Marco Martín se pasea por el nuevo parque de parkour de Zamora y ve algo que no le gusta casi a cada zancada: «Esto no lo pueden usar los niños, las piezas se mueven, el material resbala, esa rampa va del revés, este bloque es demasiado alto, aquí te das con las ramas del árbol…». La lista es larga. El representante de la comunidad y uno de los principales activos de esta disciplina en la ciudad observa lo que le rodea con decepción. No da la sensación de estar enfadado ni rabioso. Más bien, se mueve entre la incredulidad y la resignación.
Hace unos días, en las cuentas que tiene la comunidad en las redes sociales, el grupo de Marco y el resto de los miembros del colectivo de parkour en la ciudad compartió unas reflexiones bastante contundentes sobre cómo se había plasmado su anhelo de contar con un parque de estas características en Zamora. «No sirve para nada. Han tirado dinero público», se podía leer sobre una de las imágenes que utilizaron para expresar su queja.
Ya este lunes, el grupo popular en el Ayuntamiento de Zamora se hizo eco, a través de su portavoz, Jesús María Prada, de esta posición de los afectados y de la inversión superior a los 56.000 euros que se había realizado para dar servicio a un colectivo que ahora dice sentirse «estafado». La clave de todo parece estar en el modificado del proyecto. Una vez se abandonó la línea inicial que se había acordado con los amantes de la disciplina, la obra y los deseos de sus demandantes se bifurcaron.
El concejal del área de Obras, Pablo Novo, explicó también este lunes, en declaraciones a Enfoque que, durante los meses que duró el proceso previo a la ejecución de los trabajos, las conversaciones fueron fluidas, las reuniones múltiples y la sintonía aceptable. No hay que olvidar que el parque se hizo por expresa petición de los usuarios a través de los presupuestos participativos del año 2017. Es decir, había un deseo claro y el Ayuntamiento, aunque un tiempo después, estaba dispuesto a cumplirlo.
Las dos partes señalan que la comunicación empezó a quebrarse a partir de la necesidad de ejecutar un modificado sobre el proyecto inicial. Ese asunto «se les explicó», según Novo, que sí reconoce que Marco Martín le escribió unos mensajes, ya en septiembre, expresándole su preocupación por el desarrollo de las obras a los que el concejal no respondió. «Podemos entender el malestar, pero lo hemos hecho pensando en ellos, y nosotros pensamos que ha quedado bien», estima Novo.
El concejal insiste en que el parque cumple con la normativa y ve «desorbitada» la crítica vertida desde la comunidad. «Me entristece, después de todas las conversaciones que hemos tenido», remacha Novo. El colectivo, representado en esta conversación por Marco Martín, no culpa directamente al concejal. O al menos, no en exclusiva. Muchas de las miradas van también hacia la empresa que ha ejecutado el parque y que lo ha hecho, por ejemplo, con materiales que no son hormigón, el que reclamaban los usuarios.
La comunidad de parkour en Zamora
¿Y quiénes son los usuarios? Marco Martín explica que, en la escuela, hay en torno a 40 integrantes de edades que van desde los 3 hasta los 60 años. «Tenemos bastante gente activa», afirma este zamorano que cifra en unas cien las personas vinculadas al parkour en el municipio. Conviene recordar que esta disciplina, básicamente, «enseña cómo desplazarte de un punto A a un punto B con la mayor rapidez y eficiencia posible». En muchos casos, a través de saltos inverosímiles y de equilibrios delicados.
Se trata, en definitiva, de una disciplina física que nació en suelo urbano y que se desarrolla allí. De hecho, a sus usuarios se les puede ver habitualmente en los entornos de San Cipriano o de Santiago el Burgo, o en barrios como Los Bloques o La Viñas: «En nuestros lemas, también está la búsqueda de ser más fuerte para poder serle útil al entorno, o de ser rápido ante situaciones de riesgo», matiza Martín, que también tiene claro que, centrados en la realidad, se trata de una forma de hacer ejercicio como otra cualquiera: «Usamos el patrimonio urbano, pero no destrozamos nada», apostilla.
La idea con el parque no era abandonar la esencia de la ciudad, sino utilizar este espacio ubicado al pie de la calle Obispo Acuña, cerca ya de la ermita de la Peña de Francia, como un lugar de práctica y de iniciación. Lo que ocurre es que, de lo que parecía que iba a ser a lo que se ha plasmado va un trecho demasiado largo, a juicio de la comunidad de parkour Zamora: «Se ha modificado entero. Nos dijeron que solo era porque había que dejar espacio en torno a un árbol, pero no hay nada de lo que habíamos pactado», lamenta.
La lista de quejas
Enseguida, en cuanto se gira para mirar el parque, Marco Martín regresa a la retahíla: «Una zona como esta tiene que estar medida a conciencia y debe tener materiales que sean muy firmes. Si fallas con la escalas y las medidas dejas de tener lo que buscas. Además, el suelo está irregular, abombado, y debería ser plano. Por otra parte, todo es muy endeble y bastante resbaladizo. Y aquí pisar bien es fundamental. La gente que empieza no puede practicar, así que no hay ningún tipo de utilidad», repasa el representante del colectivo.
Marco Martín insiste, además, en que «esto es muy difícil cambiarlo». «Todo el mundo en el colectivo opina lo mismo», recalca el representante de la comunidad de parkour, que piensa que dejar la instalación como está es «como reírse de la comunidad o no saber afrontar las cosas que están mal».
Mientras se sube a alguna de las zonas del parque para las fotos, Martín niega con la cabeza una vez más y se lamenta. «Esto va a ser un sitio para que vengan los niños a saltar tres veces o para que los propios perros vengan a hacer sus cosas. O ni eso en invierno. Con este material y con el césped, cuando lleguen las heladas cerca del río, aquí no va a haber nadie», augura. Desde luego, su comunidad y él no parecen dispuestos a convertirse en usuarios.