“No tardó media hora en llegar”. Manuel García habla mientras mira hacia el humo y hacia las llamas que asoman entre los pinos que se van calcinando a las afueras de Sejas de Aliste. El pueblo, que vivía un sábado apacible de agosto a primera hora de la tarde, se vio de buenas a primeras amenazado y después desalojado por el avance de un incendio declarado en el término de Trabazos y que se vio arrastrado por el viento hacia esta zona.
Manuel García, Manolo, es uno de los vecinos que ha decidido quedarse a pesar de las órdenes de desalojo. Lo hace para tratar de enfrentarse a la cercanía de las llamas si estas rondan el entorno de su casa, aunque es consciente de que, si la cosa se pone fea, tendrá que marchar. Él conoce los caminos. Unos minutos antes, veinte de sus paisanos se han ido en autobús a Alcañices. Otros lo han hecho en coche.
Manolo se mantiene firme en su decisión y parece tranquilo. Al menos, se explica con pausa. “El fuego cogió la vaguada de los pinos y vino enseguida según le pegó el viento. El incendio se está llevando los pinos que quedaron después del incendio de hace cuatro o cinco años”, lamenta el habitante de Sejas.
Ahora, sus preocupaciones, como la de los demás, son el viento y la noche. “A ver en el momento en el que se marchen los helicópteros”, desliza.
El monte de pinar, arrasado
Unos minutos antes, el alcalde, Francisco Boyano, había apuntado en la misma dirección: “Cuando ha cogido el monte de pinar, ha venido hacia el pueblo”, remarcó el dirigente político, de allá para acá para tratar de resolver los mil y un problemas que genera un escenario como este.
De lejos, la mirada hacia Santa Ana y San Mamed, otros pueblos pendientes de la dirección en la que sople el viento.