo contrario, tengo que encenderlo al llegar y tarda mucho en alcanzar la temperatura», apunta el panadero. «En cuanto pueda, pongo gas», dice.
Del reparto también se encarga él. Lleva pan a Zamora y a varios pueblos de los alrededores de Pereruela donde, dicen, aprecian el producto. «Cargo la furgoneta y lo llevo yo a primera hora» para despachar luego en Pereruela hasta el mediodía, cuando da por terminada la jornada. «Es duro, pero peor es el horario de la hostelería», apunta. «Aquí, a la una de la tarde ya tengo el día terminado y puedo estar con mis hijos», reflexiona.
Una situación «insostenible»
Luis y su mujer, Geraldine, llegaron a España hace cuatro años cuando la situación en Venezuela, dice el emprendedor, se hizo «insostenible». Asiste a la conversación la madre de Luis, que en el momento de realizar este reportaje había venido unos días a visitar a su hijo y a ver el nuevo negocio en el que se había embarcado. «En Venezuela la cosa está muy difícil para poner un negocio y él es muy emprendedor, no le gusta estarse quieto», indica. «La gente me dice que está muy contenta con él y él también está contento, creo que ha acertado», dice la mujer. «En el pueblo», concluye, «están encantados con tener pan todos los días».