Javier Novo (Zamora, 1989) no se considera escritor. Al menos, no aún. De momento, se trata a sí mismo como un tipo que vio a lo lejos una roca desprendida de la costa en unas vacaciones en la costa gallega y empezó a hacerse preguntas. Las respuestas a esas cuestiones se transformaron primero en reflexiones, más tarde en una trama y ya finalmente en la novela que publica estos días la editorial Salto al Vacío. El colaborador de Enfoque Diario de Zamora, que dice no ser escritor, tendrá su obra, Farallón, a la venta en todas las librerías de la ciudad.
– ¿Qué es un farallón?
– Un farallón es una roca que está en medio del mar, pero no muy alejada de la costa. Lo que ocurre es que por efecto de la erosión se ha desprendido de tal manera que ya no forma parte de la tierra firme. Pero tampoco se aleja. Está ahí, un poco que sí y que no, cerca de la tierra pero en medio del mar.
– En el libro desliza que también cada personaje tiene su farallón personal, una especie de trauma, de problema, de situación enquistada que a lo mejor no está siempre en primer plano, pero que aparece al fondo.
– Sí, es que va por ahí ¿no? Al final, el símil entre el farallón físico que te decía que se separa del mar pero no termina de irse de la tierra firme es un poco lo que nos puede pasar a cada uno con ese farallón particular, con ese problema, ese trauma que no tiene por qué ser continuo. Puede ser puntual. Es ese momento en el que todos tenemos la necesidad de aislarnos en nosotros mismos tanto física como interiormente sin alejarnos del todo del resto de la humanidad, porque tampoco podemos. Pasa un poco lo mismo con el farallón: por mucho que quiera no va a poder huir de donde está, solo separarse. Las personas siempre estamos viendo tierra firme.
– Durante su proceso de escritura, la humanidad no es que tuviera un farallón, es que tuvo enfrente un bloque enorme que no le dejaba ver nada más, como era la pandemia. El virus aparece de fondo, pero queda bastante marginado en la novela. ¿Cómo incluyó esa circunstancia sin dejar que acabase por ocupar más espacio de la cuenta?
– Cuando estábamos en pleno confinamiento, digamos en lo más duro de la pandemia, es cuando yo empiezo a escribir. La novela la tenía estructurada antes, pero la pandemia me da un contexto. Luego, la historia está narrada desde un futuro que podrían ser estos días o uno o dos años más adelante de donde estamos ahora mismo. Para mí no fue difícil imaginarme ese futuro donde ya no había pandemia. En realidad, solamente era pensar un poco en lo que teníamos antes y confiar en que algún día regresaríamos a eso. La pandemia vino a fortalecer la estructura del libro y sobre todo su contexto, un contexto en el que los personajes sufren de alguna manera. Y, en mayor o menor medida, el virus me valió para acrecentar ese sufrimiento o por lo menos para dotarlo de un contexto.
– En la novela introduce, dentro de un elenco más o menos reducido de protagonistas, varias historias humanas que van desde las rupturas a las dificultades que atraviesan distintas generaciones, pasando por las drogas. Y todo dentro de lo que podría considerarse una historia policiaca: ¿Qué hay detrás de las personalidades que van salpicando el libro?
– Pienso que los personajes, sobre todo los tres principales, son un reflejo de cada generación. Tenemos un protagonista que está acabando la adolescencia y es un joven incipiente que puede tener 18, 19 o 20 años como mucho; un personaje más adulto que puede estar pues entre los 35 y los 45 años; y otro a las puertas de jubilarse, que podría tener entre 62 y 67 años. Cada uno de ellos intenta reflejar cómo podemos sentirnos solos, ese sentimiento de soledad en diferentes épocas de nuestra vida. Sobre eso es sobre lo que luego construyo las historias que les pasan a los personajes. El joven se va de fiesta mientras se plantea si empieza una carrera universitaria; el adulto está en medio de su negocio y tiene esa relación de familia con su mujer y con su hija mientras todo va resquebrajándose; y el que está a las puertas de la vejez ha vivido ya todo lo anterior y está ante la ansiedad que le provoca el final de su carrera laboral y el desconcierto de lo que va a ser esa jubilación. Sobre eso, y con la soledad siempre como telón de fondo, es sobre lo que desarrollo las diferentes historias que se trazan en la novela.
