Un artículo publicado hace ya algunos años por los estudiosos lusos Albertino Gonçaves y José Cunha Machado señala que la emigración de vecinos portugueses rumbo a Francia durante la segunda mitad del siglo XX «representa uno de los mayores movimientos de población en la historia del país». Los autores señalan que, entre 1960 y 1974, una sexta parte de los habitantes de Portugal cruzó los Pirineos para instalarse al otro lado. La estimación en cifras totales es de un millón y medio de personas.
Entre las regiones donde se detectó un mayor movimiento rumbo a Francia se encuentra la parte interior del norte del país. Es decir, la más cercana a Zamora. En concreto, Bragança aparece citado como uno de los municipios donde más impacto tuvo este flujo de salida protagonizado, además, por hombres jóvenes, que se buscaron la vida igualmente en otras zonas de Europa como Suiza o Luxemburgo. Muchos ya no volvieron a residir en su tierra, aunque mantuvieron el contacto y regresaron siempre: generalmente en agosto.
De hecho, los miembros de aquella generación emigrante, sus hijos y sus nietos siguen volviendo a Portugal para pasar el mes vacacional por excelencia. Igual que retornan a Zamora quienes marcharon al País Vasco, a Barcelona o a Madrid, Tras-os-Montes se llena en esta semana de personas francófonas que viajan generalmente en coche hacia la tierra de sus familias y que, para alcanzar su destino en esta región, tienen que superar un último escollo ubicado en Zamora: el tramo de la N-122 hasta la frontera.
Desde el primer día del verano, el tránsito se nota en gasolineras como la de Monte Concejo, a la altura de Muelas del Pan. Ya metidos en el arranque de agosto, la estampa muestra un desfile de coches con matrícula extranjera que conviven con los siempre presentes camiones y que aprovechan para repostar aquí, en Alcañices o en Trabazos antes de pasar a Portugal, donde el combustible se encarece.
El movimiento en el negocio
«Normalmente, yo tengo seis trabajadores, pero ahora cuento con nueve y mañana se incorpora otro», explica el responsable del área de servicio de Monte Concejo, Francisco Lázaro, que matiza que él mismo se pasa «todo el día» en el negocio. Para su caja, el movimiento de vecinos portugueses rumbo a casa tiene una enorme importancia, una circunstancia que se percibe solo con echar un vistazo: «Muchos conocen el sitio y paran ya todos los años», indica el dueño.
Lázaro cuenta en su complejo con gasolinera, tienda, bar y duchas para los transportistas, y todo se llena más en estas semanas. El responsable de la gasolinera comenta que también hay otro flujo de personas que van de vacaciones rumbo a Oporto, aunque concede que aquí la N-122 cede terreno en relación a las entradas por Salamanca o por Verín, más amables para según qué procedencias.
Fuera de su establecimiento, uno de los protagonistas de este tránsito rechaza hablar con el argumento de que el viaje de Normandía hasta Bragança es demasiado largo y que ya acumula muchos kilómetros al volante. Comprensible, claro. Más dicharachero se muestra desde otro vehículo Nuno Martins, un vecino de Miranda do Douro que sigue residiendo en el citado municipio luso y que, como habitante de uno de los pueblos receptores, deja clara la importancia de la venida de los franceses: «Nos dejan dinero en la región», resalta.
Según la estimación de Martins, «el 70% de las personas de la zona» de Tras-os-Montes ha emigrado en las últimas décadas rumbo a algún destino laboralmente más apetecible «Lo habitual es que regresen todos los veranos», confirma, antes de ponerse de nuevo en la carretera. La N-122 incrementa su nivel de tráfico en estos días, aunque para gasolineras como Monte Concejo eso es un punto positivo. La autovía sin salida hacia este área sería la ruina: «Directamente para cerrar, pero por suerte tenemos a nuestros políticos», ironiza Lázaro.
Clamor por la variante
Peor le van estos días de tráfico a las localidades de paso en la ruta de los portugueses por esta carretera. El caso paradigmático es el de Alcañices, cuyo alcalde, David Carrión, admite que el pueblo está «acostumbrado a este caos» y que lamenta que «no se puede hacer nada». Apenas seguir pidiendo que se haga el paso de peatones a la altura de la iglesia y «que se haga la variante de una vez» para que los cientos y cientos de camiones diarios y los miles de coches en estas fechas puedan ir por otro lado. Mientras tanto, mil ojos.