Persisten aún por la provincia lugares que muestran la misma historia de los pueblos que los acogen. Sitios en los que uno siente que entra a un lugar donde el tiempo, por lo que sea, no ha pasado. Como si se hubiera quedado en la puerta. Hay comercios que tienen esta característica, y otros negocios. Pero donde más se nota, cuando se produce, es en los bares. Un bar por el que no ha pasado el tiempo es un bar que habla de la historia del pueblo, porque entre sus paredes se han tenido conversaciones de lo bueno y de lo malo. Porque ahí han jugado a las cartas abuelos y padres. Y ahora, si no hubieran emigrado, lo harían los hijos.
El Casino, en Sanzoles, es uno de esos bares. Entrar en él es dar un salto atrás en el tiempo. Desde la barra hasta las mesas, todo indica que por ahí han pasado generaciones enteras de vecinos del pueblo. Y a muchas de ellas las ha visto entrar y les ha servido Valentina, que esta semana ha cumplido 97 años y que habla del bar que heredó de sus antepasados con el orgullo de alguien que ha sabido mantenerlo y, ahora, legarlo a la siguiente generación. En la casa de Valentina siempre ha habido negocios, unos han ido y otros han venido, pero el bar siempre ha estado.
Valentina habla del negocio con el cariño y el conocimiento que dan años atendiéndolo, pero quien lleva el peso actualmente es Mari Carmen Muñoz, su hija. Por las mañanas, trabaja en la tienda que está justo debajo del bar. Por las tardes, de cinco a nueve salvo los días que hay que cerrar más tarde, es camarera. La tienda permite un leve descanso semanal, pero el bar no. «Abrimos todos los días. Tenemos una clientela que, si no abres, se enfada».
El Casino tiene detrás una historia política que ha hecho que, «en varias temporadas», fuera un bar vetado por parte de los vecinos de Sanzoles. El padre de Mari Carmen fue concejal del PCE en el Ayuntamiento de la localidad, lo que hizo que un elevado porcentaje de vecinos decidiera no poner los pies en el bar. «Siempre hemos sido una familia muy significada políticamente, y eso ha pesado a veces», sobre todo en el bar. Pese a todo, Valentina, «La Jefa» (como indica un cuadro en el local) insiste en que «nuestros negocios siempre han estado en el pueblo», desde «la fábrica de gaseosas hasta la tienda».
Sea como fuere, la política ha pesado en la historia del local, con «muchas, muchísimas inspecciones de Sanidad que venían buscando no sabemos qué» e incluso con «el hecho de encontrarnos cerradoras selladas con taco químico al venir de cenar en Zamora. No podemos decir quien fue, pero lo sabemos», insiste Mari Carmen.
Tiempos que, pese a todo, parece que ya pasaron. «Ahora viene gente de todo pensamiento», apunta la dueña, «como debe ser, que aquí no hemos echado a nadie». El bar guarda la esencia de décadas pasadas, con mesas camilla para jugar la partida, una caja registradora antigua a modo de adorno o una gramola con la que se daban «los primeros bailes que hubo en el pueblo», recuerda Valentina. Y de recuerdos, precisamente, está el bar lleno. Fotos, fotos y más fotos copan las paredes. De familiares, «pero también de amigos y de clientes. En Sanzoles, todo el mundo tiene algún familiar en estas fotos». Más de cien años de historia es lo que tienen, que dan para mucho.