«Diáspora, desarraigo, nuevas identidades, choques culturales… Éxodo». Valentín Cabero deja un instante de reflexión entre palabra y palabra, como para permitir que la gente tome conciencia de lo que significa cada término, aunque resulta evidente que estas expresiones no suenan vacías para el público que las escucha. Todos allí han vivido, de un modo u otro, la realidad que describen. Algunos, en sus propias carnes; otros, en las de padres, abuelos, tíos, primos o amigos. Allí, en Fermoselle, eso de marchar sin billete de vuelta fue lo habitual durante años, y las consecuencias son visibles en los datos: de más de 4.500 a 1.142 vecinos en unos decenios devastadores.
De las causas y las consecuencias de todo ello fue a hablar Cabero a Fermoselle. Lo hizo ya hace algunas semanas, en agosto, cuando el pueblo recobra el color de las familias que un día se fueron, pero que regresan siempre al oasis del octavo mes del año. El catedrático jubilado de la Universidad de Salamanca, geógrafo y especialista en lo que sucedió y sucede en estos territorios despoblados y en las zonas portuguesas, abordó la cuestión desde un recorrido histórico salpicado de argumentos y a través de las políticas públicas que se aplicaron y las que no.
Antes, eso sí, Cabero empezó por la nostalgia, por sus viajes por Arribes y por sus «andanzas». El profesor recordó el Fermoselle de su juventud y de su madurez, y viajó también por sus lecturas para hablar de las visitas de Miguel de Unamuno a estas tierras: «Dejó una descripción magnífica al hablar ya de los emigrantes que se marchan a América después de la primera gran crisis de la filoxera», apuntó el catedrático. Era entonces 1908.
Cabero abundó en esa primera gran crisis demográfica que azotó a estas tierras entre finales del siglo XIX y principios del XX, y se centró a continuación en La Raya, en toda: los 1.234 kilómetros que van desde la desembocadura del Guadiana al Miño, que salpican a estos territorios de realidades particulares y también de topónimos «antiquísimos». «Una muga es un límite, una frontera, y aquí cerca tenemos Muga de Sayago y también Mogadouro», apuntó como detalle el profesor.
Fue a partir de ahí cuando Cabero hizo referencia a uno de los conceptos clave de su charla: «la geografía de los ausentes». La expresión hace referencia a los que se marcharon, a los que siguen vinculados. El resto, los que se quedaron, entra en el capítulo de los resistentes. «Los ausentes están en Bilbao, en Barcelona o en Madrid. Los menos en Navarra o en Palma», repasó el catedrático, que abundó en el hecho de que «solo triunfaron unos pocos».
Para Valentín Cabero, la realidad de quienes se marcharon es, generalmente, la de «una gente anónima, humilde, que hizo un gran esfuerzo por sus vidas y por salir adelante». La gran mayoría marchó a partir de finales de los 50 del siglo XX, cuando en España se introduce «el fenómeno del éxodo rural» coincidiendo con «el plan de estabilización económica de la dictadura para terminar con la autarquía y comenzar con los planes de desarrollo».
A juicio de Cabero, en esa fase, existe «un estímulo político para que la gente emigre definitivamente del campo». «En algunas zonas como estas, se había llegado a límites de minifundismo o a condiciones de trabajo penosas o de miseria, como queda reflejado en Los Santos Inocentes. Hay una necesidad de que se marche la gente», aseguró el geógrafo, que estimó que, entre los 50 y los 60 (en realidad, hasta la crisis de 1973), salieron de las zonas rurales de España y de Portugal ocho millones de personas rumbo a las ciudades.
Es ahí donde empieza «la población de las ausencias», particularmente visible en zonas de La Raya que, además, han encontrado siempre «la incomprensión» de las grandes capitales en relación a la cultura de estas zonas. Eso se une al «fenómeno de transformación social y política» que supuso el éxodo y a los cambios de vida de las personas y de las familias cuyas historias «no van a quedar registradas en las biografías que se publiquen en Madrid«.
En cifras, Cabero estimó que, en el siglo XX, dejaron de vivir en la provincia de Zamora 233.174 personas nacidas en el territorio. Y la cosa no pinta bien tampoco en la actualidad: «No hay nacimientos, no hay relevo generacional. Aquí, la resistencia, si no hay un cambio en el ciclo natural, va a ser difícil», opinó el catedrático, que consideró que la parte portuguesa se encuentra en una situación mucho mejor que la española en estas tierras: «Los municipios como Miranda o Bragança tienen el doble o el triple de densidad de población que estos municipios», aclaró el profesor.
La política descentralizadora de Portugal
A juicio de Cabero, eso tiene que ver, entre otras cosas, con la «política descentralizadora» llevada a cabo por el país vecino desde finales de los 80, en un modelo para crear grandes universidades en el interior de Portugal, para fomentar «la rehabilitación urbana o la conservación del patrimonio cultural y natural», o para ofrecer «condiciones de vida dignas y buenas» en sus lugares más aislados.
El profesor mencionó el programa de las aldeas históricas, «excelente desde el punto de vista tradicional y turístico», y habló de «políticas locales de empuje» desde Portugal que él no ha percibido desde el lado de España o de Castilla y León: «En reuniones internacionales, me ha sonrojado que algún consejero de la Junta confundiera Chaves con una ciudad de Castilla y León», deslizó Valentín Cabero, que sostuvo que esta comunidad autónoma «nunca ha abordado el tema de la despoblación con éxito ni con capacidad ejecutiva».
«Ha habido reuniones de expertos que han fracasado, las medidas de Herrera no se aplicaron, el plan de comarcalización nunca se ha hecho…», resumió Cabero, antes de que una de las asistentes a la charla aportara una clave en relación a las dificultades que existen en Fermoselle y en estas tierras para pensar en una vuelta a las zonas rurales: «La gente quiere un retorno de calidad, no venir a morirse del asco».