La falta de lluvias de los últimos meses ha lastrado una campaña de recogida de miel que se antojaba, en los meses de primavera, prometedora. La recogida está siendo mejor que la registrada en años anteriores, pero a grandes rasgos sí puede asegurarse ya que no se alcanzarán las cotas “prometidas”. La razón: que dejó de llover a partir del mes de junio y que en julio, agosto y septiembre “casi no ha caído ni una gota”. “Solo ha llovido en zonas muy limitadas y hay una campaña, la del roble, que se ha quedado prácticamente a cero, como lleva sucediendo desde el año 2017”, asegura Francisco Alonso, secretario de la agrupación de apicultores Apis Durii.
Es esta campaña, la del roble, la que viene “hipotecando” la recogida de producto de los apicultores en los últimos años. Las abejas aprovechan la savia que sale de las bellotas, lo que los agricultores llaman la “mela”, cuando el roble empieza a generar fruto. Sin embargo, cuando hay poca humedad ambiental y viento, como ha sucedido este año, esa mela brota casi sólida, “como plastilina”, y las abejas no la pueden aprovechar.
El inicio de la temporada productiva de las abejas sí fue bueno, aprovechando las intensas lluvias de la primavera. Sin embargo, Alonso recuerda que esa primera “hornada” es aprovechada por el propio colmenar para aumentar el número de individuos y pasar de una media de entre cinco y ocho mil abejas por colmena hasta las casi 70.000 que se pueden llegar a alcanzar antes del verano. Es a partir de mayo cuando las abejas comienzan a almacenar la miel para el invierno, lo que a la postre aprovecha el apicultor para producir. “Es importante recordar que las abejas existen en tanto que hay apicultores, ya que no podrían existir por sí mismas desde hace décadas por las amenazas que tienen”, principalmente la temida varroa destructor, que acaba con buena parte de los individuos del colmenar cada año y que es, con mucho, el principal enemigo del sector.
El impacto de la avispa asiática
El trampeo primaveral que se impulsó desde Apis Durii, mediante el cual se instalaron cuatrocientas trampas para avispa asiática en distintos puntos de la provincia, principalmente en Sanabria y en Aliste, ha dado sus frutos. “Los compañeros nos dicen que se ha notado la presencia de velutina pero que si no hubiéramos hecho el trampeo hubiera sido mucho más grave”, analiza Francisco Alonso. Con todo, lo que sí se percibe es una proliferación de avispa asiática “a marchas forzadas” en toda la provincia.
La agrupación de apicultores pide a la Junta que tome “de verdad cartas en el asunto” y que acometa un trampeo mucho más importante que el llevado a cabo este año. “Hay que multiplicar las trampas por diez y es la Junta quien tiene que hacerlo, porque es la administración competente. Nosotros somos apicultores, no podemos estar pendientes de erradicar a una especie invasora que dentro de unos años se va a convertir en un problema de salud pública en la provincia”, apostilla el secretario de Apis Durii. La agrupación trabaja de momento en un programa de trampeo con la Diputación de Zamora y subraya la labor de los bomberos del Consorcio Provincial, “que acuden rápidos a erradicar los avisperos que se ven tanto en el campo como en el entorno urbano”.
Cabe aquí recordar que el grueso de las trampas se distribuyó en las comarcas de Sanabria, Carballeda y Aliste, aunque también se situaron en el resto de comarcas de la provincia. Durante el mes de abril se capturaron 186 reinas (y se evitaron otros tantos nidos), 90 en el mes de mayo y 25 en el mes de junio.
Por comarcas la más afectada es Sanabria, y muy concretamente la Alta Sanabria (30% de las capturas), aunque ya abundan los ejemplares en las faldas de Cabrera Baja o en las estribaciones de la Culebra más occidental. De igual forma se han recogido individuos en casi todos lo municipios de la Carballeda, así como en la parte oeste de Aliste donde los censos tampoco son menores. La extensión continúa por todo el norte de la provincia hasta las estribaciones de Tierra de Campos, y por el sur, en Sayago hasta el municipio de Alfaraz. “Si no queremos un problema mayor, como sucede ya en Galicia, tenemos que empezar a actuar”, concluye Francisco Alonso.