Sobre las mesas, el vino, los embutidos, el aceite, los chocolates o las pastas. En los asientos, un grupo de personas con antifaz dispuesto a confiar en lo que no ve. Aquí se trata de disfrutar con el paladar, de anular todos los sentidos menos el olfato y el gusto, y de viajar sin moverse del sitio. Todos están en una carpa en La Granja de San Ildefonso, en Segovia, la sede de Naturcyl, pero su viaje de este domingo va a seguir la senda pegada al Duero desde Toro hasta los Arribes pasando por Zamora capital y por el entorno de la Tierra del Vino.
«Les introducimos por Toro y les hablamos del patrimonio cultural y paisajístico que tiene, pero también de los tipos de cepas. A la vez, degustan un vino de la zona y algo de embutido del territorio. Siempre con los ojos vendados», explica Eva Gamazo, la gerente de la Ruta del Vino de Zamora, que continúa la explicación por lo que le compete: la capital y parte de sus alrededores: «A partir de ahí van los chocolates de Refart y unas pastas de Corrales», apunta la responsable de la asociación. Siempre con el vino de cada lugar, claro.
Tanto Gamazo como las gerentes de Toro y de Arribes, Judith Fernández y Liliana Fernández, son las encargadas de ir marcando el rumbo. Entre los comensales, los responsables políticos del turismo en la provincia: Víctor López de la Parte y Christoph Strieder. Pero también gente que ha acudido a visitar la feria Naturcyl, tanto a nivel individual como con un interés profesional. Ese es el marco en el que todo esto tiene lugar.
La última parada del viaje son los Arribes, con los vinos, los aceites o las mermeladas: «Se trata de que la gente realice una experiencia inmersiva en el territorio», aclara Gamazo, que apunta que el detalle del antifaz garantiza algo clave: «Que nos escuchen». Quienes están con los ojos tapados, y también los que miran, lo hacen además desde una localidad muy cercana a Madrid, «uno de los principales mercados» para las rutas, junto al País Vasco, Cataluña o el norte de Europa.
La paz de Zamora
«La provincia tiene que ser un punto neurálgico y fundamental para el turismo», recalca la responsable de la Ruta del Vino de Zamora, que ve en el territorio un remanso de paz: «La gente viene muy cansada del estrés de las grandes urbes y hay que darle motivos para venir aquí», zanja Gamazo. Eso sí, cuando los viajeros lleguen, conviene destaparse los ojos. Sobre el terreno, la estampa merece que se activen todos los sentidos.