– Y en medio de esto, mucha política y mucha crítica social también
– Claro, es que me parece fundamental que al escribir, al narrar, cualquiera intente analizar un poco su tiempo y criticar lo que ve mal. Esto puede suceder tanto en un thriller policiaco, que no creo que sea el caso de este libro, como en una novela romántica. Incluso, en una historia de dos enamorados tiene que haber espacio para la crítica social y para el contexto en el que esos enamorados están. Aquí, ni el joven, ni el adulto, ni el que está en las puertas de la vejez se libran de vivir en un contexto social. En este caso, el de la pandemia, con toda la crispación que hubo.
– Si no es un thriller policiaco, ¿qué es el libro?
– No tengo ni puta idea de lo que es. Son tres historias. Cuando la editorial me preguntó tres palabras que creyera que definían la novela, y aunque sean un cliché, dije que la primera es la soledad. Es una novela que va de soledad. Sobre todo, de cómo afrontarla en diferentes etapas de la vida. También va de lucha, de una lucha que puede terminar en desesperación o en alegría. Y luego, de superación. De eso habla la novela, más allá de la historia superficial que surge alrededor del farallón y del pueblo.
– ¿Hasta qué punto hay algo autobiográfico en los dos primeros personajes y un reflejo de su propia mirada hacia el futuro en el tercero?
– A ver, yo no soy escritor. He escrito una novela pero no soy escritor. Me imagino que, para los escritores de verdad, tiene que ser difícil que las emociones que quieres plasmar en esa historia no salgan de alguna parte que verdaderamente tú hayas vivido, que tú hayas sentido. Otra cosa es que cojas esa emoción y la traslades a un personaje que es totalmente ficticio y a una situación que es totalmente ficticia, pero el sentimiento que genera toda esa trama, y sobre el que vas a hablar, de alguna manera tienes que haber pasado por él o haber visto cómo alguien muy cercano a ti lo hacía para poderlo entender en toda su magnitud. Yo creo que no estoy reflejado en ningún personaje y a la vez estoy reflejado en todos. Es decir, yo no soy ningún personaje de la novela, pero todos los personajes tienen algo de mí. Un ejemplo: a Almodóvar le preguntaron si su película Dolor y Gloria era autobiográfica y él dijo que en todas sus películas había cosas autobiográficas. Salvando las distancias muchísimo, esto es así: yo no soy ningún personaje de la novela, pero en todos los personajes de la novela hay algo de mí.
– Tampoco es real el sitio que describe, al menos el nombre del sitio al que se refiere. ¿Está basado en algún lugar concreto o es cualquier pueblo de Galicia, que también es una tierra con la que tiene una vinculación familiar?
– La idea inicial, la semilla de Farallón, surge de verdad al verme frente a un farallón dando un paseo con mi mujer y con mi hija. Yo no sabía ni que se llamaba farallón, eso lo descubrí después haciendo un poco de trabajo de campo para la novela. El caso es que lo vi y me pregunté: ¿habrá subido alguien alguna vez ahí? Y a los cinco segundos de preguntarme eso, me dije: ¿y para qué iba a subir alguien ahí? A partir de ese punto desarrollo la novela. Entonces, cuando empiezo a escribir, sí que tengo en mi cabeza un poco ese pueblo en el que yo estaba, que es un pueblo real que existe en Galicia, pero ¿qué pasa? Que es un sitio en el que yo estaba de vacaciones. Por lo tanto, no conozco de verdad ese lugar, no conozco su fisonomía bien, no conozco a sus gentes. Eso me llevó a inventarme el nombre, me permitió ser más libre a la hora de crearlo, a la hora de animarlo, de darle vida tanto al pueblo como a las gentes que lo habitan. Así que sí, se inspira en una localidad real y el nombre es imaginario, pero al final lo importante es que podría ser cualquier pueblo, y ya no sólo de Galicia. Yo escogí Galicia porque necesitaba un pueblo con costa para el farallón y porque al final mi madre es gallega y siempre me he sentido medio de allí. Pero podría suceder en el País Vasco, en Cantabria o en cualquier sitio costero de Portugal.
– Me comentaba que no se siente escritor a pesar de esta obra. Cuando vuelve de su viaje de Galicia con esa semilla plantada, ¿en qué momento hace clic y dice: esto puede ser una novela?
