En el albergue de Tábara, varios carteles en castellano y en inglés avisan de cuestiones prácticas como la hora de la cena o el momento en el que el silencio tiene que imperar dentro de las instalaciones, pero el hogar de los peregrinos también aparece empapelado con frases sobre el valor de la acogida y acerca de esa relación tradicional entre los hospitaleros y quienes llegan a cobijarse. En este lugar, no se trata de pagar unas tarifas por los servicios de los que dispone la casa; lo que se hace es «compartir lo que hay».
Quien lo explica es el responsable del albergue, José Almeida, que también preside la Asociación Zamorana de los Caminos de Santiago: «Aquí, lo primero es ofrecer algo fresco en verano o algo caliente en invierno. En este tiempo, pongo un te frío con limón y eso les revive. Ya por la noche, toca verdura y un arroz a la zamorana, y por la mañana se comparte un desayuno. Por lo que se les ofrece, a los peregrinos se les pide una aportación para que quienes vengan por detrás tengan lo mismo, aunque es un sistema que se está perdiendo. Entre otras cosas, porque hay gente que interpreta que esto es todo gratis», indica el hospitalero.
El método de acogida que aplica Almeida también se ejerce en otros lugares como Fontanillas de Castro y en algún otro albergue de la provincia gestionado por la asociación, como los de Ricobayo o Alcañices. Ese tipo de hospedaje opta a convertirse en Patrimonio Inmaterial, precisamente por la protección que necesita. Almeida admite las dificultades, pero deja claro su convencimiento por seguir ese sendero. Lo hace tras explicar con detalle los planes que tiene el colectivo que preside no solo para alimentar este hospedaje tradicional, también para que el Camino en Zamora sea otra cosa: una mejor.
Almeida habla en la víspera del Día de Santiago, que se celebra precisamente este jueves y que, curiosamente, no deja a muchos viajeros en Zamora durante las semanas previas: «El peregrino de verdad quiere evitar el 25, porque todo es para la parafernalia», aclara el responsable de la asociación. Tampoco julio y agosto en general son meses de demasiado jaleo por aquí. El calor disuade al caminante o al ciclista de recorrer estas zonas de Extremadura o de Castilla y León. Desde luego, en el rato de la charla, a la hora de la siesta del día 24, echarse a la calle sería un impulso casi suicida. El aire que corre es el del infierno.
Para los caminos que atraviesan la provincia de Zamora, los meses buenos son mayo y junio, y en menor medida septiembre y octubre, según Almeida. Pero podrían ser mejores. De hecho, lo fueron. En 2004, hace veinte años, las dos rutas principales que pasan por el territorio, la Vía de la Plata y el Camino Sanabrés, acogían a un 5,5% de los peregrinos totales que iban a Santiago: «Ahora, tenemos un dos y poco», lamenta el tabarés, Básicamente, mientras toda la red acoge al triple de personas que dos decenios atrás, aquí todo se ha mantenido estancado.
La necesidad de promoción
Almeida tiene claro el diagnóstico: «No se han hecho políticas para incentivar los caminos que pasan por Zamora», asegura el responsable de la asociación. Un caso paradigmático, a su juicio, es el del verano: «Muchos de los peregrinos que vienen proceden de la zona de Sevilla o de Almería. Para ellos, plantearse hacer el Camino en julio o en agosto desde allí es una locura, pero aquí, sobre todo en agosto, los días van siendo más frescos y por la noche hay que ponerse manta, aunque ahora circunstancialmente tengamos una ola de calor. Eso hay que promocionarlo», advierte el hospitalero.
A esa falta de difusión de lo que hay se suma una cierta carencia en las infraestructuras, según la percepción de Almeida, que cita aquí un caso del mayo reciente: «En ese mes, tuvimos muchos días de 50 peregrinos solo en Tábara. Lo que ocurre es que la siguiente parada es en Santa Marta de Tera, que solamente tiene 13 plazas. Si crecemos y no damos cabida a los que llegan, creamos otro problema», apunta el mandatario del colectivo.
