Ocurre en muchos pueblos. Es uno de los lamentos más comunes de los alcaldes cuando se habla de repoblar: no hay vivienda disponible para el alquiler. A veces, ni siquiera para la compra: «Necesito vivir al menos un año aquí para saber si quiero quedarme, pero habría que evaluar si hay sitio». Las palabras las pronunció la semana pasada una mujer llamada Vanesa Cortegoso, que se ha mudado con su familia a Hermisende y que reside en una casa del Ayuntamiento, a la espera de hallar su propio acomodo.
En este caso, esta mujer y los suyos se han visto favorecidos por la inquietud del alcalde por atender la demanda de las personas que quieren mudarse a su pueblo y por la disponibilidad de viviendas municipales en el lugar, aunque el propio responsable político de Hermisende, Jesús González, es consciente de que «es complicadísimo todo» con ese asunto. «Los ayuntamientos llegamos donde llegamos», afirma.
La queja se repite en otros lugares como San Vitero. Hace unos meses, su alcaldesa, Vanesa Mezquita, lamentó que en su zona «hay puestos de trabajo y cosas que se demandan», y se rebeló ante el hecho de que «haya gente que quiera venir y no tenga vivienda». «Mientras, tenemos un pueblo aquí mismo con el 90% de las casas cerradas. Hay que educar un poco a la gente para que sea generosa a la hora de alquilar, pero también exigir a las administraciones superiores para que ofrezcan incentivos a los propietarios», reflexionó la mandataria alistana.
Lo cierto es que, si uno acude al INE, cuesta entender que en la Zamora rural haya problemas de acceso a la vivienda. Según los últimos datos del censo, en toda la provincia hay 155.610 viviendas. De ellas, 41.812 están vacías y 20.861 son de uso esporádico. Pero, si uno acude al detalle de los municipios de menos de mil habitantes, puede comprobar cómo más de la mitad de los hogares están deshabitados o solo se utilizan de manera muy puntual. De las 82.975 casas, 31.220 están vacías y 11.634 son de uso esporádico.
La estadística ofrece el detalle de los municipios de más de mil habitantes y del resto en su conjunto. Eso permite comprobar que los ayuntamientos grandes donde más vivienda ocupada hay se concentran en la capital y su área, y en Benavente y su entorno. La cifra de casas vacías o de uso esporádico no suma ni el 30% en Morales del Vino, Zamora ciudad, Villaralbo, Benavente, San Cristóbal de Entreviñas, Santa Cristina de la Polvorosa o Moraleja del Vino.
En cambio, ese porcentaje de casas desocupadas de manera total o habitual ronda o supera el 50% en Bermillo, Coreses o Fermoselle. En este último municipio, la situación resulta particularmente evidente, con casi dos tercios de sus hogares vacíos o de uso esporádico. De hecho, más de la mitad de las casas están totalmente deshabitadas en estos momentos, según los datos del INE.
«La impronta de la segunda residencia o vivienda vacacional convive aquí con el abandono», explicó el Consejo Económico y Social de Castilla y León, en un informe publicado en verano, al hablar del caso de Fermoselle, pero también de la realidad que viven otros lugares de la provincia como la Sierra de la Culebra.
Demanda de incentivos
¿Y cuáles son las soluciones? Los alcaldes ponen el foco en los escasos incentivos que tienen los propietarios para vender o alquilar su vivienda, por lo que demandan la intervención de las administraciones superiores para poner casas a disposición. Ese es el primer paso para llenar los pueblos. «Ahora estamos tramitando para que venga otra familia y, si no se tuerce, van a alquilar la panadería de Castromil», deslizó la semana pasada el alcalde de Hermisende. Si acuden a él un par de interesados más, empezará a tener problemas para hacerlos encajar en algún sitio.