– Yo bajo y subo a trabajar andando siempre, y son 20 minutos para abajo, 20 minutos para arriba. Al final, 40 minutos al día que me vienen genial para pensar en mis cosas. Entonces, cuando empecé a tener esta idea, lo que hacía era ir maquinando la novela mientras daba mi paseo. Iba inventándome las tramas y las líneas argumentales de cada personaje, cómo iban interactuando entre ellos. Salía de trabajar, volvía para casa e igual, iba pensando en lo mismo. Tomaba apenas breves apuntes, todo me lo dejaba un poco en la cabeza, y cuando ya cogí tres o cuatro apuntes que se transformaron en una sucesión de posibles capítulos es cuando dije: joder, creo que tengo una trama redonda, que puede tener un principio muy claro, un final que sé por dónde puede ir y, sobre todo, sé de qué quiero hablar, qué sentimientos, qué emociones humanas pretendo tratar. Ahí es cuando empieza el reto personal.
– En esa fase de creación, va siendo capaz de introducir incluso algunas referencias cómicas y muchos diálogos vinculados a lo político y a lo social, como comentaba antes. Se trata la despoblación, el capitalismo e incluso uno de los personajes secundarios es un comunista redomado. ¿Cómo va encajando eso dentro de la trama principal?
– Hay un escritor que se llama Javier Peña, que en la pandemia hizo como pequeños directos a modo de talleres de escritura, y una de las cosas que decía era que tenías que conocer a tus personajes antes de ponerlos en el mapa. En base a eso, tenía claro cómo se relacionaban con el mundo o con su entorno los personajes principales. Yo soy una persona que cree que todo es política, así que cómo se relacionaban políticamente los personajes también era importante. Hasta la indiferencia es una posición política. A partir de ahí, ya los sitúo en ese mapa en el que voy a escribir la novela. Luego los secundarios, como este comunista irredento, sí que fluyen un poco más sobre la propia escritura.
– ¿Por qué decide dejar abierta alguna trama de los personajes?
– Vuelvo a los talleres que comentaba. Una de las cosas que a mí me chocó cuando lo escuché fue que el escritor no tiene por qué contarlo todo. Es decir, tú tienes que conocer toda la historia, tienes que saber todo lo que les va a pasar a los personajes, pero no tienes por qué contarle todo al lector. Hay cosas que te puedes guardar y también dejar que el lector saque sus propias conclusiones. Que una vez tú lanzas el libro, cuando la gente lo pueda leer, a lo mejor hay cosas que se puedan imaginar y que cada uno pueda acabar de construir su historia. Eso me gustó mucho. Fue como quitarme una venda de los ojos. Hay partes que tú te puedes imaginar o que yo no te quiero contar por los motivos que sean. Me pareció interesante. Al final, la novela es un narrador que está volviendo la vista atrás, por lo tanto ya sabe todo lo que ha pasado y se lo va contando al lector. Pero sí me gustó la idea de dejar alguna pequeña rendija para que la gente que se acerque al libro pueda también terminarlo por su cuenta.
– ¿Por qué un periodista en el papel de narrador principal?
– No lo sé. Supongo que yo de pequeño tenía muy claro que quería ser periodista. Siempre lo tuve muy claro, hasta que vi que era un vago y que lo de estudiar no iba a ir conmigo. No sé si eso, de manera inconsciente, a lo mejor es lo que me ayudó a que ese narrador sea una persona que está estudiando esa carrera. Si te das cuenta, es importante que no sea periodista todavía, es un estudiante. Eso quiere decir que a lo mejor puede no acabar la carrera. Y eso también me gustaba y me parecía interesante. También influye la necesidad de justificar al narrador. ¿Por qué este señor se va a sentar a escribir una novela? Bueno, pues es que es un periodista. Por lo tanto, tiene una inquietud con las letras y con la escritura. A lo mejor, un poco la mezcla de esas dos cosas es lo que me hizo decidirme.
– ¿Va a seguir escribiendo?
– Yo creo que hay que dejar las cosas fluir. Como decía, yo ni soy escritor, ni me considero escritor, ni ambiciono ser escritor. No es un objetivo que yo me haya puesto. Simplemente soy un chaval que tuvo una idea y se sentó a escribir un libro. Punto. Fue como un reto personal, por ser capaz de empezar y acabar algo. A partir de ahí, tuve la suerte de que a Sylvaine y a Clara (Editorial Salto al Vacío) les gustara la novela y decidieran apostar por ella. Punto, ya está. Esa es la historia del libro y de lo que ha pasado y de lo que me ha traído hasta aquí. ¿Quiero seguir escribiendo? Sí, quiero seguir escribiendo. ¿Quiero seguir publicando? Eso ya no depende de mí. Si sale, bien. Si no sale, pues hasta Farallón hemos llegado.