María tiene el martes 10 de septiembre marcado en el calendario, en rojo, desde hace días. No es el primer día de trabajo (pues ya conoce a sus compañeros y ha acudido a alguna reunión del departamento), pero es el día que no le deja dormir bien desde hace varias semanas y sobre el qué más ha soñado despierta en los últimos años: la primera ocasión en que se pondrá al frente de veinte pares de ojos de seis y siete años que a partir de ese momento la tendrán de referente para todo.
María, como cualquier titulado en Educación Primaria que se enfrente por primera vez en solitario a un aula, tiene motivos para estar nerviosa: a pesar de haber sacado el grado con notas extraordinarias, el camino desde la teoría a la práctica es especialmente complejo en el caso de la enseñanza.
Esta difícil conexión entre teoría y práctica es uno de los principales problemas en el ámbito educativo. Como la numerosa investigación al respecto muestra, los expertos no dejan de buscar nuevas formas de reducir esa brecha.
¿Qué tipo de prácticas incluye el grado de Educación?
Una de las formas más evidentes de facilitar el acceso a la parte práctica de la profesión es el “practicum”: es decir, las prácticas formativas que realizan los docentes en centros escolares a lo largo de su aprendizaje en el grado. Estas prácticas suponen el equivalente a unos 15 días a jornada completa en segundo de grado, unos 35 días en tercero, y el equivalente a casi dos meses de jornada completa en cuarto curso.
Es lo que introduce a los futuros docentes en los contextos reales de la experiencia y pone en contraste su conocimiento académico con la realidad.
Las prácticas formativas permiten un primer contacto con el contexto real de la enseñanza y los centros educativos. Pero para que realmente supongan un aprendizaje significativo y faciliten la aplicación de la teoría en la realidad, es fundamental que se realice una reflexión sobre esta práctica que debe hacer el estudiante de Educación.
Reforzar las prácticas
Esta reflexión debe ser sobre la propia actividad en el aula y debe ser un proceso supervisado por el tutor del centro educativo y tutor de la universidad. De esta manera, el futuro docente puede contrastar, revisar y reconstruir su actuación durante las prácticas.
Por otra parte, la universidad y la escuela deben establecer vínculos que vayan más allá de enviar estudiantes de Educación a realizar prácticas: se podría incorporar en los planes docentes universitarios una asociación más sólida entre los centros escolares y el contexto universitario mediante visitas, estancias y períodos de prácticas efectivas.
Lo cierto es que en la actualidad este proceso, aunque se da por supuesto, no termina de realizarse.
Finalmente, el tutor del centro evalúa la estancia formativa y el de la universidad la memoria, documento preparado por el estudiante analizando su paso por las aulas. Y debería haber un proceso más enriquecedor, reflexivo, cooperativo, dialógico y constructivo del conocimiento práctico del estudiante.
Los tutores de prácticas: mentoría de calidad
Las estancias formativas o experiencias prácticas de los estudiantes de Educación pueden parecerse más al ejercicio de la docencia en la vida real si estas prácticas se diseñan en consonancia a su formación académica y las competencias profesionales que debe desarrollar el futuro docente. Es decir, que el tutor del centro escolar donde se realizan las prácticas pueda tener la misma titulación que el estudiante y especialidad (tutores de primaria, de infantil, de inglés, música, educación física, entre otros). Cada especialidad, con su valor añadido y no sirve el café para todos.
El proceso de elección de un tutor de prácticas debe ser minucioso para el aprendizaje significativo del estudiante. Estudiante en prácticas y tutor tendrán que ir en la misma línea y estar en constante coordinación.
Ambos tutores (el de la escuela y el de la universidad) deberán corresponsabilizarse de la formación del estudiante. Además, la universidad debe dar los conocimientos y recursos teóricos fundamentales que el propio alumno pondrá en práctica en el centro formativo.
¿Esto estaba en los apuntes?
Además de la falta de experiencia en un aula real, existe otra dificultad a la hora de enfrentarse a un aula, a pesar de haber titulado en educación con un expediente excelente: los maestros noveles tienen dificultades para recordar la teoría aprendida en los momentos y contextos en los que se necesita. A esta dificultad se le llama “choque de la práctica”: los docentes que empiezan tienden a abandonar el conocimiento académico que adquirieron en su formación y a guiar su actuación a partir de modelos y criterios extraídos de la actuación de los docentes más experimentados o de las propias ideas personales.
Es por este motivo que la práctica reflexiva (reflexionar sobre las propias acciones) y la construcción del conocimiento práctico (es decir, aprender haciendo) es tan importante en la formación inicial del docente. Revisar y actualizar al máximo la formación permanente de profesores y tutores para acercarlos lo más posible a la práctica en las aulas de hoy en día es algo muy necesario que, por ejemplo, podría realizarse en las revisiones cuatrienales de formación del profesorado.
Competencia social y responsabilidad personal
Por ejemplo, es en el entorno profesional en el que se adquieren aprendizajes tan importantes para el desempeño de la profesión como son lo que podríamos llamar el saber, el saber hacer y el saber ser. Entendiendo el saber como el conjunto de conocimientos, el saber hacer como el conjunto de habilidades y el saber ser como el conjunto de actitudes.
Además de ser capaces de movilizar en la práctica los recursos internos, los recursos externos y de reflexionar sobre la actividad profesional, los docentes en formación necesitan que su competencia social y su responsabilidad personal sean parte de la formación universitaria.
Carles Perea Rodríguez, Profesor Docente Investigador, Universidad Internacional de Valencia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.