Vanessa Zorrilla-Muñoz, Universidad Miguel Hernández y Gema Martínez Navarrete, Universidad Miguel Hernández
Con la ayuda del sol –en dosis adecuadas– y la alimentación, el verano puede ser una época ideal para fortalecer la salud ocular. En nuestra mano está poner en marcha prácticas que nos ayuden a prevenir afecciones como el síndrome del ojo seco (sequedad y molestia en los ojos), las cataratas (opacidad del cristalino) y la degeneración macular asociada a la edad (pérdida de la visión central, una de las primeras causas de pérdida de visión con el envejecimiento).
Vitaminas y otros nutrientes que previenen enfermedades oculares
En primer lugar, el aumento del contacto con el astro rey durante los meses estivales promueve la producción de vitamina D, compuesto orgánico que reduce la inflamación ocular y ayuda a mantener la función de las glándulas lagrimales. Aunque es verdad que la luz solar puede contribuir al desarrollo de cataratas, la exposición moderada y con protección reduce el riesgo de padecer degeneración macular, entre otras enfermedades.
Además de la vitamina D, otros nutrientes son esenciales para prevenir y manejar las patologías que afectan a la vista. De ahí la importancia de seguir una dieta equilibrada aprovechando los cambios de hábitos veraniegos. Deberemos prestar especial atención a los siguientes “ingredientes”:
- Vitamina A. Es vital para la visión nocturna y la prevención del ojo seco. Muy común en productos tanto de origen animal como vegetal, se encuentra especialmente en alimentos de hojas verdes (como espinacas), de color naranja (zanahorias y calabaza) y de color amarillo (batatas y mango, por ejemplo).
- Luteína y zeaxantina. Presentes en alimentos carotenoides (zanahorias, tomates y calabazas, entre otros), forman parte de la retina.
- Vitamina C. Es un antioxidante que neutraliza y protege de los radicales libres y del daño oxidativo a los tejidos oculares. Abunda en las frutas cítricas, los pimientos rojos y verdes y el brócoli.
- Vitamina E. Además de tener propiedades antiinflamatorias a nivel ocular, también neutraliza los radicales libres altamente reactivos que pueden dañar a las células. Podemos obtenerla de nueces, semillas de girasol y aguacates.
- Zinc. Resulta crucial para la salud de la retina y mejora la visión nocturna. Está disponible en carnes, mariscos, huevos y legumbres.
- Ácidos grasos omega-3. Presentes en pescados grasos, nueces y otros frutos secos, contribuyen al bienestar ocular y reducen la inflamación.
Mucho ojo con estos hábitos
Antes hemos puesto de relieve las bondades de tomar moderadamente el sol, pero conviene recordar también la necesidad de proteger nuestros ojos en estos días de mayor exposición a sus potenciales efectos perniciosos. Para eso están las gafas homologadas que bloquean el 100 % de la radiación ultravioleta (rayos UVA y UVB).
Tampoco deben caer en saco roto hábitos de higiene elementales como lavarse las manos antes de tocarnos los ojos y cambiar regularmente las lentes de contacto.
Y para quienes pasan mucho tiempo frente a pantallas, seguir la regla 20-20-20 puede ayudar a que mantengan la fatiga ocular a raya. Consiste mirar algo a 20 pies (6 metros) de distancia durante 20 segundos cada 20 minutos.
Por otra parte, sabemos que la actividad física regular mejora la circulación, y un buen flujo sanguíneo asegura que los ojos reciban un suministro adecuado de oxígeno y nutrientes.
Y, para terminar, no se deben descuidar los hábitos –dieta, ejercicio, medicación…– que permiten controlar enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión, ambas directamente relacionadas con la salud ocular.
En resumen, la exposición moderada y convenientemente protegida al sol, combinada con una dieta rica en vitaminas y nutrientes esenciales, puede ser muy beneficiosa para la salud ocular. Sin olvidarnos, claro, de protegernos de la radiación ultravioleta usando gafas de sol adecuadas.
Este verano, aproveche la oportunidad de cuidar sus ojos mientras disfruta de la playa, el aire libre y el descanso.
Vanessa Zorrilla-Muñoz, Innovation Agent – Bioengineering Institute, Universidad Miguel Hernández y Gema Martínez Navarrete, Profesora Permanente Laboral en el área de Biología Celular, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.