Apenas pasan unos minutos de las cuatro y media de la tarde del primer día de agosto y el sol de verano castiga. El momento invita a buscar la sombra, y más si uno viene de Cantabria y le falta rodaje en esto de soportar las temperaturas por encima de los 35 grados. Quizá por eso, Germán Diéguez realiza su ensayo en solitario a la sombra. Lo hace, eso sí, concentrado y sin percatarse de la presencia de gente a su alrededor. Solo cuando termina, este muchacho de catorce años alza la vista y habla.
Germán es uno de los 150 alumnos del Curso Internacional de Técnica e Interpretación para Instrumentos de Viento y Cuerda que se celebra durante la semana que parte julio y agosto en las instalaciones del Corazón de María. La cita, referencial en el mundillo por su calidad y por su trayectoria de treinta años, empezó a celebrarse en Toro, pero hace ya algunos años que se movió a la capital. La novedad, en esta ocasión, es el traslado a las dependencias del colegio. Cada vez cuesta más encontrar un lugar que admita las dimensiones de este encuentro artístico.
Para Germán Diéguez, esta es la segunda vez en el curso de Zamora: «Vine el año pasado porque me lo recomendó mi profesor, y he vuelto porque aprendo y mejoro mi técnica bastante», señala el joven músico, que responde lo siguiente cuando se le pregunta qué hacen exactamente aquí: «Estar abrasándonos al sol tocando». Más allá de ese arranque inicial de sinceridad, el adolescente cántabro apunta que se trata de «un curso intensivo» de una semana en el que personas como él, que ya ha superado el tercer grado de Profesional, pulen un poco más su talento.
Cabría esperar la presencia de una gran organización detrás de todo esto, pero si uno rasca se encuentra básicamente a José Miguel Martín, profesor de trompeta en el conservatorio de Zamora e impulsor, hace ya tres decenios, de un curso que incluye a alumnos de instrumentos de cuerda, viento-madera y viento-metal: «Vienen personas de toda la geografía española y también del extranjero. Este año tenemos algún norteamericano y otro francés», señala el maestro, mientras de fondo se escucha el ensayo de la orquesta.
Martín explica que el curso incluye conciertos como el que ofrecerán este sábado en Moraleja del Vino, pero también concursos de música de cámara. Todo está muy cerrado en ese sentido, aunque las actuaciones fuera no son lo más relevante: «Aquí, lo que más se agradece es el profesorado a nivel internacional que imparte las clases», sostiene el zamorano, que habla de figuras relevantes como un catedrático de Jaén «que ha sido solista de la orquesta de Granada y concertista a nivel internacional» o del mejor director de orquesta de la Comunidad Valenciana durante dos años consecutivos.
¿Y qué hacen aquí con los alumnos durante una semana? Pues básicamente, les ayudan «a solucionar los problemas, las pequeñas carencias que no han podido eliminar durante el curso». El nivel de los 150, aunque varía, es en general muy alto y eso permite trabajar ya con un listón. «Siempre digo que esto es distinto a los demás cursos que se realizan en España», insiste José Miguel Martín, que subraya que todos los días hay clases individuales y colectivas, en formatos que no siempre se encuentran en los conservatorios.
Un número creciente
Para el creador del curso, contar este año con 150 personas, bastantes más de las que preveían, demuestra que «el vicio saludable» de la música sigue acompañando a los jóvenes – y no tan jóvenes – que invierten una semana de su verano para tocar de nueve a nueve. O más incluso si hay actuación a última hora. «Hay personas de distintas edades», matiza Martín, aunque admite que la generalización invita a hablar de chicos y chicas más que de señores y señoras.
Sea como fuere, al final el idioma común de todos es la música y el objetivo de la organización es que juntos «enriquezcan» la vida de la ciudad: «Queremos que Zamora sea un referente a nivel nacional», recalca Martín, que pone el foco en la repercusión económica del curso: «Este año, hemos llenado el Hotel Rey Don Sancho, y eso también es un aliciente. Tenemos el alojamiento ocupado y los padres de los alumnos vienen y se reparten por otros sitios», comenta Martín.
Mientras el organizador termina de hablar, la música sigue sonando de fondo, desde la zona donde el conjunto ensaya al aire libre: «La semana está siendo muy dura porque el calor es tremendo, pero mira las ganas y la ilusión que tienen. Nadie dice nada porque puede más el entusiasmo», concluye José Miguel Martín. Es lo que tienen los vicios.