Con esas inquietudes dentro, la asociación zamorana ha impulsado la elaboración de un plan estratégico para reforzar el peso del Camino en Zamora: «Tenemos cinco rutas que suman 500 kilómetros en la provincia y atraviesan un tercio de las poblaciones. Esto tiene mucho potencial, porque el 99% de los pueblos no tienen turistas, pero sí peregrinos de distintos lugares, que luego escriben o lo cuentan y te dan visibilidad en el mapa», argumenta José Almeida, que tiene dos lugares ya marcados por la pertinencia de tomar medidas inmediatas.
Este mismo miércoles, el responsable de la asociación se reunió con el alcalde de Toro, Rafael González, para trasladarle una realidad: «Como allí no hay albergue, la gente del Levante o del Sureste se va por Medina y Tordesillas para evitar pasar por el municipio». En Puebla de Sanabria sucede algo similar por la ausencia de un alojamiento municipal de esas características: «Si hay muchos obstáculos, la gente puentea a la provincia. Incluso, hay personas que, viendo la situación, cogen un autobús de Salamanca a A Gudiña», asevera Almeida.
Un recorrido metro a metro
Los casos de Toro y de Puebla son dos de los que tiene detectados la asociación, pero su ambición va mucho más allá. Desde hace algunos meses, dos equipos del colectivo están recorriendo de arriba a abajo todos los caminos que pasan por la provincia: «Es una labor ardua», concede Almeida. Él mismo iniciará en agosto otro trabajo de campo: «Voy a recorrerme todos los albergues para ver su situación, saber cuántas plazas tienen y qué posibilidades hay de ampliación. El estudio como tal lo va a hacer una empresa, pero queremos que disponga de toda la información», remarca el tabarés.
El objetivo de todo esto es que los caminos de Zamora recuperen el peso que tenían en 2004. Para eso, «prácticamente habría que triplicar los datos actuales». Ahora, Almeida estima que la provincia acoge a unos 10.000 peregrinos al año. Para coordinar todo esto, a la asociación le gustaría gestionar el albergue que consideran clave como eje de las actividades: el de Zamora capital: «Hemos intentado que Guarido nos lo ceda, pero parece que prefiere que lo gestione gente de fuera», desliza el hospitalero.
Más allá de este apunte, Almeida explica que su colectivo lleva diez años «tocando puertas» para unir dos necesidades: la que tienen los caminos de desarrollarse y la que presenta la provincia de salir del abandono. Precisamente, al abrigo de esas reivindicaciones y de las que llegan desde otros lugares de la comunidad, la Junta ha establecido líneas de ayudas que permitirán elaborar el citado estudio y que facilitan también las obras de reforma, ampliación y creación de los albergues.
El caso del Zamorano-Portugués y las cifras esperanzadoras
Almeida confía en que esas facilidades den otro aire a rutas más secundarias, aparte de la Vía de la Plata o el Sanabrés, que en estos momentos necesitan un empuje. En el Zamorano-Portugués, por ejemplo, los peregrinos se topan con realidades de casi 50 kilómetros de Camino sin albergues: «Hace falta uno en Almendra del Pan», constata el dirigente de la asociación, que subraya que ese itinerario en concreto «pasa por algunas de las zonas más degradadas de toda Europa» desde un punto de vista demográfico: «Si le metes 600 personas más al año, a lo mejor el bar de un pueblo sigue abierto, o incluso se pone en marcha algún negocio», estima el hospitalero.
A la espera de que ese empujón llegue, por lo pronto 2024 está yendo razonablemente bien si se compara con los años anteriores, según Almeida, que espera un repunte del 10% en el número de peregrinos: «Me preocuparía que fuese el 20 o el 25%, porque quizá no lo podríamos asumir», reconoce el tabarés, que en la víspera del Día de Santiago acoge a seis personas en un albergue con capacidad para 28: «Esto no se llena», señala el hombre que fue caminante y que ahora recibe a quienes llegan con una bebida lista y con la esperanza de tener que hacer más cantidad al día siguiente.