Hola, compañera de lucha.
El primer día de la noticia, prohibido hacerse pequeña. Al contrario, multiplica el tamaño y las ganas de vivir, la autoestima tiene que crecer infinitamente, sentirse siempre querida en cualquier lugar. Cada ¡qué guapa estás!, cada ¡qué fuerte eres!, cada ¡qué bien lo estás haciendo! nos sirve para crecer y hacernos un poco más grandes.
Eso necesitamos, valor para la dura lucha sin darnos pie a ninguna lástima. Eso empequeñece, y no queremos eso. Necesitamos toda la energía positiva para recorrer el largo camino que tenemos enfrente. Cada día de tratamiento, aunque cueste, descontaremos y diremos: ¡otro menos, otro obstáculo superado! Siempre visualizando la luz al final del túnel, que más pronto que tarde llegará para dejarlo todo en una experiencia vivida, llena de nuevas amigas que seguro serán de por vida.
Un abrazo fuerte.
Escribe las líneas de arriba Vanesa Prieto. Es joven, tiene dos hijos de siete años a los que cuida como madre soltera y la vida le cambió hace ahora un año. Un día, uno de tantos, lo mismo da que fuera miércoles o domingo, al despertarse en la cama, boca arriba, lo vio. Un bulto en una mama. «Joder, aquí hay un bulto», fue lo primero. Llamada a los médicos, nervios, «muchos nervios, muchísimos» y la ginecóloga empieza a finar en el diagnóstico: «Tiene mala pinta».
Lo primero en lo que pensó, más que en ella misma, reconoce, fue en cómo darle a la noticia a su madre, que esperaba fuera de la consulta. «Yo tenía una visión diferente sobre cómo me lo iba a tomar. Pensé que me iba a desmoronar, y no. Lo peor fue darle vueltas a cómo se lo decía a mi familia». El diagnóstico final llegó por estas fechas y el 30 de octubre hará un año que empezó la quimio. En mayo se sometió a una mastectomía y recibió el tratamiento de radio. A mediados de noviembre, si todo va bien (como parece) acabará el tratamiento de inmunoterapia.
«En mi vida me han pasado muchas cosas malas, si eso no acabó conmigo, esto tampoco», asegura, orgullosa, mientras participa en un acto de concienciación en Santa Clara. Vanesa ha hecho gala de entereza, incluso en los momentos más duros en los que «hay que apoyarse en la familia» para seguir adelante. «Por suerte, tengo unos padres y unos hermanos que tiran de mí cuando estoy más floja». La cabeza, dice, «siempre alta», incluso «en días más malos. Si estoy mal, me arreglo y me voy a la calle. Nada de chándal, bien vestida. Con el pelo bien, cuando lo tenía. Cuando peor, mejor», dice.
«En realidad, quien tiene la situación más fácil en mi familia soy yo misma»
Vanesa Prieto
«Nunca he vivido la enfermedad como si fuera el fin de nada, no lo es. Otra cosa es que me hubieran dado un diagnóstico mucho más duro, no sé cómo me lo hubiera tomado», dice para volver a elogiar el papel de su familia. «En realidad, la que tiene una situación más fácil soy yo. Yo sé cuándo estoy bien, pero mi familia sufre por mí y, por mucho que yo les diga, no saben cómo estoy».
«El miedo es común a todos»
Hay muchas formas de vivir la enfermedad. Muchas, tantas como personas afectadas. Si Vanesa empezaba su carta dirigiéndose a una «compañera de lucha», Inocencia Granja, Chencha, asegura que no le gusta esa palabra. «Luchar, luchan los médicos. Nosotras nos ponemos a su disposición e intentamos seguir adelante». A Chencha el diagnóstico le llegó antes, hace cuatro años y todavía sigue un tratamiento hormonal y un miedo que, reconoce, no logra sacudirse. «El miedo es común a todos, creo».
A esta zamorana la vida le cambió al salir de la ducha. «Me miré en el espejo y vi una forma extraña. Yo no me toqué bulto, ni nada, pero ahí pasaba algo, yo lo sabía. Fui a la médica de cabecera y me dijo que ahí no había nada de qué preocuparse, pero yo sabía que algo pasaba». Ahí estaba, en la mama izquierda. Un tumor. «Lo vi yo, porque yo conocía mi cuerpo. Por eso es importante explorarse, porque como una conoce su cuerpo, no lo conoce nadie».
Chencha llama a las cosas por su nombre. «Esto es lo que es, cáncer. No es un problema, no es una enfermedad. Hay que llamarlo como lo que es: cáncer. Es una palabra fea, sí, pero es la que hay. Y el tratamiento no es tratamiento, es quimioterapia. Esta es la realidad. Se puede sobrevivir, pero hay que afrontar la realidad y hay que empezar por llamar a las cosas por su nombre», zanja. Chencha aún tiene un tratamiento hormonal, que acabará el próximo año, y comenzará entonces con las revisiones rutinarias. También se sometió a una mastectomía en la mama izquierda.
– ¿Qué piensa alguien cuando le dicen que tiene cáncer?
– Se te pasa de todo por la cabeza. Se te cae el mundo encima, no piensas nada bueno. Pero cuando uno sale de la consulta tiene que asumir el golpe y empezar a recolocar las fichas de tu vida. No hay que dar mucho tiempo a la cabeza para pensar.
De nuevo, el papel de la familia. El salvavidas de muchas pacientes. «Con la quimio se me empezó a caer el pelo. Me fui a rapar y cuando llegué a casa mi marido y mi hijo se habían rapado la cabeza también. Que alguien te agarre de la mano, que te digan que es duro, pero que vas a salir. Qué importante es eso». Lo que Chencha sí se ha sacudido, y lo hace cada día, es el manido «estigma». «Creo que no hay ese estigma, aunque la gente hable de él. Yo no lo he sentido, ni cuando salía a la calle con el pañuelo, ni cuando tomo el sol en la playa sin ponerme la parte de arriba». Algo que hacía antes de la enfermedad y que ahora ha vuelto a hacer. «Nadie me mira de manera diferente».
Los datos
El cáncer de mama es el segundo en incidencia en la provincia de Zamora, según el Observatorio de la Asociación Española Contra el Cáncer. En la provincia se registraron durante el año pasado 169 casos de cáncer de mama por cada 100.000 habitantes, lo que eleva el total de diagnósticos a cerca de trescientos. Solo el cáncer de próstata tiene una incidencia mayor, con 207 casos por cada 100.000 habitantes.
La evolución de los últimos años hablaba de una caída del nivel de incidencia, que ha vuelto a subir analizado el año 2023. Los nuevos casos se dan sobre todo en mujeres de más de cincuenta años y menos de 74, los años en los que los cribados son más intensos. La incidencia en el futuro habla de una cierta estabilización o reducción de los datos, siempre según las previsiones de la AECC.